“Un peronista lumpen”, por Fabián Soberón



Plaza Sinclair, de Jorge Consiglio. Buenos Aires, Editorial Conejos, 2018, 110 páginas.



Como en sus novelas, Jorge Consiglio construye en “Plaza Sinclair” metáforas con la dislocación del verbo (como Borges) pero su universo narrativo puede ser asociado al mundo arltiano: trabaja con el lumpenaje peronista y con una mirada filosófica que se demora en los intersticios, en la penumbra de las cosas y las situaciones. Su poesía, su prosa, su estética (en suma), se nutre de una filosofía de lo cotidiano. Consiglio consigna en el verso y en la prosa lo que he llamado filosofía de lo cotidiano.
Los poemas se abren a la espesura de lo concreto y a la herida mustia de las pequeñas cosas. Gari, por Garibotti, ronda en las vías y en los almacenes de barrio. El humo denso de la urbe contamina los cuerpos, el sueño y las paredes. Gari viaja, sin saber a dónde, como un animal desprotegido y consciente de sus limitaciones y arrebatos. Como dice el poema, Gari se dedica a observar, y sabe que todo acto de observación es “inútil pero insoslayable”.
Gari se define por las cosas que toca y percibe, por la tendencia irrefrenable a mirar. Gari siente “la abundante necesidad de su mirada”. Gari no es un arquetipo. Sin embargo, su condición de peronista y lumpen encarna algunas señas de los pobres, o de ciertos pobres. Por ejemplo, su derrota está cerca (se la palpa en el sueño y en los senderos diarios) y apenas le queda la mínima victoria de los marginales del Oeste bonaerense, podríamos decir. Y en este caso la victoria tiene que ver con el pan que “cada uno se lleva a la boca”, como dice uno de los poemas.
Gari no se resigna. Como una especie de Sísifo de los suburbios, avanza y da vueltas en los trenes. Percibe la claridad del alba y la penumbra de la noche inminente. Se siente cómodo ahí, en el brillo oscuro de las vías.
Gari fuma. Como el humo de los cigarrillos, es un urbano en fuga, alguien que observa, que se deja ir en el horizonte.
En estos poemas citadinos, la plaza Sinclair se sostiene en los gorriones, en el silencio de la noche, en los pensamientos de un pasajero y en el ulular de los trenes.
“Al rato, lo extraordinario será ordinario”, dice un poema. Y este verso define la poética de Consiglio a través de la inversión: Consiglio encuentra en lo cotidiano lo extraordinario. Su poesía funciona como una extensión de su narrativa, en ciertos aspectos: el barrio, la melancolía de las pequeñas cosas, la iridiscencia de las intenciones mínimas. Su prosa trafica con lo nimio y con la percepción de lo vacilante. Sus versos se mueven en la respiración de lo popular y adyacente.
Jorge Consiglio explora en la prosa y en el poema un sistema de vasos comunicantes: la sintaxis que se contornea y se vuelve verso; el sentido que se extiende y se convierte en prosa rítmica, lirica. Allí, en esa zona heteróclita hecha de lenguaje y de realidad, el autor define su poética, que es una sola, y que es una fusión de lo cotidiano y lo conceptual.


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