“Objetos polémicos”, por Nora Domínguez
[Texto leído en la presentación del volumen Intersecciones. Literatura latinoamericana y otras artes, Mario Cámara y Adriana Kogan coord. (Buenos Aires, NJ editor, 2018, 243 págs.), el 15 de marzo de 2019 en el Centro Cultural Paco Urondo, en el marco de las XXXI Jornadas de Investigación del ILH.]
El
“Posfacio” del libro Intersecciones.
Literatura latinoamericana y otras artes,
firmado por Diana Klinger, comienza con esta presentación: “Los textos
reunidos en esta antología exponen diversos pasajes; el de la literatura hacia
fuera de sí, el del diálogo de la literatura con otros lenguajes, el de la
conexión entre texto e imagen (fotografía, artes gráficas), el pasaje entre
artes plásticas y lenguaje verbal, entre cine y literatura, entre lo material y
lo virtual, entre el concretismo y el neoconcretismo, entre la obra máquina y
la obra como organismo vivo”. Así este apéndice instala una clave de lectura
cuando afirma la determinación de dos gestos críticos. Por un lado, su interés
en la materialidad de los objetos que resisten lo puramente visual o puramente
verbal y su apelación a lo háptico como foco de la percepción. Es decir, una
atención en el cuerpo, una estética entendida como una teoría de la percepción,
históricamente marcada y, por lo tanto, política. Por otro, lado, un
desplazamiento de lo subjetivo hacia lo relacional y afectivo. De esta manera y,
en general, los artículos deslizan la mirada sobre los restos, sobre lo que
resta, desechando las lecturas alegóricas o metafóricas y apostando por lo
inespecífico y la desidentificación y generan desde y hacia el interior de sus
objetos relaciones múltiples, diálogos y tensiones. En estos nudos la
literatura y las artes visuales pierden especificidad y, a la vez, expanden sus
definiciones y límites, revelan su apertura hacia otras preocupaciones
afectivas, materiales, políticas y su impulso hacia otros arraigos o contactos entre
artes.
Además
de estos entramados señalados en el “Posfacio” es posible percibir en el
conjunto de los artículos un estado actual de la crítica contemporánea y
académica. La mayor parte de ellos fueron producidos por autores y autoras en
instancias de desarrollo de becas, doctorados, post-doctorados o proyectos de
investigación. La crítica generada desde estos espacios es frecuentemente
vapuleada desde diferentes ámbitos y por distintas razones. Por un lado, como
al resto de las ciencias sociales, se la condena por su escaso valor utilitario
ya que el mercado no puede reconvertir provechosamente sus productos. Por otro,
es censurada por los grupos que creen hegemonizar el trabajo con las lenguas,
con sus procedimientos y sentidos. Grupos compuestos por escritores y/o periodistas
que ven en la producción académica no un trabajo intelectual serio y elaborado
sino monótono y aburrido.
Este
volumen constituye un emplazamiento propio al distanciarse y cuestionar, aunque
no explícitamente, esos dos espacios.
Discute a la crítica literaria como subsidiaria y obediente de las
normas de la institución y contradice claramente la idea de que el saber y la
escritura son inermes reproductores del sentido común académico. En estos
textos, hay pensamiento construido y elaborado alrededor de objetos novedosos,
hay trabajos de escritura minuciosos y comprometidos y puestas en escena de
diferentes tipos de saberes.
En
la primera de las secciones “Literatura y artes plásticas: variaciones de la
materia” predominan los análisis sobre las relaciones entre literatura y
visualidad, dominan los estudios sobre textos y autores brasileños, los
análisis sobre la percepción háptica (Cóccaro), sobre artistas con colocaciones
poco canónicas (Cabezas), el despliegue de ideas sobre lo viviente (Barisone y
Kogan), reflexiones sobre restos y
precariedad (Penacini) o sobre el ready-made (Ríos). Clarice Lispector es
objeto de estudio de dos de los artículos. Constanza Penacini pone en serie
reflexiva las novelas de Lispector atenta a las relaciones textuales con lo
popular o con los medios y se detiene en lo que llama procedimientos de
precarización literaria. En este gesto crítico se advierte de qué manera las
herramientas actuales operan productivamente en el análisis de una autora muy
transitada por la crítica. Una escritora que, como señala Penacini, mira al
futuro mientras inscribe su actualidad o su inactualidad: “Lispector propone
una literatura sin red. Que no es pobre, popular ni masiva: es una literatura
precaria. Una precariedad integral, que va de la forma, pasando por lo temático
a lo argumental” (79). Así se percibe un elemento vitalista que pone en
escena siempre cuerpos (vivos, parlantes, textuales) en su condición precaria.
En este sentido habita un pensamiento biopolítico. También lo viviente como
materia del arte está presente en el análisis de Poema Enterrado de Ferreira Gullar que analiza Adriana Kogan y
sobre el que concluye: “A través de dos modulaciones principales de lo viviente (como campo de fuerzas y
como presencia orgánica) se fue desarticulando la oposición entre lo biológico
y lo artificial, donde la materia
viviente se fue configurando como materia
del arte” (65).
La
segunda sección “Literatura e imagen: transposiciones, imaginación y documento”
incluye artículos que analizan cine y documentales nacionales y brasileños con
diferentes abordajes y perspectivas críticas: la relación entre lengua, acento
e identidad en cine con temáticas migrantes (Depetris Chauvin), el uso de la
primera persona en el cine documental de hijos de desaparecidos (Piedras) o el
análisis del espacio biográfico y su articulación con el tiempo (Verardi).
También la política y la guerra ingresan de manera flagrante en los artículos
de Lara Segade o de Nicolás Suárez principalmente en sus relaciones con las
reelaboraciones estéticas que actualizan los discursos y los trabajos del arte.
Por
último: “Literatura y visualidad; contornos de la letra” incluye los siguientes
trabajos. Un estudio del conjunto de la obra de Clarice Lispector a partir de las
relaciones entre espacio, afecto y visualidad (Propatto), otro ensayo dedicado
a la novela Ramal de Cynhtia Rimsky
que despliega las tensiones y riesgos que toma la autora sobre lo propio y el
afuera y que la escritura crítica combina de manera minuciosa poniendo en
contacto las ideas sobre el texto junto a los mapas o gráficos incluidos. Así
Daniela Alcívar Bellolio extrae un saber sobre la escritura y la autora que
empalma y a la vez condensa los mecanismos de presentación de la imagen
literaria y de la visual con una mirada reflexiva, política y teórica: “La
estrategia de Ramal para hacer
convivir la imagen fotográfica con el relato de un suicidio infantil tiene su
fundamento en una forma de entender el espacio, donde nada significa, donde
solo es posible ensayar, a destiempo, una búsqueda de pruebas de que lo que ya
no existe tuvo alguna vez toda la contundencia de lo real” (213).
Cierran
esta parte y, a su vez, el libro un artículo de Alejandra Torres sobre textos
de Darío publicados en la revista Mundial
Magazine en los que relee los pasajes entre lo visual y lo discursivo en
términos de intervención política. Del mismo modo se advierte un énfasis
político en la lectura que Elsa Noya realiza sobre el intelectual
puertorriqueño Lorenzo Homar que combinaba en sus propuestas humor gráfico,
caricatura y escritura como forma de explorar y alterar las fronteras entre
lenguas.
Conviene
entonces reiterar que estos artículos despliegan y además ponen en escena
saberes construidos y elaborados sobre objetos polémicos. Saberes y objetos que
en cada caso dan por resultado una configuración teórica y política y una
escritura de la afección en el sentido en que se dejan afectar por apuestas
literarias fronterizas que modulan juegos entre arraigos y desarraigos. El
arraigo en una posición o, mejor, una toma de posición que se deja interpelar
por la seducción de objetos novedosos y el desarraigo de proponerse leerlos y
desacomodarlos con las herramientas que las teorías y los saberes actuales le
proporcionan.
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