“Las formas del arte y la naturaleza” por Nicolás Rivero



Tierras en trance. Arte y naturaleza después del paisaje, de Jens Andermann. Santiago de Chile, Metales pesados, 2018, 462 páginas.


Si es cierto que los espasmos actuales de un mundo en tensión son el antecedente de un cambio de eje cosmogónico, Tierras en trance. Arte y naturaleza después del paisaje irrumpe entonces en el momento adecuado. El último libro del catedrático Jens Andermann explora las relaciones perceptivas entre sujeto y entorno, y las obras de arte que resultan de este cruce, atendiendo con precisión y sistematización casi cronológica la evolución del colonialismo en Latinoamérica, incluso hasta sus actuales formas neoliberales.
Sin embargo, no se debe interpretar  la obra de Andermann como manifiesto partidista, tampoco escindir el componente ideológico que da forma al recorrido histórico y teórico que se refuerza con el pasar de las páginas. El momento que nos atraviesa quizás haga que el lector vuelque sus lecturas como un revisionismo histórico que sirva de crítica a la actualidad política que atraviesa el contexto internacional; en todo caso, allí se encuentra otro valor de la obra, el de brindar una herramienta que sacie las líneas de estudio que derivan del libro.
Pero “el arte es más fuerte”, se podría parafrasear. Andermann no intenta quedarse en el transitar de las múltiples lecturas, tampoco en suplantar la experiencia estética por un ecocentrismo llano. Su trabajo formaliza una lente donde la máquina del mundo pueda entenderse como un todo circular, tanto en sus artificiosas figuraciones como en sus arcaicas prefiguraciones.
Aunque resulte un lugar común desde su enunciado, el trance conecta al sujeto con su ser –lo que suena sencillo, en realidad, es un mecanismo de relojería ejecutado con precisión–. La transmutación de los paisajes logra entonces una historia de la percepción del ambiente, plasmado en el arte, genera lo más cercano a una historia del alma inmanente del sujeto donde lo que trasciende es la obra.
Si bien Tierras en trance funciona como óptica cosmogónica, es en lo particular donde el lector meticuloso encuentra mayor disfrute. Destacan entonces los capítulos dedicados a Horacio Quiroga, por un lado, y Ernesto Guevara, por el otro. Andermann logra en un movimiento casi saeriano que la selva aún sea un ambiente propicio para la exploración o, en este caso, la reexploración. Por una parte, leer a Quiroga fuera de la falacia harto diseminada sobre la naturaleza como enemiga del hombre, brinda un aire renovador y se vuelve puntapié para deconstruir la lógica capitalista de generar enemigos fraudulentos para el proletario. En este sentido, Andermann remarca las alianzas naturales en la obra del rioplatense, acuerdos “beneficiosos” con el entorno que tanto los animales como los individuos padecen. Pero en todo caso, no sufren los embates de la naturaleza, sino que son víctimas del sistema mercantilista que los pone en esa posición. La alianza entre el hombre y la selva contra la instauración del capitalismo en Sudamérica evoluciona durante la Revolución Cubana. La jungla se presenta como un bucle temporal entre la ciudad sufriente y la utopía de la rebelión. Los diarios de viaje del Dr. Guevara sirven como expresión del encuentro de los tres actores: selva, sujeto, ideología.
Aunque resulte extraño tomar a Quiroga o a Guevara como teóricos conscientes del ecocentrismo, una de las tantas virtudes de Tierras en trance es que Andermann despliega con claridad un abanico de conceptos que imponen la revisión y reversión de lo conocido dentro de otro paradigma. 
Estos capítulos comentados –como toda selección: por una lógica subjetiva– son apenas una muestra del audaz viaje que supone Tierras en trance: requiere más de una lectura para poder conocer sus múltiples líneas de estudio, todas ellas nos dejan en buen puerto.

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