“La hija de Bobby”, por Felipe Benegas Lynch
spirityouall, de Bobby McFerrin.
Sony Masterworks, 2013.
En su último
trabajo Bobby McFerrin aborda un género en el que su padre, el gran barítono
Robert Mcferrin Sr., se destacó notablemente. Se trata de las canciones
populares de origen afroamericano conocidas como Spirituals o Negro Spirituals.
Mcferrin, que
se animó a grabar varios de los temas del repertorio que hacía su padre, parece
haber encontrado en el juego la clave para que el legado paterno no lo
aplastara o lo paralizara. Ya desde el título, spirityouall,
el juego con la tipografía, los colores y el sonido
transforman la alusión genérica en una invocación que conserva la impronta
espiritual pero que abre el camino para nuevos rumbos.
En línea con
sus anteriores portadas (VOCAbuLarieS, de 2010, y Beyond Words, de
2002), Mcferrin insiste en buscar a través de las
palabras aquello que excede las posibilidades de la palabra, y lo hace a través
del juego y la improvisación. Así logra hacer propia una tradición popular en
la que su padre dejó una marca imborrable.
Hijo de un
pastor, McFerrin Sr. fue uno de los primeros músicos negros en destacarse en el
ámbito de la llamada música culta. De hecho, fue el primer músico afroamericano
en tener un rol principal en el Metropolitan
Opera House de New York. En youtube se lo puede ver en el año 1995 cantando
solemnemente los mismos temas que ahora canta su hijo. Desafortunadamente,
su disco Deep
River and Other Classic Negro Spirituals, de 1957, no se encuentra digitalizado.
El juego de Mcferrin
no carece de solemnidad ni de espíritu. De hecho, todo el disco parece ser una
búsqueda espiritual marcada por un modo muy particular de entender y
reivindicar esa música que se puede sintetizar con una frase de Hal Johnson
(coach de McFerrin Sr. y especialista en Spirituals) que uno descubre al sacar
el CD de su encastre:
This music [spirituals] was transmitted to us through humble channels,
but its source is that of all great art everywhere –the unquenchable, divinely
human longing for a perfect realization of life. Its most tragic utterances are
without pessimism, and its lightest, brightest moments have nothing to do with
frivolity. Born out of the heart-cries of captive people who still did not
forget how to laugh, this music covers an amazing range of mood.
(Esta música nos fue transmitida a través de
canales humildes, pero su fuente es aquella que alimenta todo gran arte en
cualquier lugar –la inagotable y divina aspiración humana por una perfecta
realización de la vida. Sus tonos más trágicos carecen de pesimismo, y sus
momentos más ligeros y brillantes no tienen nada que ver con la frivolidad.
Nacida de los corazones de gente cautiva que sin embargo no olvidaba cómo reír,
esta música cubre un sorprendente rango de humores.)
McFerrin juega
para no quedar atrapado de las fórmulas genéricas ni del lenguaje. También le
rehuye al virtuosismo vano. La calidad y la calidez de su voz se lucen a partir
de la colocación milimétrica de alguien que busca ser un resonador de algo que
lo trasciende. Así se lo ve en escena: invocando y convocando a su banda y al
público para canalizar las vibraciones del espíritu.
Si bien el
disco cuenta con la participación de figuras notables como Speranza Spalding,
Larry Campbell y Ali Jackson, vale la pena buscar videos de los shows en los que McFerrin canta con su hija Madison, una vocalista impecable que potencia el
juego y la sensibilidad de su padre.
El disco
entero se nutre de los giros del blues, del folk y de una gran paleta basada en
la música norteamericana. La banda, volcada principalmente a los instrumentos
acústicos, está dirigida por el arreglador y tecladista Gil Goldstein. El disco
incluye versiones de los spirituals tradicionales, temas de McFerrin y hasta
una hermosa versión del tema de Dylan “I shall be released”. Por estos días la
banda se encuentra presentando el disco en España.
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