"Posvidas literarias" por Enzo Cárcano
"[A]cá ya no existe el tiempo. No hay que hacer sacrificios ni hazañas. Para nada ni para nadie. Solo ser, en la corriente que nos lleve" (p. 62). Son las palabras de Domingo Fidel Sarmiento, "Dominguito", caído en la terrible batalla de Curupayty (1866) e inmortalizado en Vida de Dominguito, obra postrera de su padre, a María Victoria "Vicki" Walsh, la hija del célebre autor de Operación Masacre, asesinada en 1976 durante un operativo militar contra una célula de Montoneros. A las vidas de estos dos personajes, marcadas por enormes figuras paternas y rematadas por muertes transidas de violencia política, María Rosa Lojo agrega aquí una imaginaria “posvida” que los encuentra juntos, en una isla que hace posible el diálogo más allá de las urgencias, el intercambio, más allá de las cronologías y la historia que solemos creer definitivas. Esa es, precisamente, la premisa de este nuevo libro de cuentos, cuyo subtítulo señala ya el nexo con Historias ocultas de la Recoleta, aparecido hace veintiún años. Como entonces, el ilustre cementerio funciona ahora, a lo largo de nueve relatos que narran encuentros insólitos, como un gran archivo abierto a la pesquisa erudita pero también a la recreación, a la invención, a la conjetura sobre el qué, el porqué y el cómo de la muerte y su después; a la subversión del tiempo y la apertura de la maravilla.
Hija de emigrados españoles, María Rosa Lojo nació en 1954, en Buenos Aires. Doctora en Letras por la Universidad de Buenos Aires, luego de una larga carrera académica jalonada por una ingente producción crítica y ensayística, se jubiló como investigadora principal del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Continúa, no obstante, vinculada a la investigación: es, entre otros cargos, directora del Centro de Estudios Críticos de Literatura Argentina en la Facultad de Filosofía, Letras y Estudios Orientales de la Universidad del Salvador (Buenos Aires), profesora titular de la misma institución, miembro correspondiente de la Academia Norteamericana de la Lengua Española, miembro de honor de la Real Academia Gallega y parte del Consejo de Administración de la Fundación Sur, creada por Victoria Ocampo. Su obra literaria abarca ocho novelas (Canción perdida en Buenos Aires al Oeste, 1987; La pasión de los nómades, 1994; La princesa federal, 1998; Una mujer de fin de siglo, 1999; Las libres del Sur, 2004; Finisterre, 2005; Árbol de familia, 2010; Todos éramos hijos, 2014, y Solo queda saltar, 2018), cinco libros de poemas o microficciones líricas (cuatro de ellos reunidos en Bosque de ojos, 2011, más El libro de las Siniguales y del único Sinigual, 2010) y, con Así los trata la muerte, cinco libros de cuentos (Marginales, 1986; Historias ocultas en la Recoleta, 2000; Amores insólitos de nuestra historia, 2001, y Cuerpos resplandecientes. Santos populares argentinos, 2007). Esta trayectoria creativa ha sido reconocida con numerosos galardones, entre los que se cuentan el Premio del Instituto Literario y Cultural Hispánico de California (1999), la Medalla de la Hispanidad, la Medalla del Bicentenario de la Ciudad de Buenos Aires, el Premio a la Trayectoria en Literatura 2014 de APA (Artistas Premiados Argentinos) y el Gran Premio de Honor 2018 de la Sociedad Argentina de Escritores, que recibió por primera vez Jorge Luis Borges en 1944. En 2020 fue distinguida con el Gran Premio de Honor de la Fundación Argentina para la Poesía y en 2021 con la Medalla Europea de Poesía y Arte Homero (Bruselas).
Un vistazo a la nómina de las ficciones de Lojo podría movernos a pensar que, habiendo heredado una Argentina que sus padres sentían ajena, se ha ido apropiando del país en sus textos: no solo al estudiar la historia y exhumar de los archivos sus hitos olvidados, sino también (y sobre todo) reescribiéndola, imaginándola, ensayando diálogos que trastocan las linealidades temporales y espaciales y sus aparentes contornos. Así los trata la muerte es parte de ese itinerario que bien podríamos llamar poético, porque crea allí donde la muerte puso un fin, porque abre el tiempo del no-tiempo, la posibilidad de una vida (en rigor, de varias vidas) post-mórtem, de cruces inauditos, inesperados, que iluminan alguna faz oscurecida por el relato oficial o el mito1. Allí están, entre otras y otros, Camila O'Gorman (fusilada en 1848), que encuentra llamativamente en Eloísa, la abadesa del siglo XII, una madre putativa; el infame y vituperado Nerón, que paga sus delitos con el inaudible canto de sus versos cuando lo visita el heroico José María Calaza (muerto en 1913), bombero cuya abnegación se haría famosa en la Buenos Aires azotada por el cólera y la fiebre amarilla; el médico Polidoro Segers y el religioso Giuseppe Dománico, testigos en vida del genocidio del pueblo selk’nam y compañeros, en el más allá, del prodigio del chamán Tenenésk; Maccoco Álzaga Unzué, heredero recordado por “el juego de embocar rulos de manteca entre las tetas de unas valkirias pintadas en el techo del Maxim’s” (p. 246), al que las mujeres le dan una lección, y la “posvida”, una nueva largada; Mariquita Sánchez de Thompson, que, rejuvenecida de muerte parisina, escribe cartas a su hija; o Eduarda Mansilla, que en 2018 llega ante el moribundo hijo de un anticuario estadounidense buscando su baúl extraviado, y encuentra, en la televisión, a un personaje que le hace preguntar “¿Quién es ese viejo teñido que hace gestos de amenaza con la bandera de la Unión a la espalda? ¿El empresario del nuevo circo Barnum?” (p. 98).
El libro es, en suma, un diálogo de tiempos, de personajes, de voces, de historias, de memorias y de poéticas, pero también es un diálogo al interior de la obra lojiana, sembrada de pistas autobiográficas. Se entrevén, por ejemplo, los viajes de Lucio V. Mansilla a Oriente primero (texto de juventud exhumado y editado por Lojo) y a los ranqueles después, más el nuevo viaje que sucede en La pasión de los nómades (vuelven Rosaura y Merlín), y aun el que antes de esa novela recreara la propia Lojo con su familia. También resuenan Las libres del Sur, protagonizada por Victoria Ocampo, que vuelve ahora como huésped de la quijotesca ínsula de Fani, y Una mujer de fin de siglo, más todo el trabajo académico de recuperación de la figura y la literatura de Eduarda Mansilla. Y, por supuesto, las microficciones líricas de Esperan la mañana verde e Historias del Cielo, libro del que bien podría haberse extraído un pasaje como este, verdadera síntesis y, de algún modo, principio constructivo de Así los trata la muerte: "En el Otro Mundo ya no hay tiempo ni, por tanto, se almacenan recuerdos; solo flashes, idas y vueltas en redondo, simultaneidades" (p. 41).
1 Cabe acotar que, como adenda final, Lojo incluye una lista de bibliografía histórica y literaria que consultó para construir cada relato.
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