“Un cartucho repleto de perdigones”, por Jimena Néspolo
Hay
una niña aristócrata que escribe o pretende escribir (“que es lo más parecido a
un hombre que dio la familia”), hay un par de primos que devanean su
embotamiento de clase entre tragos de bloody mary y bádminton en una Mar del
Plata que sirve de refugio cuando en Buenos Aires se agita la Semana Trágica
(estamos en enero de 1919), y hay un comerciante que pretende hacer su negocio abasteciendo
de palomas que hacen de blanco móvil en un Club de Tiro. La puesta en escena de
esta obra abismal de Mauricio Kartun (estrenada en el 2009) es austera, pero en
un contexto rapaz y con actores de fuste parece maximizar la potencia de su mensaje.
Todo se sostiene en el lenguaje y en la capacidad de los actores para hacer
surgir del patetismo y del absurdo algún sentido cierto en este drama de clase –porque
Ala de criados es ante todo un drama
de clase atravesado por la violencia–: entre los ácratas, los sindicalistas y
los bolcheviques que urden bombas como metáforas del amor, y “los niños bien” que
reactivan la Liga Patriótica quebrando cabezas a culatazos, está Pedro Testa,
sinécdoque de esa tibia clase media que pretende hacer su negocio manteniéndose
neutral, azuzando el conflicto hacia un lado o hacia el otro según su
conveniencia.
Pero
la lógica de la obra insinúa ya desde su comienzo que toda posición que se
quiera neutral, por más que se camufle de conveniencia o cinismo, es al fin de
cuentas imposible; y esta reflexión la instala a través de una crítica sobre el
lenguaje: porque Ala de criados es
también una obra sobre el lenguaje, sobre los usos y costumbres idiomáticos de
las clases poderosas, sobre las hegemonías políticas, sobre la potencia del
lenguaje metafórico. Dice Tatana (en la voz de Romina Olea, que demuestra que tiene
todo lo necesario y más para ponerse la obra de Kartun sobre sus espaldas) a
minutos de comenzar la pieza:
Puedo escribir perfectamente sin metáforas. Mal que le pese a
usted, al insulso pueblo suizo, al resto de los profesores del colegio, y a la reputísima
lengua francesa tan afecta siempre a expresarse por parabolitas. En lengua
madre. Y sin vueltas. Los que no podemos vivir sin discutir aprendemos pronto
el valor de la palabra precisa. O perdemos. La palabra que apunta, dispara y
acierta en el blanco justo. La metáfora es como un cartucho del 16 repleto de
perdigones: abarca tanto que suele dar en el blanco. Pero mata además a todos
los patos de alrededor. Así cualquier pelotudo es cazador.
Tatana
fue educada en un colegio suizo. Su voz enmarca y monopoliza la obra, cuela
palabras en francés, pero un francés “a lo pampa, sin comprarse la musiquita”[i], borronea notas en un
cuaderno, maldice a su profesora rusófila, desprecia a los
suizos y su debilidad por la paz (“Neutrales. Ambiguos como una metáfora”), dice
sobre sí y arrasa todo a su paso. La excusa para zanjar la distancia de clase puede
ser el sexo o el amor –porque Ala de
criados también es una obra sobre el amor–, si se lo entiende como un coto
de caza donde priva, ante todo, la posesión del otro.
Dice el tan ronco Pedro en su lengua singular: Al que le gusta la
caza le tira a un aeroplano. Por el olor de la pólvora nomás. Perfume. Cazar es
vivir. Hay quien cría palomas para tiro. Palomeros. Yo no, Dios me libre: las
cazo. Las hago cazar, bah. Tramperos: cobran por cabeza. Yo palomero no:
cazador. Yo contra ellas y que gane el mejor…
En
el refucilo de metáforas que dispara Ala
de criados, habrá palomeros catalanes desplumados, un Dr. Yrigoyen que se hace
besar en secreto y se empodera desde el camastro de un criado, habrá tiros,
traiciones, culatazos y, principalmente, en esta Semana Trágica vivida desde
una improbable lejanía: habrá una bomba anarquista que estallará solo para
desvirgar a quien quiera ser poeta.
ALA DE
CRIADOS, de Mauricio Kartun
Romina
Olea (Tatana)
Guillermo
Romani (Emilito)
Héctor
Acevedo (Pancho)
Alberto
Lucero (Pedro)
Dirección:
Guillermo Romani
Asistencia:
Herbert Kraigar
Asistencia
de vestuario: Cristina Godoy
Fotografía:
Camila Arpetti
TEATRO
Luisa Vehil
Hipólito
Yrigoyen 3133, CABA
Tel:
(011) 4861-3386
Entrada:
$150
[i] “Pancho y
su francés impecable… Que yo lo hablo pampa dice Tata. Sin el cantito. Lo único
que faltaba… Demasiado que les he comprado la letra, no me van a hacer
comprarle la música… Tatatá… Tatatá… El francés es un cornetín de tranvía.”
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