"Qué pasa en Chile: ¿articulaciones entre partidos políticos y ciudadanía? (2)", por Pablo Vergara
Hoy, 10 diciembre, día en que asume
Alberto Fernández como nuevo presidente de Argentina y se clausuran al fin los
cuatro años de la nefasta administración Macri, se suponía que Sebastián Piñera
asistiría a la ceremonia del traspaso de mando –quién sabe si más como amigo
del segundo que como par del primero–. Era de esperar que su visita a la
Argentina generara un intenso repudio de parte de los porteños a las políticas
de terror que viene aplicando desde hace 54 días, pero por motivo de un
accidente aéreo esta madrugada Piñera –quien gambetea acusaciones de todo tipo
y gobierna con menos de un 10% de aprobación, una encuesta dice 4,6%– no estará
presente en la asunción de Alberto Fernández.
El subtítulo de esta columna en un
comienzo había sido pensado sin signos de interrogación y con un añadido que
diría “articulaciones y tensiones”. Buscaría describir los intentos de
articulación de las demandas sociales por parte de los partidos políticos y sus
representantes en el Congreso. La necesidad de una nota de este tipo estaba en
que, por la fecha del 10 de noviembre –día en que salió una primera entrega
sobre la situación de Chile en BdS–, un importante sector de la oposición al gobierno
de Piñera en el Congreso se mostraba obsecuentemente a favor de las dos
principales demandas de la ciudadanía movilizada: el avance hacia una nueva
constitución por la vía de una asamblea constituyente y la exigencia de que se
decretaran responsabilidades políticas y aun penales por los hechos de
represión, muerte y violencia vividos desde que Piñera decretara estado de
emergencia el 19 de octubre y “guerra” a la ciudadanía dos días después. La
problemática entonces –por aquel 10 de noviembre en que en Bolivia se vivía un
nuevo golpe de Estado–estribaba en saber si los partidos políticos y sus
representantes en el Congreso eran todavía capaces de gestionar las demandas
sociales y de ser portavoces legítimos o representantes idóneos de la
ciudadanía movilizada. En parte, esa posibilidad estaba abierta por la primera
respuesta favorable de la izquierda parlamentaria –liderada por el Frente
Amplio y secundada por el PC chileno–, cuando otros partidos como el PS
(partido de la ex presidenta Bachelet) y el PPD (partido del ex presidente
Lagos) se mostraban “cautelosos” a la hora de definir su posición respecto de
las movilizaciones[1].
Pero pocos días después, el 15 de
noviembre, tal posibilidad comenzó a desmoronarse cuando por todos los medios
comenzó a circular la noticia de un acuerdo entre el oficialismo y la oposición
para dar cauce un histórico proceso constituyente. En la foto que acompañaba la
noticia aparecían políticos de todos los partidos, con la única excepción de
los partidos Comunista, Humanista, Verde y otros menores que se negaron a
participar o rechazaron el acuerdo. Lo que a simple vista había parecido la
primera derrota del gobierno de Piñera –no hace falta decirlo, reactivo desde
su ADN a abandonar la Constitución de 1980–, se reveló a las pocas horas de
firmado el “gran acuerdo”, como una no tan sutil maniobra estratégica para
ganar terreno en su pugna contra el movimiento social. La letra chica –una
estratagema que al menos yo creía conocida por todos– en esta oportunidad
pareció pasar inadvertida a los mismos que bregaban por una nueva Constitución
con asamblea constituyente ciudadana: un quórum de 2/3 para la aprobación de
sus diferentes artículos (mismo quórum de la actual Constitución y el muro
contra el que chocaron todos los intentos anteriores por modificarla); una
asamblea constituyente (a la que significativamente se pasa a denominar
Convención Constitucional) compuesta en una mitad por parlamentarios, y cuyo
modo de selección de sus miembros libres se asemeja como dos gotas de agua al
del sistema electoral chileno en su peor versión (con campañas de difusión de
financiamiento incierto y sistema de votos con “arrastre” por grupos o
conglomerados), y la más rotunda omisión de cualquier referencia a algo llamado
equidad de género, eran algunos de sus incisos.
Una vez que la ciudadanía pudo
enterarse del trazo fino del acuerdo –por sus propios medios, pues los canales
de televisión y grandes periódicos seguían celebrando la madurez política de
las distintas facciones que lo hicieron posible– el rechazo en la calle se hizo
sentir con fuerza con un llamado a paro nacional desde sectores productivos,
organizaciones y gremios en rechazo a un acuerdo que, dijeron, fue firmado a
espaldas de la ciudadanía (juzgue usted: se firmó un domingo a última hora).
Piñera, por su parte, comenzaba a
avanzar en su agenda de seguridad: el mismo día del paro, el 24 de noviembre,
anunció que trabajaban en la creación de un proyecto de ley que permitiría
sacar a las Fuerzas Armadas a la calle sin necesidad de decretar estado de
excepción, bajo pretexto de resguardar algo que llamó “lugares estratégicos” y
que podían ser indistintamente hospitales o grandes casas de retail, bancos o
el centro comercial Costanera Center de Santiago.
Un día después, 25 de noviembre,
algunos vimos por primera vez en redes sociales la potentísima intervención que
hicieron en Santiago y Valparaíso un gran número de mujeres que interpretaban
con todo el cuerpo Un violador en tu
camino, cuya última parte cita literal un fragmento del himno de Carabineros
de Chile: “Duerme tranquila, niña
inocente/ sin preocuparte del bandolero/ que por tu sueño, dulce y sonriente/
vela tu amante Carabinero”, desvelando el fondo terriblemente ominoso
subyacente en el orden y seguridad de un Estado como el chileno.
Las protestas y las movilizaciones
en la calle no han dejado de darse día a día en todas las ciudades de Chile;
los videos conseguidos con celulares siguen copando las redes sociales y los
canales de televisión siguen apuntando sus cámaras a los “encapuchados” y los
que forman la llamada “primera línea”, blanco de las nuevas avanzadas del
Gobierno y de su ahora aliado permanente, el Congreso Nacional: hace apenas
cinco días, el 4 de diciembre, la Cámara de Diputados aprobó –¡con solo cuatro
votos en contra!– una ley que da penas de cárcel a quienes sean detenidos por
participar en disturbios en la calle, con agravantes como tener el rostro
cubierto, pertenecer a agrupaciones políticas o tan solo participar agrupados
dentro de las marchas. Los miembros más conspicuos del Frente Amplio, Giorgio
Jackson y Gabriel Boric, antiguos dirigentes estudiantiles y ambos voceros del
movimiento estudiantil del año 2011, salieron a decir al día siguiente que
habían cometido un error y que habían pensado que aprobando la ley en general
iban a poder conseguir modificar más adelante los artículos en particular;
según ellos, solo querían evitar que se siguieran produciendo saqueos y hechos
de violencia innecesaria. La respuesta de la población movilizada a la creación
en el Congreso de las leyes de “antiencapuchados” “antisaqueos” y
“antibarricadas” –como se las conoce– ha sido el poner en foco la primera
línea: no son saqueadores ni vándalos, la primera línea está ahí para
resguardar a la ciudadanía que se manifiesta en la calle del actuar represivo
de Carabineros. Por la madrugada del 5 de noviembre, consumado el espaldarazo
del Congreso a las políticas represivas de Piñera (y cuando Un violador en tu camino ya era un
fenómeno viral en las redes y la intervención se reproducía en numerosas
ciudades del mundo), se vio a grupos de Carabineros en las calles cantando el
himno de la institución: la música saliendo fuerte y clara de las bocinas de
los coches celulares y los funcionarios de a pie cantándola, algunos marchando,
otros cuadrándose. “Este himno no
solamente lo vamos a repetir en Valparaíso, sino que lo vamos a seguir
repitiendo a lo largo de todas las ciudades. Es una señal de que los carabineros estamos siempre
presentes”, dijo el vocero de la institución días después, y vaya si no lo
están.
Hoy, 10 de diciembre, también se
cumplen trece años de la muerte de Pinochet. No hace falta decir que su
fantasma sigue sobrevolando el territorio chileno, velando cual carabinero por
el sueño neoliberal… Sueño, más bien pesadilla
de la que Chile ya quisiera despertar.
[1] Nota de color: la rebaja inmediata de la llamada “dieta
parlamentaria” estaba en la lista de las demandas ciudadanas urgentes desde el
día uno del conflicto, y el 27 de noviembre terminó siendo aprobada por
unanimidad en las dos cámaras una rebaja “transitoria” del 50% de la dieta;
pero hay que agregar que desde el año 2014 los diputados Jackson y Boric
(Frente Amplio) habían presentado un proyecto de rebaja del sueldo de
parlamentarios que fue rechazado cada vez que fue votado en el Congreso.
Puede ser semanal? Hay mucho de qué enterarse desde otros lugares del mundo y poca información. Muy bueno!!
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