“Esto no es una Moleskine, es mi cuaderno de dibujos”, por Laura Vazquez Hutnik
Mi
cuaderno de dibujos y viñetas, de Delius. Temperley, Tren en Movimiento, 2014, 128 páginas.
"Qué significa encontrarse tomando
soda en dos vasos?" o "ya me había olvidado de la dinámica de los
aeropuertos", "soy obrera seis días de la semana para poder aburguesarme
el séptimo", "corte Juana de Arco, como un pibito", "ya no
pienso más que el amor no existe", son algunos de los pensamientos que
acompañan el cuaderno de dibujos de Delius. Se ha discutido mucho sobre
literatura y experiencia, menos sobre historieta y experiencia. En este último
caso, el sesgo confesional tiene un alto grado de incertidumbre cuando el
lenguaje es mixto puesto que los significados de la imagen son siempre
menos susceptibles de circunscripción y más evanescentes. Hasta podría arriesgarse que lo que dice la autora no siempre es lo
que muestra y que esa búsqueda se presenta allí, en la compleja y
polifónica operación entre diseño, texto y dibujo.
Moleskine nace como marca en 1997 reproduciendo el
legendario cuaderno de notas utilizado por Van Gogh, Picasso o Hemingway, entre
tantos otros. Hasta aquí un acercamiento posible a esa libreta de culto que
portan dibujantes y escritores. En la reciente edición de Tren en Movimiento la
artista Delius (María Delia Lozupone) invierte las reglas del objeto y
deliberadamente lo transforma en materia intervenida. Se reapropia de lo
consagrado (de esa seña reconocible entre circuitos restringidos e iniciados)
y trueca la mercancía en
autorrealización plena y desposeída de sloganes
y gravámenes. La "mokeskine" de Delius, entonces, puebla la página en
blanco de un hipótetico consumidor con
la imaginación (siempre emotiva) de la catarsis personal.
El influyente crítico alemán Diedrich
Diederichsen hace referencia al concepto tortured artist como expresión
de una pose habitual que consiste en ganar importancia apelando a la exposición
de un sufrimiento escenificado. En este sentido, el propio valor artístico, por
consiguiente, es proporcional a los esfuerzos empleados para defenderse de los
demonios internos y externos, o transformarlos en obras de arte. El libro/diario de
Delius ronda ese concepto que lejos del personalismo tiene un particular
interés por compartir y procesar la experiencia.
El
libro está dividido en tres partes realizadas entre diciembre de 2008 y octubre de 2014: Dibujos, Chicks on comics
y Colombia. Cada una está ensamblada con fragmentos que van desde las letras de
The Who, a las de Spinetta, de los Babásicos a los Beatles, de Björk a Julieta
Venegas y de Epumer a Los Twist. Cada fragmento es elíptico y sin embargo esa
descomposición deliberada nunca es desvío. Las referencias post-eruditas (dignas de una educación cool) se
resisten a la tipificación del lugar común: "cuando perdí mi primer embarazo los doctores decidieron hacerme un
raspaje para prevenir una infección. Desperté de la anestesia general con mucho
frío. Así como estaba, temblando, medio drogada, tonta y feliz canté happiness
is a warm gun a los gritos". La canción de Lennon/McCartney
sale de la boca de una mujer desnuda tendida en una camilla. La puesta en
discurso e imagen de la fragilidad contradictoria de la pérdida no está
exigida de estilismo y mucho menos de provocación estética. Pura necesidad,
nada de preciosismo o artilugio.
Como
lector se tiende a pensar que la selección acompaña el "estado de ánimo" narcisista de la
autora y sin embargo se desprende de la combinación entre dibujos y canciones
una temperatura de época y una intertextualidad cifrada en los códigos
compartidos. Es como si Delius dibujara y cantara con nosotros (o por lo menos,
poguea junto a los que rondamos los cuarenta). A tal punto desaparece el yo de
escena que su prólogo recién llega al final, previo escaneo de un boarding
pass de Aerolíneas Argentinas destino Bogotá-Buenos Aires. Si no fuera
porque el nombre del pasajero indica lo contrario, el ticket podría
pertenecernos, como la moleskine y como esas canciones.
Y sin
embargo en ese punto exacto en el que creemos ser parte ("este podría ser
mi diario"; "estas podrían ser mis vivencias") ella deja su
marca autoral: "Mi nombre es María Delia y me dicen Delius. Dibujo y hago
historietas desde hace muchos años y así exorcizo a los monstruos de mi cabeza.
Por eso no pienso dejar nunca este hábito, ya que además de salpicar algo de
tinta, el doblar mi columna en forma de ´S´ frente al tablero me ha permitido ganar la simpatía de algún que otro lector de vez en cuando". Y
con esta interpelación asumimos nuevamente el emplazamiento: con o sin columnas
en eses y con la carga de nuestros propios monstruos.
Pelos,
papelería intervenida, cartón de cigarrillo (Philip Morris), entrada al Gran
Rex (Lou Reed), gusanos, arterías, esqueletos, útiles, lunares, hojas de
plantas, tipografías perfectas, juguetes, animales inventados, comidas, ticket
de Obras (Los Ramones), figurines, cortes de pelos, más pelos, lágrimas y
pasteles. Más que un uso elegante de la técnica grafo plástica en su registro
se pone en escena una matriz conceptual y lúdica en donde la estética nunca es
ornamento y el ornamento nunca es meramente estético. Y así es como se hacen
los buenos diarios (privados) transformados en libros o los buenos libros
(públicos) convertidos en diarios.
qué linda nota laura, gracias!!! me emocioné, qué lectura!!! tan detallista, no se te escapó nada, me gustó eso de "poguear con los que rondamos los 40"... jaja, beso!
ResponderEliminarGracias querida y talentosa!!!!!!!! Y sigamos pogeando foverer! besote!
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