"Sobre los despidos en la Agencia Télam", por Paulo Pécora

Fines de 1992, pleno verano. Trabajaba estacionando autos en una playa ubicada en Tucumán y Junín. Manejaba coches, escuchaba música y leía un montón. Estaba feliz. Era mi mejor trabajo después de limpiar casas, reponer mercadería en una perfumería, engrasar cortinas, embolsar productos en un supermercado, lavar autos, repartir volantes en la calle, servir desayunos en un hotel, cocinar en Mc Donalds y Fudruckers, atender un videoclub y trabajar como lavacopas en un balneario. Un día recibí un llamado que me decía que andaban buscando gente para trabajar en la Agencia Nacional de Noticias Télam. Sin saberlo -porque no entendía nada de periodismo ni de periodistas- había tomado un curso en la UBA con el entonces jefe de redacción de la agencia. Y al parecer le había gustado una investigación que había escrito sobre el cierre del club Gas del Estado, donde había pasado grandes momentos de mi infancia y que el menemismo acababa de desmantelar. Acepté contento la invitación y entré en enero de 1993 como aspirante. Me tocó el turno de la madrugada, entre las 12 de la noche y las 7 de la mañana. Escribía de todo sin saber de nada: policiales, información general, política, lo que venga. Y aprendí un montón. Volvía a mi casa, desayunaba con mi madre y luego dormía unas horas antes de almorzar y partir a la universidad, donde cursaba Comunicación. A la noche estudiaba y me hacía una siestita antes de volver a trabajar. Así pasé un año entero, hasta que un día me promovieron a cronista y me mandaron a escribir noticias policiales. Trabajé en paralelo, para "curtirme", en Crónica y en las revistas Esto y Shock Policial. Cubrí todo tipo de acontecimientos, entre ellos el crimen de José Luis Cabezas en Pinamar y el atentado a la Amia en Buenos Aires (fui uno de los primeros en llegar y recuerdo que mi jefe me retó porque estaba ayudando a buscar gente entre los escombros en lugar de pasarle información por el celular que me habían dado). Después me picó el bichito del cine y la música y no sé cómo pero escribí pequeños textos para grandes revistas como Esculpiendo Milagros y Revólver. Y algunas curiosidades para la última página del suplemento Espectáculos de La Nación. Quizás porque era evidente que lo mío era el cine y la música, en la agencia me promovieron a Redactor y me llamaron a escribir en la sección Espectáculos. Paralelamente me formé como realizador en la Universidad del Cine de Buenos Aires (a donde entré con la intención de estudiar crítica y terminé estudiando dirección) y eso me ayudó mucho a entender mejor el mundo del cine, las películas y lo que me contaban sus directores. Entrevisté a muchísimos cineastas y aprendí muchísimo de ellos. Me tocó viajar y hacer la cobertura de la presencia del cine argentino en un sinnúmero de festivales como Cannes, San Sebastián, La Habana, Venecia, Karlovy Vary, Gramado, Toulouse, Biarritz, Huelva y Locarno, por nombrar sólo algunos. Paralelamente hice prensa para algunas películas y para una discjockey, colaboré en otras publicaciones, trabajé como redactor y editor (en tres números) de la revista Haciendo Cine, como productor del noticiero de Espectáculos de Canal (á) y como productor y director de unos micros de noticias en MuchMusic. Todo eso me permitió entender mejor el funcionamiento interno del mundo en el que me movía (y todavía me sigo moviendo), conocer grandes amigos, aprender de otros cineastas y diversificarme aún más en mi trabajo. Ayer, después de 25 años, junto a otrxs 300 compañerxs, me echaron de la Agencia Télam sin causas ni explicaciones. Todavía no asimilé el golpe, pero espero tener la suficiente claridad para hacer como en el Aikido, y que esto me sirva para reconvertirme en algo mejor. Agradezco muchísimo todos los mensajes, gestos y palabras de solidaridad y apoyo que vengo recibiendo. Eso me alegra y me da mucha fuerza para seguir buscando un nuevo camino. Les deseo mucha fuerza a lxs compañerxs despedidxs. Y a todxs los que vienen sufriendo las políticas inhumanas de este gobierno vaciador.

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