“Elogio de la fragilidad”, por Felipe Benegas Lynch
Del
caminar sobre hielo, de Werner Herzog. Traducción de Ariel Magnus. Buenos Aires,
Entropía, 2015, 112 págs.
No son extrañas las
incursiones literarias de los directores de cine: Truffaut, David Lynch,
Tarkovsky, Woody Allen, etc. El caso de Herzog no deja de ser particular. Del
caminar sobre hielo no es un diario de filmación, ni un tratado sobre cine
o estética, tampoco un guión adaptado. Escrito a modo de diario de viaje, el
texto se vale de una breve nota preliminar para trazar las coordenadas de los
fragmentos: Herzog, personaje y autor, camina de Múnich a París para conjurar
la posibilidad de que la convaleciente Lotte Eisner muera. Ya en las primeras
páginas se lee:
Un único pensamiento omnipresente: irse de acá.
Las personas me dan miedo. Nuestra Eisner no debe morir, no va a morir, yo no
lo permito. No morirá, no. No ahora, no lo tiene permitido. No morirá, no. No
ahora, no lo tiene permitido. No, no va a morir porque no está muriendo. Mis
pasos son firmes. Y ahora tiembla la tierra. Cuando yo camino, camina un
bisonte. Cuando descanso, reposa una montaña. ¡Cuidadito! No lo tiene
permitido. No lo hará. Cuando llegue a París, ella estará con vida. No será de
otra manera porque no está permitido que lo sea. Ella no tiene permitido morir.
Más tarde tal vez, cuando nosotros lo autoricemos.
Sobre un campo llovido un hombre agarra a una
mujer. El césped está aplastado y sucio. (10)
Este es el tono del texto:
oscila entre el adentro y el afuera. La descripción del paisaje y del ejercicio
del caminante, así como de sus astucias y angustias, ocupan gran parte de esta
breve obra. Los paisajes nunca son telones de fondo: en cuanto se pronuncia la
sensibilidad exacerbada de ese cuerpo inmerso en el frío y la humedad el
paisaje deviene interno y voz y mundo se transforman a la par: “Reflexionar
sobre mi persona saca una cosa a la luz: el resto del mundo rima” (10).
Como en sus películas,
Herzog apela a una verdad más profunda que la de los hechos. Su prosa es
poética porque responde a estímulos que van más allá de la verdad lógica y
racional, forzando la retórica y la sintaxis del texto. No es, sin embargo una
escritura pretenciosa retóricamente ni que busque la vana estetización del
paisaje y de las emociones. Herzog avanza, a veces como un bisonte, a veces
como un cuerpo a punto de desmoronarse y transformarse en agua congelada: el
hielo sobre el que camina es el de su propia fragilidad.
Mirecourt, de ahí seguí rumbo a Neufchateau.
Había mucho tránsito y recién después empezó a llover en serio, la lluvia
total, una lluvia constante de invierno que me desmoralizó más por aun por ser
tan fría, tan poco amable y por meterse en todos lados. Tras unos kilómetros me
levantó alguien, fue él quien me preguntó si quería subirme. Sí, dije, quiero.
Por primera vez en mucho tiempo volví a masticar un chicle, que me convidó el
hombre. Eso me devolvió un poco la confianza en mí mismo. Viajé con él más de
cuarenta kilómetros, luego se levantó en mí un terco orgullo y volví a caminar
bajo el aguacero. Campo cubierto de lluvia. Grand es sólo un humilde pueblo,
pero con un anfiteatro romano. En Chatenois, que en tiempos de Carlomagno era el
lugar principal de toda la zona, hay una fábrica de muebles bastante grande. La
población está muy exaltada porque el dueño abandonó precipitadamente la
fábrica de la noche a la mañana, dejando todo acéfalo y sin instrucciones.
Nadie sabe adónde escapó, mucho menos por qué. Los libros están en orden, las
finanzas correctas, pero el dueño se fue sin decir palabra. (72)
Las historias están
latentes a cada paso: narraciones pasadas, futuras y posibles van completando
el entramado rumiante de quien camina. A lo lejos, algo está claro: Eisner no
debe morir, ella no puede dejar vacante su lugar sin previo aviso.
Poder volar después de
haber batallado tanto contra la muerte y la propia fragilidad, es una verdad
que no se puede negar con argumentos lógicos. También es una verdad que
trasciende los hechos que vinculan a Herzog y al cine alemán con Lotte Eisner.
Herzog lleva las palabras al camino y en ese ejercicio socava su arrogante
seguridad. Casi sin aliento, sus palabras son las de alguien desprotegido que a
fuerza de exponerse abre un umbral de comprensión:
En el desconcierto me cruzó la cabeza una
palabra, y como la situación igual era extraña, se la dije: Juntos, le dije,
vamos a cocinar fuego y a detener pescados. Ahí me miró, sonrió muy
delicadamente y, como sabía que yo estaba a pie y por eso desprotegido, me
entendió. Por un breve y delicado momento algo dulce atravesó mi cuerpo muerto
de cansancio. Entonces le dije: abra las ventanas, desde hace unos días que
puedo volar. (96)
Vale la pena contextualizar
la figura de Lotte Eisner con respecto a Herzog y al Nuevo Cine Alemán. Así la
describe el mismo Herzog en las entrevistas con Paul Cronin:
…en el caso del Nuevo Cine Alemán tuvimos la
suerte de que Lotte Eisner nos diera su bendición. Ella era el eslabón perdido,
nuestra conciencia colectiva, una fugitiva del nazismo y durante muchos años la
única persona viva en el mundo que conocía a todos desde la primera hora, un
mamut lanudo de pura cepa. Lotte fue una de las más importantes historiadoras
del cine mundial de todos los tiempos y conoció personalmente a todas las
grandes figuras del cine mudo y los primeros años del cine hablado: Eisenstein,
Griffith, Sternberg, Chaplin, Murnau, Renoir y hasta los hermanos Lumière y
Georges Méliès. Y también conoció a otras generaciones: Buñuel, Kurosawa, los
conocía a todos. Sólo ella tenía la autoridad, la visión y la personalidad para
proclamarnos legítimos, y tuvo una importancia vital que insistiera en que lo
que mi generación estaba haciendo en aquel momento en Alemania era tan legítimo
como la cultura cinematográfica que habían creado Murnau, Lang y los otros
directores de Weimar tantos años atrás. (Herzog por Herzog, El cuenco de
plata, 2014, p.170)
En ese sentido, es
elocuente la “Laudatoria de Lotte Esiner en ocasión de la entrega del Premio
Helmut Käutner”, que cierra De caminar sobre hielo a modo de epílogo.
Tanto Del caminar sobre hielo como Herzog por Herzog marcan una
interesante tendencia en las colecciones de Entropía y El cuenco de Plata.
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