“Creer y no creer”, por Miryam Pirsch


A dónde van los que no creen, de Gabriela García Cedro. Buenos Aires, Santiago Arcos editor, 2018, 80 páginas.
Gente común, maravillosamente común.
Distinta a todos igual, a todos los demás.
Gente común.
En el asiento de al lado, en la ventana del bar,
bajo el paraguas urgente, en la casa de enfrente, en el auto de atrás
en el cuaderno tachado, y el portafolio marrón
esperando en la parada, la ropa colgada secándose al sol
hay historias simples que contar,
todos los días un libreto humilde para armar, con nuestra vida.
 
“Gente común”, Agarrate Catalina
              

Los personajes que protagonizan el primer libro de cuentos que publica Gabriela García Cedro son “gente común”, gente como cualquiera de nosotros, como todos y como nadie, tan anónimos que en su mayoría carecen de nombre propio. Son él y ella, mi padre, el dueño, el marido, los chicos, la mayor…
La escritura de los cuentos es despojada, carece de cualquier tipo de barroquismo y apela a la economía para hacer más grises, más borrosos aún a sus criaturas. Las descripciones, escuetas, se detienen solo en aquellos rasgos necesarios para dar cuenta de lo indispensable. Lo único que sabemos acerca de la discípula enamorada de su maestro en “¿Querés qué…?” es aquella frase con la que una vez escuchó cómo su amor platónico se refería a ella: “No tiene ninguna gracia”. Esa y la pregunta del título serán suficientes para dar cuenta del desprecio y del resentimiento que sostendrán durante años la relación entre el gigante derrotado que agoniza en una cama de hospital y la asistente vengativa y, ahora,  todopoderosa. Personas o animales, lo que importa de ellos jamás será el aspecto sino los vínculos (o la falta de ellos) en donde García Cedro se detendrá, en la intensidad de la incertidumbre en que viven y en las consecuencia de sus actos.
La pregunta que da título al libro y al primero de sus relatos inaugura una zona de duda que jamás será respondida: ¿quiénes son los que no creen? ¿Adónde van? ¿Los que no creen en qué? Los que no tienen ninguna certeza son todos los personajes de este universo literario tan reconocibles para los lectores, pero es también una pregunta a la que nadie podría responder porque en la vida cotidiana, en el día a día de sus pequeñas odiseas nadie sabe nada más que lo inmediato. Ese cuerpo que yace en la morgue, esas cenizas de la urna, ¿son mi padre?; ese hombre anónimo en el colectivo ¿será la oportunidad de una aventura que me anestesie por un rato del aburrido matrimonio?; si él no hubiera estado de acuerdo y pagado el aborto, ¿sería posible pensar un futuro?; si hubiera seguido trabajando como profesora, ¿sería más feliz?.
La formación de García Cedro en literatura, su oficio de crítica y lectora profesional, emerge en la escritura pero también bajo la forma de claves intertextuales. Estos personajes de su universo, marginales y solitarios, sueñan con dar un giro a sus grises vidas, un vuelco que los “salve” y los saque de esa nebulosa. El empleado de la fábrica de “El tanque” anhela la indemnización a través de un “accidente” laboral, la mujer de “Zona Oeste” mira y sigue al hombre que parece responder a su deseo adormecido, la profesora de literatura agobiada por la rutina cree que aceptar un nuevo empleo la sacará del agotamiento de la profesora-taxi en “Elecciones laborales”. Pero será esta última la que realice el guiño mayor a los lectores cuando tras irse de la librería arroje las cenizas y brasas de su cigarrillo hasta asegurarse de dejar papeles en llamas tras la puerta definitivamente cerrada: “Sonrió celebrando un final más feliz que el de Silvio Astier”. ¿Quién dijo que esto era un fracaso? Las cruzadas de los personajes no siempre terminan como ellos o ellas esperaban, pero a lo mejor eso es parte del destino que espera a los que no creen.

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