“De los pibes de Malvinas” por Javier Geist


Ovejas, de Sebastián Ávila. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Ediciones Futuröck, 2021, 150 págs. 



“De los pibes de Malvinas / que jamás olvidaré” rezan los últimos versos de la primera estrofa del canto popular compuesto por Fernando Romero que fue evocado por millones de gargantas en los últimos meses. No obstante, mientras la fiebre mundialista parece ir apaciguándose lentamente hay un tópico presente en la letra que persiste y que continuará formando parte del imaginario colectivo: Malvinas. Desde la ocupación ilegal de las islas por parte de los británicos el 8 de enero de 1833, la lucha por la recuperación de la soberanía y sus evocaciones culturales no se han detenido. La gesta del Gaucho Rivero, homenajeado en el, actualmente, casi  desaparecido billete de cincuenta pesos argentinos, la epopeya de los jóvenes que en 1966 secuestraron un avión e izaron al bandera argentina en las islas, entre otras. El deporte y el reclamo de soberanía tampoco se mantuvieron ajenos previos a la guerra; basta recordar, por ejemplo, la icónica remera que portaba el boxeador Oscar “Ringo” Bonavena en 1974. Después de 1982, las referencias culturales no fueron sino en aumento. En un acercamiento a la literatura aparecen diferentes obras como la icónica Los pichiciegos (1983) de Rodolfo Fogwill; Las Islas (2003) de Carlos Gamerro, Trasfondo (2012) de Patricia Ratto o Nación Vacuna (2017) de Fernanda García Lao y, la que hoy ocupa esta reseña, Ovejas (2021) de Sebastián Ávila.

Cada una de las temáticas evocadas reaparecen y se expanden en las páginas de esta obra. Sebastián Ávila es Licenciado en Historia, Investigador sobre Malvinas en la Universidad Nacional Arturo Jauretche y desarrollador, entre otros, del proyecto “Malvinas objetos portadores de memoria". El autor construyó un relato que entreteje realismo y fantasía orgánicamente, con una intriga que crece al tiempo que lo hace la trama. La primera línea de la novela presenta un hecho que logra captar la curiosidad del lector: “Al ruso lo encontramos volviendo para el faro” (p.9). ¿Qué hace un espía ruso en una guerra entre Argentina e Inglaterra? ¿De qué lado está? ¿Por qué no emite palabra alguna? Lejos de desestabilizar la verosimilitud del relato, funciona como una puerta de acceso a una serie de eventos que mostrarán el lado más real de aquellos días, un costado que desafía los límites de la realidad constantemente. La historia toma forma en la voz de un soldado que debe defender un faro junto a un pequeño grupo. Pero a medida que avanzan los días las novedades del frente de batalla van perdiendo presencia y las pesadillas de cada uno de los soldados comienzan a funcionar como un oráculo: “cada uno podía apostar porque las cosas que pasaban en su sueño, o en el de otro, se cumpliesen. Si las indicaciones funcionaban, sumaba puntos. Cuantos más puntos, más comida, más café, más mate y más puchos” (p.10). Así, lo onírico va ganando terreno, al punto de tornarse, por momentos, increíblemente difícil distinguir fantasía de realidad. Más aún si sumamos la destrucción de la única radio de comunicación. Al gestarse un descenso a la locura podría pensarse en un Corazón de las tinieblas austral, en diálogo con Joseph Conrad, pero esta obra avanza más todavía. A partir de las anécdotas de los soldados se abre un camino hacia las minucias de la guerra y continúa directo a los crímenes de la última dictadura militar en Argentina. Por ejemplo, el momento en el que el protagonista recuerda sus misiones durante el servicio militar en el sur “una vez por mes me tocaba quemar algún bosque nativo. Cada coronel tenía su inmobiliaria, su agrimensor y su caja de ahorro” (p. 75). 

En cuanto al deporte y Malvinas, el recuerdo del mundial de fútbol 1978 reaparece esporádicamente en los días en el faro. Los soldados jugando con una pelota de trapo, cerca de la costa minada que deriva en la adopción de un pingüino que logra recuperar el balón y al que bautizan Valdano, por el delantero. El animal terminará compartiendo el refugio con los soldados “Ya tenemos mascota, y se llama Valdano” (p. 28). Como podría suponerse por la anécdota anterior todo, absolutamente todo, aparece tamizado por el filtro de un humor típicamente argentino, ese que hasta en los momentos más tensos y dramáticos sabe introducir una carcajada liberadora de tensión, al punto de reconocer a quienes tienen las mejores ocurrencias: “aunque sea el más callado Basualdo hace los mejores chistes” (p. 21). La ganadora del Premio Futuröck de Novela 2021 constituye un viaje a través de la memoria, las verdades eclipsadas por la Historia, los sentimientos más profundos y viscerales; y el legítimo e inclaudicable reclamo de soberanía. 


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