“Fuerza de Ley”, por Cintia Córdoba



Legalización del aborto en la Argentina, Mario Pecheny y Marisa Herrera (Comps.). Los Polvorines, Ediciones UNGS, 2019, 233 páginas.


En una conferencia brindada en Estados Unidos en 1989, Jacques Derrida nos recordaba el carácter instituyente e inevitablemente violento del derecho. Para este autor la fuerza es una especie de predicado esencial de la justicia que es posible de ser pensado “más allá de un relativismo convencionalista o utilitarista, más allá de un nihilismo antiguo o moderno que haría de la ley una máscara del poder, incluso más allá de la moral cínica de ‘El lobo y el cordero’”[1]. El poder instituyente de toda ley, la ley y también su ausencia como expresión cristalizada de la dinámica social, amerita siempre una reflexión profunda sobre la naturaleza de esa fuerza que de diversos modos pugna por su reconocimiento.
Pensemos entonces en el cúmulo de fuerzas de este texto que pretenden nutrir un proyecto de ley. Desde su prólogo, desmiente el argumento liberal de la neutralidad y la libertad de pensamiento, cuando este opera como fachada del conservadurismo, idea que Oscar Varsavsky ya sostenía en la década del 60. Cada voz que se pronuncia en estos aportes no lo hace en calidad de expertx consultadx. La ciencia toma la palabra y se constituye en fuerza. No sólo el sistema científico, sino también todas las formas del pensamiento crítico y estético que tienen lugar en las casas de Educación Superior que aquí se presentan, declaran al unísono que no pueden permanecer neutrales. Es posible advertir cómo, en la medida en que desarrollan diversos argumentos que se nutren de datos y estadísticas y de información rigurosa, se amalgama un discurso que no da tregua a la imparcialidad.  Recordemos que durante los meses de abril y mayo de 2018 se desarrollaron en el Congreso, con el objetivo de aportar a la discusión, setecientas intervenciones a favor y en contra del proyecto de ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE). Todxs lxs autorxs de estos trabajos, provenientes de las diversas áreas de investigación del Sistema Nacional de Ciencia y Técnica, participaron activamente de esa discusión y este libro es fruto de esas intervenciones.
Los artículos de esta obra colectiva despliegan sólidos argumentos a favor de la despenalización del aborto, algunos se valen de datos duros tal vez demasiado de las estadísticas de muerte por abortos mal practicados, otros, levantan la apuesta y apelando a diversas estrategias discursivas (que van desde el análisis de apropiación literaria de la obra de Atwood a la revisión del concepto de bioética), reconocen que la legalización e implementación de la IVE supone un proceso que resquebraja los cimientos patriarcales en la medida en que pugna por igualar las condiciones en el ejercicio de la sexualidad entre hombres y mujeres. Aborto legal no sólo significa aunque sí urgentemente evitar la muerte clandestina, sino que también representa la posibilidad misma de ensanchar las dimensiones de la justicia.
¿Qué caracteriza a esta fuerza discursiva? La fuerza del discurso científico ha tenido siempre la capacidad de desmontar mitos y ficciones, de desplegar frente al sacerdocio del oscurantismo una capacidad de análisis de datos empíricos que permite desocultar, en primer lugar, la hipocresía. Varios trabajos hacen referencia, por ejemplo, a la doble moral de los sofisticados y selectivos objetores de conciencia que, orientados por el único dios de la rentabilidad, se presentan esquivxs al aborto para pobres pero prontxs a la “reducción embrionaria” y a la “criopreservación” para la clase media. Las diferentes intervenciones provenientes de las humanidades, por su parte, configuran el contrapunto necesario para interrumpir el más básico sentido común por lo general místico aliado indiscutible de esas otras fuerzas conservadoras del orden a través del desarrollo de un análisis crítico que denuncia la letanía que produce sostener identidades naturales y principios esencialistas.  Las ciencias jurídicas y sociales señalan la necesidad de hablar de los aspectos legales y técnicos, de las cifras de muerte, de las vidas dañadas, de las que se encuentran a la intemperie y de las falsas representaciones que juzgan esta práctica con ligereza ocultando que las principales víctimas de la clandestinidad son las personas gestantes pobres. Es por esto que los textos, en su conjunto, no escatiman en referencias a una serie de elementos que se vinculan directamente con la pobreza: la sonda, el perejil, las lesiones vaginales y uterinas, las infecciones, la infertilidad, y finalmente, el shock hipovolémico o séptico.
La fuerza de estos artículos viene a desbaratar los pseudo argumentos de los antiderechos “en sus propios términos”. La lectura de la obra en su conjunto permite construir una idea transversal: el antagonismo conceptual es mucho más que una diferencia epistemológica. Las preguntas a propósito de cuándo se inicia la vida, si el embrión es persona o no, operan como reduccionismos que impiden advertir las dimensiones reales de la discusión: la sanción o no de la Ley de IVE representa la pugna de fuerzas colectivas, de dos proyectos políticos que configuran dos modos opuestos de habitar el mundo. Como sostiene Florencia Luna, la Ley de Salud Reproductiva, la Ley de Educación Sexual Integral, la Ley de Matrimonio Igualitario, la Ley de Identidad de Género, la Ley de Reproducción Asistida, configuran un plexo normativo que no solamente defienden derechos sexuales y reproductivos, sino que simultáneamente su tratamiento e implementación disputó en acto los modos convencionales de definir familia, mujer, sexualidad, identidad, etc. El derecho puede entonces significar, en estos términos, ese espacio de disputa política. La legalización del aborto es también una promesa de transformación social profunda, tal vez porque signifique un golpe mortal a la más antigua de todas las formas de sometimiento entre los seres humanos: el control por parte del poder de los cuerpos gestantes.
Como sostiene Derrida, en la conferencia antes mencionada, toda ley en última instancia tiene como base y sustento una ficción y una violencia originaria: el monopolio de la violencia de cualquier Estado-nación. Esto constituye la gran paradoja del derecho. Derrida no confundió jamás derecho con justicia, pero al mismo tiempo señaló que una ley puede orientarse hacia principios justos si opera sobre las ficciones violentas y conservadoras, si, a contrapelo de lo que suelen hacer “los guardianes técnicos del derecho”, la sociedad en su conjunto se constituye en activista de la justicia (poetas, artistas, científicxs, feministas, ecologistas, militantes de base, etc.) y pone en marcha, como aconteció durante esas históricas jornadas dentro y fuera del Congreso, un proceso de deconstrucción permanente que permita señalar, por ejemplo, cómo la ley vigente, arcaica y de espaldas a los derechos humanos, deja a otrxs morir en la espera, como en el conocido cuento de Kafka, “Ante la ley”. Algunos de los artículos que trabajan sobre estas ideas refutan las apelaciones a los conceptos de “homicidio” e “infanticidio” y señalan que los mismos sirven únicamente para reforzar las figuras penales y punitivas, que lejos de desalentar el aborto, simplemente niegan, ocultan y asesinan. La ley de IVE significa dejar de vivir por fuera de la ley y de la justicia. Se trata en definitiva de ser admitidxs, entrar al derecho, dejar de ser parias.
Tal vez, falte aún sostener una fuerte discusión con lxs paladinxs de la moralina para arrebatarles definitivamente una bella palabra griega que suelen adjudicarse: ética. Sin duda, ética no es ni puede ser hoy una especie de religión descompuesta, no hay ética posible que se ligue a ideas abstractas (Dios, Familia, Vida, etc.) Somos, en todo caso, sujetxs éticos porque hay que decidir sin posibilidades de apelar, ya no más, a viejos principios metafísicos. “Mi cuerpo es mío, yo decido” y “La maternidad será deseada o no será” son expresiones que toman distancia del fetiche pseudohumanista de la vida embrionaria y disputan, contra el lenguaje dogmático y la instrumentalidad vacía del derecho, la posibilidad misma de abrir, en palabras de Marta Nussbaum, una nueva Justicia Poética como horizonte. La justicia como horizonte requerirá siempre de la amalgama de fuerzas, de una ciencia comprometida, de unas humanidades disruptivas y de una lucha política inflexible.




[1] Derrida, Jacques. Fuerza de la ley. El fundamento místico de la autoridad. Madrid, Tecnos, 1997.

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