“Golpes que siguen doliendo”, por Miryam Pirsch
Golpes. Relatos y memorias
de la dictadura, edición y prólogo de Victoria Torres y
Miguel Dalmaroni. Buenos Aires, Seix Barral, 2016, 220 páginas.
El
24 de marzo no necesita de números redondos para que la literatura argentina lo
escriba. En clave realista, fantástica o alegórica; elípticamente durante los
80 o explícitamente tras el regreso de la democracia, los escritores y escritoras
llevan cuatro décadas pensando, escribiendo y describiendo las atrocidades de la dictadura
cívico-militar más sangrienta de nuestra historia, cuyas raíces se extienden
hacia atrás pero también hacia adelante en el tiempo.
El
eje en torno al cual Victoria Torres y Miguel Dalmaroni propusieron pensar la
dictadura a estos 24 autores es la memoria, ficciones escritas especialmente
para integrar este volumen, en las cuales la historia personal se funde con el
hecho sangriento de la Historia nacional y es visto y narrado por ojos y voces,
en su mayoría, de niños y adolescentes. El cruce entre relatos y memorias elige
ubicarse en el costado incómodo, el más comprometido por lo personal, el que
involucra el ámbito privado con los espacios por donde más circulamos durante
la infancia y la adolescencia: la escuela y la familia. Es así como estas
miradas sorprendidas y extrañadas se encuentran con maestras, tíos, amigos y
padres de amigos desvanecidos como en el aire, familias enteras forzadas al
exilio (“Mis dos hemisferios”, Fernanda García Lao), madres cuyas manos
nerviosas tiemblan ante la mención de soldados en el barrio (“Calmar la sed”,
Sergio Olguín), economías familiares víctimas de las políticas económicas de
Martínez de Hoz y compañía (“1979”, Aníbal Jarkowski), dictadores que besan impúdicamente
a niños abanderados (“El beso de Videla”, Juan Carlos Becerra). Un destino
colectivo que se gesta en las primeras experiencias individuales, en esas
percepciones confusas y pobladas de malentendidos, como en “24” de Federico
Jeanmaire, cuyo protagonista no entiende quién se cayó para que todos hablen del
golpe con tanta insistencia, o la lapicera que podría contener una bomba,
tesoro que se guarda secretamente en “4 colores” de Carlos Ríos.
“Si
no le cae una bomba en la cabeza (como le ocurrió a Alexandrer Kluge en
Halbarstadt el 8 de abril de 1945), un niño solo puede ser sujeto histórico de
un modo retrospectivo. Mientras tanto la historia no existe” reflexiona Becerra
(87) y en esta frase resume el ejercicio que realizamos también los lectores
que fuimos niños y adolescentes en los años de plomo. Porque Golpes… es un ejercicio de memoria
colectiva que llevará a quien lea sus textos a evocar anécdotas familiares o
situaciones escolares a las que la distancia del tiempo transcurrido ha dado
una densidad que no tuvieron cuando fueron vivenciadas… “Ni siquiera me había
dado cuenta de que me acuerdo” (Paula Tomasonni, “Réplica en escala”, 37) será
la reacción del adulto que recupera del fondo de la infancia un hecho nimio que
en la adultez se convierte en una réplica en escala del terror invisiblemente
presente cuatro décadas atrás.
En
“Actos de habla”, Mario Ortiz rompe el
orden del relato con un texto que se corre de la narrativa dominante en los
textos de la antología porque esa será su estrategia: desarticular la historia
y el discurso desde el margen de la urbe, desde Bahía Blanca, el interior de la
provincia donde se alimenta la idea del nuevo orden por medio del terrorismo
periodístico que se escribe en las páginas de La nueva provincia. Su directora, Diana Julio de Massot sabía cómo
hacer cosas con las palabras: incitar al Comandante Mendía a tomar el poder,
calificar a los ajenos (el peronismo, el marxismo, a Santucho y
Firmenich), “bajar línea” en formato
editorial.
Un
diario es una empresa privada de la sociedad civil
Pero
ya hemos visto que un diario como nuestro diario
no
refleja la realidad: la produce
no
apoya: determina
no
aplaude: planifica
no
opina clasifica amigo/enemigo
con-figura
un estado de la lengua (subversivos, demagogos, tradición)
que
se con-funde con la lengua del estado
aparato
ideológico/represivo del Estado (103)
Ortiz
nos lleva no solo a la indispensable complicidad civil durante la dictadura
sino a la continuidad de sus operaciones en el presente, cuando esta misma
estrategia sigue escribiendo las páginas de los diarios cuarenta años después,
la impunidad ganó en el juicio contra Vicente Massot y tres letras se repiten
con insistencia para no pasar inadvertidas: PRO.
Las
ficciones de Gabriela Cabezón Cámara, Inés Garland, Mariana Enríquez, Sebastián
Martínez Daniel, Carlos Gamerro, Juan José Becerra, Sergio Chejfec, Esteban
López Brusa, Patricia Ratto, Ernesto Semán, Eduardo Berti, Julián López,
Alejandra Lurencich, Ajeandra Zina, Patricia Suárez y Martín Kohan se cierran
con “Cronología inversa”. La historiadora Laura Lenci nos lleva desde las 10,50
del 24 de marzo del 76 hasta las 11 del día anterior para explicarnos el plural
del título de esta selección, de esta sucesión de golpes, simultáneos y
sucesivos, que parecen seguir golpeando.
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