“Pensar en futuro”, por Jimena Néspolo


Futuro, de Marc Augé. Trad. Rodrigo Molina-Zavalía. Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2012, 160 págs.
La vida en doble. Etnología, viaje, escritura, de Marc Augé. Trad. Heber Ostroviesky. Buenos Aires, Paidós, 2012, 167 págs.



La vida en doble no es una autobiografía intelectual –dice el etnólogo francés creador del hit del “no lugar” y la “hipermodernidad”, como soplando lo que la negatividad instala– pero… podría serlo. Ha excluido –asegura– todo lo que refiere a su vida privada pero… sin embargo, Augé logra arrastrarnos a lo largo de las páginas con el ímpetu de una subjetividad que encuentra claro anclaje en ese yo autobiográfico que ya se pierde contando la temprana influencia que su tío, oficial de marina y héroe de la Segunda Guerra Mundial, ejerció en su infancia, ya revive sus escaramuzas entre árabes y pied-noirs durante su servicio militar obligatorio en Argelia o reflexiona en cómo aquella experiencia de patrullar una ciudad caótica que bregaba por dejar de ser colonia marcó su vida intelectual futura: “La disciplina militar es antes que nada una cuestión de lenguaje; es lo que le da fuerza; estructura un universo que en la vida corriente tiene límites claros, pero que en los períodos de acción, que son su razón de ser y su fin último, ofrece a cada uno de los que forman parte de él la comodidad inmediata del sentido absoluto.”
Marc Augé cursó estudios literarios y luego se inició en la antropología con un trabajo de campo que desmenuzaba las diferentes formas de poder pergueñadas a través del linaje en la sociedad alladian, en Costa de Marfil; entre 1985 y 1995 dirigió L´Ecole des Autes Études en Sciences Sociales (EHESS) y la Office de la Recherche Scientifique et Technique Outre-Mer (ORSTOM) mientras realizaba más investigaciones en África. Sabe, por tanto, que el hombre es ante todo un animal simbólico que para vivir necesita ordenar el universo a través de las jerarquizaciones que la ritualidad y el lenguaje ofrecen. Por eso Futuro, este ensayo breve y vital, a la vez que denuncia la falsa “transparencia”, el efímero “eterno presente” y el déficit ritual del mundo contemporáneo, intenta ser fiel a sus propios postulados y esbozar un camino posible, porque para Augé pertenecer al propio tiempo supone la capacidad de poder sobrevivirlo: “Ser contemporáneo es poner el acento sobre aquello que en el presente esboza algo de porvenir.” Pensar el futuro, dice el autor de Un ethnologue dans le métro (1986), es una necesidad inherente del hombre, es una construcción que el ser humano realiza desde que vive en la cultura y que sólo es posible en comunidad a través de una puesta en intriga del tiempo.
El proyecto intelectual de Marc Augé está atravesado desde sus comienzos por una fuerte conexión entre etnología, viaje y escritura. Por más que declare que Jacques Le Goff y Jean-Pierre Vernant fueron sus intelectuales faro, su concepción del tiempo como dilatación e intriga supone un conocimiento profundo del estructuralismo y las teorías narratológicas. A su vez, la fascinación ejercida por Lévi-Strauss, en especial por Tristes trópicos, se patentiza en su consideración del etnólogo en tanto sujeto que vive urgido por la necesidad de salir de sí mismo. Se trata de una necesidad –dice en La vida en doble– que puede adoptar distintas facetas, y la escritura en general y no solamente la escritura etnográfica, es una de ellas. “Todo escritor lleva una vida duplicada que nos recuerda el tipo de existencia y de influencia que siempre y en todo lugar se le ha atribuido, más allá del nombre que se le diera, a los espíritus fuertes considerados capaces de agredir, desestabilizar o influenciar a sus semejantes.” En ambos casos se trata de una  etnología de encuentros que impulsa al sujeto a viajar al interior de sí mismo para encontrar al otro: un etnólogo que se desprende de su yo íntimo para ocupar un lugar que no es el del otro, sino un espacio intermedio en el que se encuentra con uno o con varios “informantes” que por decisión propia se acercaron a él. Todos se han desplazado, han salido de sí para estar “fuera de lugar” porque sus posiciones relativizan la noción de lugar y la distancia de la evidencia ordinaria que marca la norma. Ser, por tanto, itinerante es darse la oportunidad de hacer pausas en lugares que quizá puedan ser efímeros, lugares de paso; significa también no descuidar el regreso, el recorrido circular mediante el cual volvemos a nosotros mismos al reconocer la pertenencia. “Los verdaderos lugares –dice Augé– están en nosotros. La necesidad de escribir se parece a esa necesidad de regresar en la que se experimenta al mismo tiempo el recuerdo y la espera, la tentación del pasado y la urgencia del porvenir.”
Futuro y La vida en doble parecen haber nacido de un mismo impulso que es a la vez evocación, ajuste de cuentas con el presente y una apuesta a futuro que se singulariza en la noción de “imagen”:  imágenes que se multiplican en miles de pantallas e invitan a la despersonalización planetaria de la comunicación y que es preciso denunciar, imágenes que regresan del pasado y se instalan en la percepción del presente, imágenes que son recuerdos pero también esquirlas de lo que no sucedió y que por tanto contienen aún la promesa de un mañana. 


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