“EL OTRO, EL MISMO” POR JAVIER GEIST
El muñeco de José Retik. Córdoba, Borde Perdido Editora, 2024, 94 págs.
En La risa: Ensayo sobre el significado de la comicidad, Henri Bergson sostiene que no hay comicidad fuera de lo propiamente humano. Podemos reírnos de animales u objetos, pero solo porque encontramos en ellos rasgos de nuestra humanidad. Si bien otro texto de Bergson aparece citado en el primer epígrafe de la novela de Retik creo que la premisa anterior funciona perfectamente como clave de lectura y presentación de esta obra. El muñeco es una novela corta en dos partes cuyo rasgo distintivo es el humor. La comicidad en esta novela funciona como un espejo de nuestra humanidad, puesta en distintos sitios: elementos de ortopedia, títeres, sistemas burocráticos y, por sobre todas las cosas, la tecnología. Pero, vayamos por partes…
Todo inicia en la ciudad de La Plata, cuando un empleado de la burocracia estatal debe tomarse una licencia por una lesión en su brazo. Ante el aburrimiento atroz, el protagonista comienza a usar su férula como un títere: “Comencé a crear todo tipo de personajes en ella. Compré peluquines, botones, gorritas, cigarrillos, anteojos, rush , aros, perfumes, etcétera” (p.7). Desde este punto, el delirio no hace más que subir la apuesta página tras página. En un libro extraído de la biblioteca encuentra información sobre una larga tradición de inventores de máquinas autómatas. Una suerte de precursores de las máquinas dadaístas, pero con técnicas más precisas y una mayor inutilidad: “Su obra maestra había sido el Canard digérateur, un pato de tamaño real recubierto de oro con un sistema digestivo artificial de más de cuatrocientas piezas móviles” (p. 8). De este libro llegará a encontrarse con un anciano “Fabricante Nacional de Autómatas” (p. 15) cuyo nombre permanece bajo un halo de misterio, pero al que se referirá como Ricardo, las veces que pueda; y quien lo iniciará en el arte de la ventriloquía y la relación con uno de sus muñecos en particular. Proyecto al que se dedicará luego de que, en un examen de reconocimiento médico digno de un acto de Les Luthiers, le otorguen la jubilación por incapacidad: “-Estoy considerando dejar la administración pública para montar un espectáculo de ventriloquia. -¿Escucha voces? -Y si, para ejercer este arte hay que escuchar al muñeco” (p. 37). La novela escala a pasos agigantados hacia el absurdo, pero no hacia el sinsentido, sino hacia el absurdo existencialista clásico: “Créame, el resto es algo parecido a Esperando a Godot, con la diferencia de que Godot llega a último momento” (p. 22). En lo personal la relación entre el protagonista y Ricardo es más parecida a la de Pozzo y Lucky, pero profundizar allí arruinaría el final y sus giros argumentales.
En paralelo a estos hechos aparece Denisse, una vieja amiga de la facultad, experta en matemáticas y programación, que introduce la relación de la novela con la tecnología. “Estoy avanzando en la posibilidad de crear un cognitivismo bio-informático” (p. 17). Hechos que terminan abriéndole la puerta a una ciencia ficción que parece tener más de presagio que de ficción: “Avancé con la investigación. Creo que estoy en condiciones de descargar tu cerebro en un ordenador” (p. 41). Esta última idea es el punto de partida para la segunda parte de la novela, en la que la conciencia del protagonista se desdobla, a través de un procedimiento informático entre él y su muñeco: “Podríamos ponerle toda la información de tu cerebro al muñeco y reprogramar tu talento creativo en el dispositivo que le insertemos” (p. 51). Llegado este punto el absurdo se torna delirio y los autómatas toman el control de las páginas. El show de ventriloquia debuta en Las Vegas, la fama del muñeco deviene en secta y se yergue una suerte de paternidad cyborg tan problemática como humorística.
La novela de Retik logra un perfecto equilibrio entre el humor, la problematización de las tendencias tecnócratas actuales y una revisión de los clásicos debates filosóficos sobre la naturaleza del ser.
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