“La guerra guasca”, por Walter Romero


Heroína. La guerra gaucha, de Nicolás Correa. Buenos Aires, Kintsugi Editora, 2018, 86 páginas.


La literatura es la recurrencia de un sueño. Pero cuando los libros recuperan la materia infusa que la noche engendra, ese sueño habla. En torno a una identidad en conflicto, entre tacos probados en la intimidad de una infancia difícil y apodos que ensayan la diferencia, en un tono tumbero (embebido en supersticiones populares), una sobreviviente narra.
En un péndulo obsesivo entre gauchos y “gauchitas”, bien desde el barro, o, como en un nuevo capítulo que retoma el temprano sueño pichiciego de trincheras y felatios,  varias guerras se desatan. Esta vez el sueño (o sus guerras) es queer, e intenta probar que los cuerpos no son jaulas. Llegado el caso habrá que poner el culo por la patria. Pero ese culo que “salva” los estragos de una nación macha nunca es el mismo que se ofrece a la erótica del deseo.  No se trata del amor de un camionero —en el más arcano de los anhelos homosexuales—  ni tampoco de los escarceos de un amante; no es éste el relato de esas “penetraciones”, sino más bien la analidad de una patria que es “jaula de locura”, y que, en el puro colmo, nos defecciona y manda al muere a toda una juventud.
Esta “cautiva” entre dos tumbas que Nicolás Correa elucubra con rigor y mucha literatura es la voz de una lady que prueba en carne propia los avatares de una nación que extiende su desvarío pampa hasta las crueles estepas de unas islas perdidas y aún no recuperadas. Acaso este relato de “inversión” sea otro de los modos de la guerra.


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