“Di Benedetto y los héroes miserables”, por Natalia Gelós

 



Escritos del exilio. Textos desde Madrid (1978-1983), de Antonio Di Benedetto. Introducción y compilación de Liliana Reales y Mauro Caponi. Buenos Aires, Adriana Hidalgo editora, 2022, 584 páginas. 


Pasaron muchos años ya, pero cuando escribía el perfil sobre Antonio Di Benedetto como periodista en 2010, y buscaba en archivos de diarios y bibliotecas sus textos periodísticos, me hacía a mí misma una pregunta que hoy reafirmo. En aquel momento, Jimena Néspolo había examinado su labor como crítico de cine y había incluido ese análisis en su libro Ejercicios de pudor, donde propone una maquinaria de lectura para entrar a su obra completa como escritor; existía además una monografía de Jorge Enrique Oviedo en la que se consignaban algunos artículos periodísticos del autor de Zama, y también un punteo sobre su trayectoria. También había datos reunidos por Nelly Cattarossi Arana, bien temprano, en 1991, que abrían preguntas sobre ese escritor que era periodista, o ese periodista que era escritor; aunque –seamos sinceros– todos buscábamos al primero, a ese misterioso autor de El Silenciero, del que pocas cosas se sabían y al que esos investigadores mencionados alumbraban con sus aportes. Una cadena que fue creciendo, dato a dato, a lo largo del tiempo. Por aquel entonces, reuní varios textos periodísticos para integrarlos al libro en el que buscaba pistas sobre su detención (el primer periodista detenido por el golpe militar, se señaló alguna vez) y entonces, siendo yo misma periodista y sabiendo que el oficio tiene sus altibajos, me preguntaba –decía– si todo lo que él había escrito en las redacciones o en la soledad de su máquina de escribir pero para los periódicos, con tiempos y números de líneas determinados, merecería la pena de ser recuperado. Si era eso necesario. Si él estaría de acuerdo con eso. 

En múltiples situaciones Di Benedetto hablaba claramente del ejercicio de la profesión. El libro, que finalmente se publicó en 2011 por Capital Intelectual arribaba a algunas conclusiones; la principal: que había sido un periodista con mente inquieta, con un ojo puesto en la innovación y otro en la excelencia y que, además, asumía con compromiso y valor su oficio (daba a conocer detenciones ilegales, torturas, investigaba crímenes atravesados por la sombra de la Triple A). Eso le habría valido su detención el 24 de marzo de 1976. Todas hipótesis que el libro Escritos del exilioTextos desde Madrid (1978-1983), compilado por Liliana Reales y Mauro Caponi, felizmente refrenda. 

Escritor y periodista eran ámbitos que se fusionaban a veces, pero que mantenían a un autor dividido entre dos aguas. Algo de eso se puede leer en su libro Sombras, nada más, donde juega con la configuración rizomática de los sueños, del entramado de lo onírico y la memoria, para armar un relato con trazos autobiográficos (ejercicio anticipatorio de eso que hoy se llama, a granel, “literatura del yo”). Allí, en esa novela publicada en 1985, el autor dejaba migas de pan por todo el camino que, a la hora de repasar su vida, se evidencian como piezas de un puzzle en el que se construía a sí mismo. Ahí hablaba de sus temporadas más exitosas, y también de las más oscuras, de cómo entendía la profesión. El oficio del periodista tiene condiciones laborales lábiles y, muchas veces, a contrarreloj. ¿Todo lo publicado en estas condiciones merece ser rescatado del olvido? Los que viven de esta profesión, los que hacen equilibrio entre la vocación y la paga que llena –o intenta hacerlo– la olla, muchas veces se enfrentan a la tiranía del deadline, por empezar a enumerar las condiciones reales y cotidianas de producción de este tipo de textos. En las jornadas de Homenaje a Di Benedetto en el Centro Cultural Borges de 2022, a cien años de su nacimiento, con mucho tino Pedro B. Rey, periodista y escritor, conocedor de la dinámica de las redacciones, apuntó algo interesante: que la obra de toda una vida periodística es dispar, que los años de un trabajo tienen sus altibajos, que eso es algo natural. 

Antonio Di Benedetto no es ya un escritor olvidado. Su obra ha sido puesta en valor, los posibles senderos de lectura de su obra han encontrado en la academia y el gran público quienes los transiten. Escritos del exilio reúne textos de una de las etapas más duras en la vida del mendocino. Una en la que él mismo se buscaba rearmar, mientras intentaba urdir una vida en el destierro. En su carta al Director de la Caja Nacional de Previsión de la Industria, Comercio y Actividades Civiles, en julio de 1986, Di Benedetto, se refería a esos años en el exterior y decía: “Si bien se me devolvió a la vida libre, mi situación moral y mi aptitud para el trabajo, con el rendimiento normal anterior a esos hechos, estaba totalmente averiada y desquiciada”. Quizá es importante retener este dato, el eco de su voz, a la hora de aproximarnos a estos textos donde se ven los destellos dibenedettianos y también se lee este tejido más disperso, menos condensado y preciso, que en sus etapas anteriores. 

El aporte novedoso de este libro, sin embargo, su gran hallazgo, son los textos que fueron publicados con seudónimo, el rescate de los artículos para el semanario Consulta. Notas como “El Premio Nobel de literatura”, en los que escribe sobre la entonces reciente premiación a William Golding, autor de El señor de las moscas, y de paso denuncia la postergación de Jorge Luis Borges a tal galardón y la reiterada premiación a autores de lengua inglesa; o un abordaje sobre una exposición de Modigliani, donde divaga sobre el significado de los alargados cuellos de las mujeres que habitan su obra. Los puntos más altos tal vez sean los textos en los que reflexiona sobre el trasvasamiento de novelistas al teatro, donde su mirada se vuelve más concentrada y precisa, porque recuerda a los artículos analíticos que publicaba en su período de oro en Los Andes; o una crítica interesante a la entonces recién salida Crónica de una muerte anunciada, de Gabriel García Márquez (“tan cuantiosa en su enredo, tan suntuosa de fantasía, tan sinuosa de barroquismo…”). El libro despliega un recorrido por los consumos culturales de la época en esos años que vivió en Europa. Lejos en su calidad, tal vez, de esa crónica bella que escribió en 1981 para un diario de Buenos Aires, “Silencio y ternura". Queda en el aire, de todos modos, flotando esa eterna pregunta: ¿Necesitamos leer “todo” de un autor? ¿Acaso la voluntad de seudonimia u ocultamiento no es parte de su proyecto autoral? ¿Cuándo detenerse antes de caer en el extractivismo? 

Antonio Di Benedetto nunca dejó de lado su vocación periodística. En los años más duros, su lugar fue de compromiso total con la profesión, la de “esos pequeños héroes miserables al servicio de los demás”, como dijo en ese conocidísimo reportaje de Günter Lorenz. 

El 7 de junio es un buen día para celebrarlo. Y tal vez para invitar a buscar lo nuevo en la relectura de su obra, en ese naturalismo salvaje y existencialista de Mundo animal, incluso en esa invitación a la voz onírica de Sombras, nada más... Hay mucho Di Benedetto por releer. Quizá la gran novedad resida en eso. 



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