“La vida es políticamente incorrecta (notas de un congreso políticamente correcto)”, por Miryam Pirsch


México es la ciudad en donde lo insólito sería que un acto, el que fuera, fracasase por inasistencia.
Público es lo que abunda, y en la capital, a falta de cielos límpidos, se tienen, 
y a raudales, habitantes, espectadores, automovilistas, peatones.
Carlos Monsivais, "De los orgullos que dan (o deberían dar) escalofríos"


Pisar Ciudad de México es un desafío para todo viajero. La inmensidad se anuncia desde el mismo aeropuerto. Pero hablar del DF y de la amplitud, la multitud y el tránsito ya resulta un lugar común, sobre todo cuando cronistas como Monsivais lo han hecho desde las entrañas de la mexicanidad. Prefiero la excepción, los acontecimientos únicos pero suficientes en sí mismos para ganarse un lugar en la agenda de los sucesos interesantes.
La "ciudad interminable" fue la elegida esta vez como sede del 34° Congreso Internacional de IBBY [1] y el congreso, como era de esperarse, fue el más grande de la historia. Cuenta una casi fundadora de IBBY que el único más o menos similar en dimensiones o que haya rondado los mil asistentes fue China 2006 (¿qué otro sino China?). "Que todos signifique todos"  fue el lema de este año, con la inclusión como eje de cada mesa al punto que las actividades se desarrollaban simultáneamente en castellano, inglés y lengua de señas mexicana.
Sesión de mesas paralelas. No tengo ganas de concentrarme para escuchar las exposiciones mayoritariamente en inglés y entro en la presentación de la colección Kipatla en un salón poblado por todos los maestros mexicanos no bilingües. El proyecto ha sido dirigido por una especialista mexicana en temas de integración y será distribuido en las escuelas públicas del país. Realizados sin demasiado tiempo, editora y autores recibieron el asesoramiento de la CONAPRED (el INADI mexicano) que advirtió cualquier esbozo de estereotipo o expresión discriminatoria. Cuentan entre risas que ante el hipermexicano "Padrísimo" fueron advertidas de que se trataba de una expresión asociada al patriarcado y hubo que buscar otra no sexista. ¿No será mucho? me pregunto, pero mi teléfono no funciona y no puedo consultar a María Rachid para que me asesore. Mejor me voy a mirar libros.


En la librería del congreso la diversidad se hace realidad: literatura infantil de todas las editoriales inalcanzables para el lector argentino, todos los formatos, todos los autores, todos los ilustradores, las estrellas de la LIJ [2] desplegadas a lo grande y, además, está Arnoldo, el mejor librero del mundo. ¿Acaso alguien recuerda a un librero que haya leído cada uno de los libros que vende y que además dé una opinión crítica sobre él? También se ocupa de averiguar dónde firmará ejemplares tal o cual autor/a o ilustrador/a con la precisión de un agente de prensa. Reserva libros, recuerda cada cara, da la bienvenida a los clientes que pasan a ver las novedades diarias con precisiones que no dejan duda de que sabe quiénes somos, qué compramos ayer y qué libro tiene que ofrecernos; si no tiene el libro (porque no es infantil, no porque no esté en stock) te dará la dirección precisa de la librería donde lo encontrarás. Y por si todo esto fuera poco, la noche de cierre encabezó el reparto de tequila, el baile y la comitiva que continuaría la pachanga en Plaza Garibaldi. ¿¡Cómo no dedicarle un párrafo a  Arnoldo!?

Bajo la extraña categoría de "Espectáculos" asisto a la presentación de Mardonio Carballo, poeta que con solo presentarse empieza a dinamitar los mitos de lo políticamente correcto. Rechaza el estrado, se sienta en los sillones del escenario, pide agua y recita en náhuatl mientras mira con picardía cómo la intérprete de señas permanece cruzada de brazos. La lengua de su poesía está más allá de todo, nos incluye y nos excluye a todos los presentes, nos envuelve en la fascinación de lo que no conocemos pero sospechamos apasionante. Pero cuando traduce, la cosa no cambia; en este ámbito de la corrección, lo primero que nos compartió fue un albur, poema erótico cargado de dobles sentidos que con sus miradas y gestos pícaros arrancan las risas más estruendosas y los gritos y aplausos más enfáticos que este congreso haya escuchado. Gracias, Mardonio, cómo no enamorarme de tu presentación, de tu poesía… Soy tu fan argentina.
Sigo buscando espacios donde la inclusión se viva y no se declame. IBBY no puede fallarme y como extensión del congreso visito el último día la biblioteca BS ¡A leer! IBBY México. Ese era el sitio: el paraíso existe y nos recibe con la sonrisa de Felipe, nuestro guía por esa casa centenaria que un millonario donó y que poco a poco van reciclando. Hay espacios para investigadores, para niños, para profesores, parque, talleres…y la frutilla del postre, el laboratorio de audio de Carlos Matamoros, que es parte del programa de inclusión, donde conviven libros traducidos a braille, computadoras especiales para leer y escribir en braille y los audiolibros: CDs con cuentos leídos maravillosamente y DVDs donde la voz y las ilustraciones del libro original acompañan a un narrador de lengua de señas mexicana en imágenes que encantan aun a quienes puedan escuchar.
Aquí termino el recorrido. ¿Por qué en esta biblioteca? Porque aquí, como en la literatura, la inclusión fluye naturalmente. Porque aquí, como en la vida, no todo tiene que ser políticamente correcto.




[1] IBBY es la sigla de International Board on Books for Young People, organización fundada en 1953 por Jella Lepman en Zurich (Suiza) donde tiene su sede. Realiza su congreso cada dos años y en ellos, entre otras actividades, se entrega el Premio Hans Christian Anderson a escritor e ilustrador y se presenta la Lista de Honor, selección de libros destacados de sus filiales de todo el mundo. En la Argentina, la filial de IBBY es ALIJA
[2] Literatura infantil y juvenil.

Comentarios

  1. ¡¡Está Padrísimo!! ¡¡Muy buena crónica!!.
    Un agradecimiento enorme, por la pequeña mención a mi persona y a la de mis compañeros. ¡Saludos!

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