“LITERATURIDADES DE LA PESTE (1)”, por Jimena Néspolo




El comienzo del siglo 21: pestes y humanismos

Varias razones convierten a Tifus, el guion cinematográfico de Jean-Paul Sartre olvidado en la Biblioteca Nacional de Francia hasta que Arlette Elkaïm-Sartre lo entregó a Gallimard para su publicación en 2007, en una verdadera joya. En primer lugar es la fastuosidad del fracaso en relación a otras facetas más conocidas del escritor-filósofo; un “fracaso” que lo emparenta a otro escritor que también escribió un guion seducido por el séptimo arte, el cual jamás fue filmado y se conserva igualmente inédito. Los guiones El juicio de Dios, de Antonio Di Benedetto, y Tifus certifican que la racionalidad estética del siglo XX se erigió “bajo el signo del cine” y que incluso obras laterales de personalidades descollantes evidencian la riqueza de este influjo inconsútil. 
En rigor, Tifus fue escrito por encargo de la casa productora Pathé en 1943, antes de finalizada la segunda guerra mundial, cuando Sartre aun trabajaba como profesor de filosofía en el Liceo Condorcet y era apenas conocido por la novela La náusea (1938). Como en La Peste (1947), de Albert Camus, la historia se desarrolla en un escenario colonial en situación extrema: no es Argelia y el cólera, sino Malasia regida bajo protectorado británico y azotada por el tifus y la pobreza. Dos son los protagonistas de la historia, una cantante de cabaret y un médico caído en desgracia. Tifus comienza con una huida: varios pobladores blancos se aprestan a abandonar en un autocar destartalado el pequeño poblado donde la peste ha empezado a propagarse. Con el asesoramiento del guionista Nino Frank y del director Jean Delannoy, Sartre trabajó en la presentación de escenas, ofreciendo indicaciones sonoras y visuales precisas, dispuestas a crear un potente impacto: “Gran primer plano: la cabeza del indígena, ojos en blanco, boca entreabierta. Una enorme mosca se pasea por su labio superior. Enjambre de moscas por encima de su cabeza. Una de ellas se posa sobre el blanco de uno de sus ojos. La cámara retrocede para ampliar el campo”[1]. En Tifus la pobreza no es exótica y la muerte no ofrece consuelo alguno. El paisaje es agobiante, el calor asfixia y la desesperación se impone junto a la certeza de que la peste ataca a todos por igual: blancos e indígenas, viejos y jóvenes, pobres y ricos. Como todos los personajes de Sartre estos no creen en “destino” ni en “dios” alguno, sólo creen en su capacidad de elegir. Si caen, como George Astor el médico que se entrega al alcohol para olvidar la ignominia de haber sido cobarde, lo hacen con todas sus fuerzas porque lo que buscan es eso: vaciarse de la moral de los otros y armarse una moral propia. Si se levantan, como Nellie Dixmier que ya sin tener nada que vender (voz, tiempo, cuerpo) elige elegir, se blindan en el orgullo de saberse únicos  artífices de su propia suerte. 
En marzo de 1945 la prensa anuncia el comienzo inminente del rodaje; el escritor-filósofo se aboca, entonces, a la obra de teatro A puerta cerrada y a mover, junto a Maurice Merleau-Ponty, los engranajes que pondrían en funcionamiento la revista política y literaria Les Temps Modernes. No obstante, ese exceso gore del guion que hoy lo vuelve tan actual pateó el buen gusto de la época y el proyecto entró en el limbo del olvido. “Creo que lo que hace molestos a mis personajes es su lucidez. Saben lo que son y eligen serlo” –confesó el autor de El ser y la nada (1943) en ocasión de defenderse de las críticas recibidas. La conferencia El existencialismo es un humanismo, pronunciada en esos años y tempranamente publicada aquí por la revista Sur[2], responde a la misma vocación defensiva y polemista: recoge las críticas y contra-argumenta, organiza de manera sencilla un cuerpo de pensamiento y articula un “nosotros” existencialista. La película no se filmará, no, pero Sartre hará escuela y la traducción de ese texto realizada por Pepe Bianco sería uno de los grandes hits de la filosofía del siglo XX en el campo argentino y latinoamericano.
Una serie de máximas se desprenden y predican como mantras: el hombre es lo que hace, es ante todo un proyecto, es antes que esencia: existencia, es libre de elegir y cuando elige se elige a sí mismo y elige a los demás. Responsabilidad y Elección se llaman los adoquines que pavimentan Los caminos de la libertad, la trilogía de Sartre escrita en la posguerra, entre los años 1945-1949.     
Si algo caracteriza a la campaña de prevención desplegada en Argentina por el Estado Sanitarista, frente a la pandemia de Covid-19, es que carga sobre los ciudadanos la responsabilidad del contagio. El llamado temprano a la cuarentena elevó esa consigna: “Quedate en casa. Cuidate vos que así nos cuidamos todos”. La invocación temprana a cuarentenarnos desplaza así el eje de la Responsabilidad: Si la peste se desata y se vuelve ingobernable los únicos responsables serán los ciudadanos que con su irresponsabilidad permitieron contagiarse y contagiar, y no el actual sistema de salud pública, vapuleado y menospreciado en todas las esquinas neoliberales del planeta.
Lo que caracteriza a las pestes, sea la cólera de Camus, el tifus del siglo XX de Sartre o el del siglo XVII que registró Daniel Defoe en Diario del año de la peste, es la gran dosis de imprevisibilidad que inyectan en los sistemas sociales y políticos: la respuesta del Estado Sanitarista de trasladar la angustia del no-saber a los ciudadanos confunde Responsabilidad con Pasividad, Elección con Fatalidad, Guerra con Pandemia, Capitalismo con Paz o Prosperidad. Si de algo somos responsables es de haber permitido que las corporaciones “fármaco-pornográficas”[3] convirtieran al ideario de la “salud pública” en un simpático canapé para deglutir en tiempos de campaña electoral y olvidar luego sin más, aquí y en cualquier otro país del orbe que no sea Cuba.  
Si es cierto –como asegura Arnold Hauser[4]– que el siglo XX se inicia luego de la primera guerra mundial, en la década del veinte, así como el siglo XIX empieza alrededor de 183o, con grandes episodios económicos y culturales que marcan en las épocas un antes y un después, bien podemos afirmar que el siglo 21 comienza no con esta pandemia mundial sino con la conciencia de la misma. 

* Ilustración de Paula Adamo



[1] Sartre, Jean-Paul. Tifus. Barcelona, Edhasa, 2009, pág. 15.
[2] Sartre, Jean-Paul. El existencialismo es un humanismo. Buenos Aires, Sur, 1947.
[3] Cfr. Preciado, Beatriz. Testo yonqui. Sexo, drogas y biopolítica. Buenos Aires, Paidós, 2014.
[4] Hauser, Arnold. “Bajo el signo del cine” en: Historia social de la literatura y el arte. Tomo III. Barcelona, Guadarrama, 1978.

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