“El amor antes del amor”, por Hache Pavón

Las citas de Sebastián Hernaiz. Buenos Aires, 17 grises, 2016, 138 páginas.

Anverso: deseo y frustración. Reverso: frustración y deseo. En Las citas de Sebastián Hernaiz la mano viene cambiada. O, para insistir con la imagen, en lugar de leer la palma de la mano debemos leer el dorso. Se trata, en rigor, de una inversión del orden temporal, de una lectura anticipada o de un presentimiento. Un hombre tiene un deseo, sabe que se va a frustrar pero sigue adelante. Entonces, si lo miramos bien, en el primer momento concibe la frustración y en el segundo, el deseo. O debiéramos decir que desea la frustración.
El suceder de la novela (Hernaiz en la tradición de Puig “pulveriza” el narrador) sugiere que  la actitud de todo seductor debería ser la actitud de todo biógrafo. Bruno, el biógrafo de Johnny Carter en “El Perseguidor”, refiriéndose a ciertos cuestionamientos del saxofonista, la define de este modo: “En el fondo lo único que ha dicho es que nadie sabe nada de nadie, y no es una novedad. Todo biógrafo da eso por supuesto y sigue adelante, qué diablos”[i]. Se trata, entonces, de dar la frustración por supuesta y seguir adelante. De suspenderla, como se suspende la incredulidad frente a lo fantástico, mientras dura la seducción (mientras dura un chat). Como si compartieran la misma naturaleza, la seducción y lo fantástico aparecen unidos por la suspensión de la incredulidad (por la puesta entre paréntesis de la frustración).
Sebastián H., protagonista de una novela de nativos digitales, abre tres diálogos en Facebook (tres chats), con Luciana, con Mariela y con Belén. El motivo: “abrumadoramente óptico”, una versión Puán y 2.0 del “amor a primera vista”. El seductor “ve” las fotos de sus presas en Face y se lanza, sin aviso previo, a la cacería. El detalle, conviene retenerlo, es que estamos frente a un seductor con un compromiso de pareja, digamos, tradicional (Sebastián H. tiene novia), él lo sabe, el lector lo sabe y antes de que el amor sea amor lo sabrán sus presas. Entonces, sin lugar a la sorpresa, sobreviene la frustración. No es el suspenso lo que sostiene la lectura. No esperamos que el encuentro amoroso se consume. La novela, los tres chats se sostienen en “la previa”, en los juegos de la seducción que son los juegos del lenguaje de esos estudiantes de letras. El seductor y las seducidas intercambian roles y citan teorías, autores y hasta declinaciones latinas. En la previa de las citas está todo.     
De las dos caras de la mano, el dorso es la que mejor muestra sus accidentes: el paso del tiempo, las articulaciones, los metacarpos (como hilos de marioneta), etc. La palma en cambio resulta más confortable. En cualquier palma, por delgada que sea la mano, hay algo de almohada. Hernaiz abandona esa zona confortable, de adormecimiento, y nos da a leer el dorso. Nos enfrenta con la frustración. Están las frustraciones y están los deseos. Están los chats y está la literatura. Hernaiz, como Sebastián H., sigue adelante.



[i] Cortázar, Julio. “El Perseguidor”. Madrid, Alianza, 1996, p. 86.

Comentarios

  1. reseña chonga de libro chongo, para no decir idiota

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  2. Lo invitamos a tentar una lectura más elaborada, a fin de evadir la formulación idiota.

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  3. A mi me encantó, otro bocadillo literario de HP

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