“La tranquilidad incómoda”, por Eugenia Argañaraz
No a mucha gente le gusta
esta tranquilidad, de María Teresa Andruetto. Buenos Aires, Literatura
Random House, 2017.
Ocho
cuentos breves pero precisos que no pierden intensidad y se encadenan unos con
otros, no siempre desde lo temático, sino más bien desde el accionar de
personajes capaces de decir y sentir
aquello que está en ellos, aunque lo desconozcan e ignoren. La tranquilidad es
molesta, incómoda, se resiste a ser llamada de otra manera y a ser clausurada.
Individuos
difusos, engañosos, por momentos, que nos hacen dudar acerca del lado en que
conviene permanecer. Olores, colores, sabores, todo reunido en textos y
palabras que invaden y que nos invaden. Se añaden retratos que demuestran que el pasado mancha
para siempre. Relatos con epígrafes precisos para abordar cada lectura,
invitándonos a una exploración que no decepciona porque cada línea condice con
la vida. Vida que es escritura y escritura que, en lo memorial, se vuelve vida.
Abre esta antología “Gina”, una mujer de apariencia fuerte pero
inmensamente débil y con acertado ojo crítico; luego “Lección de piano”, en donde el pasado oprime
y es algo más que el recuerdo de un
tiempo transcurrido. Un viejo con la añoranza a flor de piel, producto no solo
de la pérdida sino también de un sometimiento iniciado por él mismo: “Yo la acompañaba al piano, la seguía
sin resaltar las notas, siempre tras ella y cuando terminaba la aplaudía a
rabiar, como si yo solo fuera todo el público de un teatro…” A continuación nos
encontramos con el tercer cuento, que lleva el título del libro, en el cual
Andruetto, con suma delicadeza y precisión, describe cómo tres hermanos afrontan
la resignación. Hay algo que ha estado y se ha perdido o evaporado y entonces lo
inenarrable se recrea entre líneas hipotéticas, dando cuenta de un hoy…
“La
Parisina” acude en la narración con descripciones de un Buenos Aires álgido y
compungido, donde los personajes concilian lugares con momentos, y con la
tristeza de aquello que ya nunca será. Sensaciones que solo tienen lugar en la
memoria y no en la tangibilidad de una caricia. Un relato en el cual se piensa
que “contar la historia de uno es contar la historia de otros”. El ahora, la
actualidad de esos personajes, y el confort con el que han vivido, se ha vuelto
insoportable.
Cuando
el lector prosiga deslizándose con paso firme en las líneas de esta antología
se encontrará con “Un águila sobre el
nopal”; aquí conocemos a una mujer extremadamente resistente, a quien el fin de
los días no alcanza y todo se vuelve infinito y certero. Avanzando por el
sendero de los recuerdos, “La redentorista” es la imagen perfecta para explicar
qué tan cruel puede haber acontecido una vida, la vida de una difunta que ha
sido olvidada. En este caso, es la propia muerte la que se ocupa de transformar
el presente para hacer memoria y reivindicar…
Ya
hacia el final, nos encontramos con los dos últimos relatos, que muy
probablemente dejen una marca especial en quienes recorran la literariedad de
estas historias, estas conjugan lo fraternal y lo pasional de la vida. En el
cuento “El hijo”, un hijo que no olvida, un padre que se va porque solo ha
sabido ser hijo y no padre. Un hombre que es padre y ha optado por ser hijo
indefinidamente. Se recepta que con lo vivido y transcurrido uno está a tiempo
de salvarse de la culpa y por qué no, de lo injusto.
El
último relato, “La noche interminable de Villa Crespo”, es capaz de generar en
el lector avezado el pedido de lo inacabado y también la necesidad de que se
concrete aquello que no ha podido concluir antes. El volver a comenzar se
presenta estrictamente como un deber, como una obligación propia del ciclo del
vivir: una pareja, un pasado, un amor que no ha sido, dos seres enfrentándose a
un presente que quizá abrume; sin destino, ni camino por el cual transitar.
Andruetto
nos lleva a deleitarnos una vez más como ya nos tiene acostumbrados. Delicadeza
y fragilidad recorren la interioridad de los relatos. Al fijar la mirada en la
portada nos encontramos con una fotografía, un recurso muy estilístico de la
autora y que nos lleva a conformar vínculos y sujeciones propias con respecto a
lo paratextual. Una fotografía en sepia, en
este caso, de una mujer que irremediablemente evoca la tristeza sin buscar la
sonrisa porque la resignación ya la ha inundado. Imagen y diseño de tapa a
cargo del artista plástico Juan Pablo Cambariere. Un cuadro desproporcionado e
inquietante, sin equilibrio de planos, donde “el mirar” es un trabajo
particular.
No a mucha gente le gusta
esta tranquilidad enfatiza las situaciones de lo cotidiano que
muchas veces se dejan pasar pero que, a pesar de ello, la memoria rescata para
celebrarlas en circunstancias precisas de ser rememoradas.
Familia,
amistad, vínculos amorosos se enlazan con la fuerza inmediata de individuos que
acuden a una memoria agitada que perturba lo confortable. La memoria necesita
reconstruirse y qué mejor que evocar los recuerdos con empatía, enfrentando la soledad
en medio del silencio deshecho.
Estos
cuentos se inmiscuyen en uno creando la posibilidad de sanar y calar hondo,
porque no toda la literatura es perceptiva, y ni siquiera debe cumplir una
función específica. La autora nos presenta momentos de experiencias de “otros” semejantes
a nosotros, convertidos en la pintura justa y necesaria para demostrar lo
coloquial; retrata narrativamente lo simple, lo complejo, lo incomprensible y
lo rutinario. Todo y más pero esencialmente, la vida.
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