“Mi Buenos Aires querida” por Javier Geist



Lejana Buenos Aires de Mauro Peverelli. Presidente Derqui, El bodegón Ediciones, 2023, 124 págs. 


Al leer las páginas de la nueva novela de Mauro Peverelli vino a mi mente la frase que Fernando Pessoa evocó en uno de sus tantos pseudónimos “A beleza é o nome de qualquer coisa que nao existe” (La belleza es el nombre de las cosas que no existen). Es que el autor pilarense construyó una obra que recupera la belleza de cosas que ya no existen, pero que alguna vez lo hicieron, y su presencia fantasmagórica reaparece a cada momento en los precisos lugares donde solían estar. Una cita a Hölderin en el inicio anticipa esta temática: “Todo cuanto fue presa del tiempo florecerá de nuevo mañana, más hermoso” (11).

La obra se plantea como un tríptico que ubica a su protagonista entre dos lugares: Pilar y la Ciudad de Buenos Aires; y dos tiempos: pasado y presente. La primera parte, El pasado, desliza una intriga que acompañará toda la obra: “Suelo pensar que me mudé aquí, a la ciudad, sólo para ver si podía encontrarla” (13). Si bien en esta primera parte la búsqueda se centra en Malena, el germen de una antigua relación interrumpida, la verdadera búsqueda está en la apreciación del pasado y su florecimiento en el presente. Esto se aprecia en frases como “si no se levanta la mirada para apreciar, aunque sea, que la ciudad tuvo otro tiempo, otra vida, la impresión que queda es solo la de un lugar que ha perdido la gracia, que sus dioses han partido al exilio” (25). 

En línea con su novela anterior, La lengua plebeya (2021), la prosa de Peverelli abunda en intertextualidades que enriquecen el relato. En esta oportunidad amplía su horizonte simbólico partiendo desde los conocidos tangos de Carlos Gardel, particularmente Anclao en París (1931) de la cual proviene el título de la novela, y que también se articula con los cuentos de Mujica Láinez de Misteriosa Buenos Aires (1950).  Las obras que aparecen remiten inmediatamente a la búsqueda de la belleza en el pasado, desde el  Allá lejos y hace tiempo (1818) de Hudson, a la reflexión sobre la desaparición de los cielitos como género en la voz de un interlocutor: “Un género desaparecido, dice, el de los cielitos patrióticos, (…) es tan argentino; tiene el germen de un lamento que después aparecerá en las milongas sureras y por fin en el tango” (61). 

En cuanto al florecimiento del pasado que se anticipa desde el epígrafe, no quiero dejar de destacar la evocación a una ciudad de Pilar de antaño, que quien escribe ha podido habitar y recuerda, con cierta nostalgia. Quizás para algunos lectores sea más significativo el pasado de la otra ciudad, pero desde este lugar la balanza se inclina por la escena local. Son destacables, también, la edición y la certeza de las imágenes de archivo que acompañan al texto de principio a fin, entre las que pueden apreciarse las ciudades y las obras con las que la novela dialoga. Así, la nueva obra de Mauro Peverelli se identifica con lo que en sus páginas menciona: “toda obra de arte, pienso, es, también, aquella capaz de llevar de la mano al lenguaje, hasta enfrentarlo con el precipicio donde las cosas, el mundo que nos circunda, develan la verdadera sustancia que nos conecta con ellas” (115).


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