"Desde Madrid por la Internacional Feminista", Jimena Néspolo
En este viaje voy apenas con lo puesto. Es decir
que en lo posible debo evitar mojarme porque no tengo paraguas ni ropa de
repuesto, ni más dinero que para cubrir unas noches de hostal. Pero Madrid
quiere lloverse y qué va, me larga sus aguas todo el fin de semana que media
entre el 25 y el 28 de noviembre como si supiera que mi cuero duro ya es
caparazón de tortuga, cuenco pedestre, y que si es preciso puedo enyoizarme
hasta que acabe el diluvio o el buen Dios acepte deponer las armas.
La marcha, la que he venido a cubrir, se realiza en
numerosas ciudades del mundo y conmemora el Día Internacional contra la
Violencia de Género en recuerdo de las hermanas Miraval, activistas políticas
asesinadas por la dictadura de Trujillo en el año 1960. Cientos de personas, en
su mayoría mujeres de todas las edades, marchan desde la Plaza de la Ópera
hasta la Puerta del Sol. Hay hombres, pero son los menos. La columna principal la
embandera el Foro de Madrid con la consigna “¡Violencia de género, cuestión de
Estado, ya!” en reclamo por los recortes presupuestarios que ha sufrido el área
en los últimos años. Un grupo de jóvenes que avanza con el cantito “ante la
duda, tú la viuda” se enfurece con el grupo de fotógrafos que la retrata y
grita para que saquen a los “infiltrados”: “¡Fuera los hombres de esta marcha
no tienen nada que hacer acá!”.
Voy con María Siguero y una amiga, ambas se dicen
feministas de la primera hora, cuando cualquier tipo de manifestación era
reprimida y las luchas por la despenalización del aborto recién comenzaban. “Yo
estuve en el calabozo varios días por correr despacio –asegura María–. Si
hubiera corrido más rápido la policía franquista no me atrapaba…” Al cabo de
más de dos horas de charla, de recordar la labor pionera de Emilia Pardo Bazán
y de enumerar con orgullo los logros de las feministas españolas, María,
editora del sello Bercimuel y diecieciocho veces ganadora del concurso del
programa televisivo Saber y ganar,
afirma: “Un hombre que sabe, acá o en cualquier parte del mundo, consigue
trabajo mientras que una mujer sabia no sólo no lo consigue sino que es tachada
de pedante o de otras tantas cosas más”.
Ese mismo día, una nota publicada en un matutino,
certifica que la situación en España dista mucho de ser ejemplar: una de cada
cuatro mujeres embarazadas sufre violencia de género y en los últimos trece
años se han registrado más de 900 feminicidios, cifra oficial que las
activistas aseguran que es mucho mayor. Con la urgencia multiplicada a escala
global, asisto al día siguiente a las jornadas FUCK PATRIARCHY! –organizadas
por el espacio cultural Vaciador. Hay compañeras de Honduras (del Colectivo Brujas Migrantes), de
España (de Feminicidios.net), de Argentina (de Campaña Nacional por el Derecho
al Aborto Legal Seguro y Gratuito y Ni Una Menos), de México (Ayotzinapa 43),
de Perú (de NiUnaMenosMadrid y de Women in black), de Italia y etcéteras
varios.
El encuentro por la Internacional Feminista se abre
con alocuciones que refieren la situación actual de México (país que ha creado
la figura del “feminicidio”) y de Perú (que ha estado a pocos votos de tener a la
hija de Fujimori como presidenta). Cuando le toca el turno a Argentina, Celeste
Mac Dougall invita a todas las presentes a ponernos de pie y lanzar
un grito (“lo que querramos decir”), junto a nuestro nombre. Empieza Celeste
gritando a boca de jarro “MACHO QUIERO QUE TE MUERAS”. Continúan todas y yo anoto:
“MACHETE AL MACHOTE”, “BASTA DE ABUSOS”, “AGUANTE EL FEMINISMO”, “MUERTE AL
PATRIARCADO”, “NI PUTA NI SANTA”, “LAS MUJERES DECIDIMOS”, “PAREMOS LA
VIOLENCIA YA”, “NI UNA MENOS”, “SOMOS PODEROSAS”, “CONTRA LOS ESTADOS
MACHISTAS, LA INTERNACIONAL FEMINISTA”, “NOS TOCAN A UNA NOS TOCAN A TODAS”,
“LOS CUIDADOS AL PODER”. Se acerca mi turno, soy consciente de que en gritar o
no se juega la pertenencia, así que mando un “BUEN DÍA, SALUDO AL
ENCUENTRO” y tomo asiento.
Algo de lo que sucede en Vaciador 34 me recuerda a
las obras de Anne-Marie Schneider expuestas en la retrospectiva que acaba de
inaugurarse en el Museo Nacional de Arte Reina Sofía. Dibujos de trazo informe,
inacabados, sobreabundancia de experiencia e intimidad, la agitación de los
cuerpos que se imponen, lo femenino como herida y como carencia, la
infantilización forzada y el regodeo en las formas de la vulnerabilidad, el
clamor del grito, la fantasía del empoderamiento… La serie La Belle y la Bête (2009) lleva como subtítulo “la metamorfosis de
la bestia en hombre” y reinterpreta el cuento popular sobrecargando el lienzo
de materias, oleos y pigmentos en busca del humor negro, el patetismo o la
absurdidad.
“Yo reivindico el patetismo –dice contundente la
escritora y periodista Cristina Fallarás–, es la única forma de conmoverlos: la
exposición bruta como arma”. La mesa que la convoca, coordinada por Gabriela
Wiener, tiene como eje de discusión “la visibilidad de las escritoras en la
literatura” y pretende discutir la existencia o no de un canon literario
femenino y su funcionalidad en el mercado. Mientras que Isabel Navarro lo
defiende, Lucía Lijtmaer media y la Fallarás se enciende en afirmaciones
categóricas del tipo “hablar de literatura sexuada es una trampa”, “la
literatura es una experiencia íntima radical o no es nada”, “dirijo un diario y
no llego a fin de mes”, “hablar del empoderamiento de las mujeres cuando
seguimos ganando menos que los hombres es una coñada”. Las imprecaciones van en
crescendo, y la Wiener me las subraya con miradas o arqueos de cejas. Cuando se
abre el turno de preguntas, recojo el guante y canto truco, le pregunto por qué
no apostar a los espacios alternativos independientes, si la situación laboral
en los medios concentrados es tan horrorosa. “En España no existe un interés de
los lectores por los medios independientes”, responde Cristina Fallarás y queda
entrampada en una reflexión tautológica sin puerta de escape.
De las jornadas, se destaca además la performace de
Territorio Doméstico, los almuerzos populares del Colectivo Volleras, y el
descubrimiento del “chonismo ilustrado”, trash
y lésbico de Las Chillers que fiestean las noches con Severine Beata y
Narcoléptica.
Finalizado el
encuentro, en un debate organizado para reflexionar sobre el
“fenómeno Trump”, los líderes de Unidos Podemos, Pablo Iglesias y Alberto
Garzón, María Eugenia Palop y la activista Yayo Herrero discuten sobre la necesidad
de “feminizar la política”, y dejan a más de una feminista radicalizada encendida
de furia por varios días: “La feminización tiene que ver con la forma de construcción de lo
político -dice Pablo Iglesias-. En este momento feminizar la política es construir comunidad en los
barrios, en los centros de estudios, en los centros sanitarios, en los
trabajos, eso que todos conocemos porque hemos tenido madres y que significa cuidar. Es lo que hicieron los del
partido de Las Panteras Negras en Filadelfia, que todo el mundo los recuerda
porque se vacilaban con la policía, pero lo importante no eran sus patrullas
armadas sino que hacían comedores e instituciones. Ser pueblo es ser parte de
una comunidad que te cuida”. Imágenes: https://www.instagram.com/boca_de_sapo/
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