“El arte de la pérdida” por Rosana Koch

 

Una casa lejos de casa, de Clara Obligado. La Plata, EME Editorial, 2021, 110 páginas.



En el entre, entonces, en el entretiempo, en el entreespacio, 

se construye el tentempié del nómade. 

Es la casa, el hábitat que le aporta un techo a la experiencia extrema del desierto.

 Habitarlo, debajo de ese techo, es representar el drama de estar adentro de un afuera.”

El guetto de mi lengua, Tamara Kamenszain





En la novela Confesión (2020), Martín Kohan se refiere al Río de la Plata como un paisaje espeso, monótono y chato, ingrato: le da la espalda a la ciudad, o al revés, la ciudad le da la espalda al río. En los usos y representaciones que Kohan le atribuye a esa geografía barrosa, viciada de desechos tóxicos industriales, también sobrevuela el signo de la muerte que cargan sus aguas, cuando hace referencia a los cuerpos arrojados por los helicópteros en la última dictadura militar argentina. Ese entramado de asignaciones simbólicas, con su miseria fantasmagórica, pervive en muchas memorias. Para la escritora Clara Obligado, exiliada en España desde 1976, regresar a su país de origen, la Argentina, y atravesar nuevamente esas aguas turbias significa haber sobrevivido al horror: “Estoy viva, pienso. Estoy viva” (100), mientras navega con su hermana hasta Montevideo, recitando los versos de autores desterrados.

El 21 de noviembre del 2021, y después de un año de espera, se presentó la edición argentina de Una casa lejos de casa. La escritura extranjera (2021), última obra de Clara Obligado1, un “ensayito”, como lo denomina su autora, en clave autoficcional. En dicha presentación, Leticia Barbeito, encargada de la tapa y contratapa, repasa las derivas gráficas que componen el diseño del libro2 y que retoman en un tono de grises versiones fragmentadas del Río de la Plata bajo el enunciado: “todo recuerdo es presente”. La composición segmentada de sus aguas se reubican en la portada como piezas geométricas paralelas, y al mismo tiempo, se disponen como opuestas y dislocadas. Esta colocación puede remitir a la experiencia biográfica de su autora: Argentina y España constituyen para Clara Obligado dos espacios en tensión, duplicados, que coexisten y a la vez se enfrentan. Estos horizontes complementarios y comparados bosquejan una vida y una escritura que se alejan del centro, que se ubican en los márgenes incómodos de los dos países y sus culturas, una escritura bastarda, nómade, “que da cuenta de la perplejidad de estos dobles vínculos” (95), pues todo lo que acontece en Una casa lejos de casa, desde su propio título, está partido en dos. La estructura, por ejemplo, cuya linealidad se ve interrumpida por una página color negro profundo, intervención estética que funciona, en tanto gesto, como un silencio perpetuo frente a la desgarradura que padece quien vive la experiencia del exilio. “Destierro o entierro. Eso es el exilio” (39), dice Clara Obligado, un tajo en la historia personal: hay un antes y un después del exilio. La escritora escapó de un país asolado por la muerte y llegó a otro que se alejaba muy lentamente de la represión. España recién salía del franquismo y aún estaba “detenida en el tiempo, era oscura, triste, malherida” (46). Aunque el horizonte presagiaba aires de cambio y democracia, para Clara Obligado “el mundo dejó de ser un lugar estable” (42) y permanente para convertirse en intemperie.

Como dice el poema de Cristina Peri Rossi: “Partir/ es siempre partirse en dos”, es percibirse como una subjetividad rota, fracturada, en un estado de discontinuidad constante, en un entre-lugar donde convive simultáneamente el aquí/presente con el allá/pasado. El exiliado construye una mirada dual, “bizca”, radicalmente descentrada, que exhibe el drama de la distancia y la pérdida. Lejos de echar raíces, se es como el clavel del aire. Para Clara Obligado, la extranjería es una condición existencial que “se va pegando, como una segunda piel, como una costra (47)” y se convierte en su lugar de enunciación. Para quienes deben alejarse de su país de origen, el imperativo de recomponer un lugar para la rememoración se vuelve una instancia necesaria. La memoria –cuyo ejercicio expone el carácter fragmentario y subjetivo de su mecanismo- acude a esa casa, territorio íntimo, para huir del desplazamiento y lograr aferrarse, retener los rasgos fijos de una imagen que evoca la ilusión de estabilidad. Sin embargo, “la distancia se hace carne” y “la pérdida de la patria [del hogar] no puede repararse nunca, pero bien puede convertirse en un gran tema literario” (42), en “nicho para la reflexión” (62).

De modo que la práctica de la escritura es el único espacio de restauración, que se traduce en Clara Obligado en una escritura mestiza, feminista, fragmentaria, coral, que inscribe en su interior su propia genealogía: Agota Kristoff, Assia Djebar, Jhumpa Lahiri; una escritura bastarda, “refractaría a toda hegemonía” (95) y “sumergida en una versión subtitulada” (95) porque el cruce de lenguas (aunque sea el mismo idioma) forma parte constitutiva de quien atraviesa fronteras. El castellano natal y peninsular -en su condición de “argeñola”3- se desplazan al unísono y por momentos colisionan. La escritura traduce esos desencuentros donde el idioma materno a veces queda “ovillado en un rincón”. Otras veces, la traducción deviene en un juego que se comparte entre madre e hijas: “Tenemos en casa un juego que nos es propio: el de los sinónimos. Digo “grifo” y las niñas responden “canilla”, digo “barrilete” y ellas “cometa”. Digo “damasco” y ellas “albaricoque”, “aguacate” es “palta”, (…) (84). Y otras veces, la lengua madre se convierte en un legado que se transmite de generación en generación: “Mi nieto está aprendiendo a hablar. (…) Le hablo en argentino, porque no quiero que pierda aquello de lo que también es dueño” (96).

Una casa lejos de casa es un libro intenso, un refugio en la intemperie. Con un tono confesional, delicado y lírico, Clara Obligado relata, por primera vez y después de más de 40 años, las resonancias traumáticas que significó su exilio, y también su potencia transformadora: “Le debo al exilio esta mañana tranquila, este sol que entra por la ventana, el cuaderno en cuyos márgenes escribo, este oficio incierto, duro, apasionante” (102). Sus lectores, agradecid@s.



1 La última obra de Clara Obligado, publicada en España, se titula Todo lo que crece. Naturaleza y escritura, pero aún no se ha editado en Argentina.

2 Una casa lejos de casa, editada por Eme Editorial, forma parte de la serie Madriguera, una sugestiva colección de ensayos sobre teoría, arte y literatura cuyo tratamiento estético de tono vanguardista fue diseñado por Agustín Arzac y dirigido por Leticia Barbeito.

3 La expresión se encuentra en el cuento “El grito y el silencio” del libro Las otras vidas (2016).



Comentarios

  1. Gracias, Rosana, qué buena lectura.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. A vos, Clara, por tu obra. Que ruede y ruede por cada rincón. Cariños

      Eliminar

Publicar un comentario