“La batalla de las estatuas (Espectros II)” por Jimena Néspolo







Los tiempos de las estatuas son tiempos largos, mucho más largos que las personas, acontecimientos o ideales que intentan representar. El del monumento vandalizado el pasado 1 de septiembre excede el escaso año de emplazamiento que el próximo 8 de noviembre cumpliría: fecha en que se inauguró el monumento a María Remedios del Valle en la Plazoleta Alfonso Castelao (ubicada entre las calles Bernardo de Irigoyen y Estados Unidos, en la Ciudad de Buenos Aires). El espectro que el monumento a la “Madre de la Patria” intenta homenajear tiene, incluso, mucho más que diez años, aunque recién en 2013 se promulgara la Ley 26.852, que pautaba la construcción del monolito y la fijación de esa fecha como Día Nacional de las y los Afroargentinos/as y de la Cultura Afro: un 8 de noviembre de 1847 fallecía en la más absoluta pobreza “la Capitana”, guerrera negra, que luchó junto a Manuel Belgrano en el Ejército del Norte. 

Un escueto andamiaje de hierro es lo que ha quedado en pie. La obra, realizada por Alexis Minckiewicz en impresión 3D, con resina y laca poliuretánica, medía 3,70 metros con el pedestal incluido, pesaba 80 kilos y mimaba la figura de la activista trans afrodesciente Louis Yupanki en pose de combate. La estructura que resta tiene la terquedad despojada de las figuras en palote: el hueso de aquello que pervive pero que ya no es, o que solo puede seguir siendo vistiendo ropajes fantasmáticos. Quisieron quemar a “La Negra” y no obstante “La Negra” sigue en pie: esqueleto de hierro mudo, entre la humanidad y la espectralidad. Que el método de destrucción haya sido el mismo utilizado por los procesos inquisitoriales sugiere un odio interseccional que atraviesa género, raza y clase con una elocuencia apabullante. No casualmente, ese día se cumplía un año del atentado a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, numerosas veces atacada con iconografía brujeril desde la prensa, antes y después de que Fernando Sabag Montiel intentara gatillarle una bala en el rostro. Poner en foco el hecho de que la vandalización haya ocurrido en la misma fecha del atentado a CFK permite observar la real dimensión del conflicto sobre tres ejes (género, raza y clase) que no deben disociarse. Después de todo, el monumento al Negro Falucho, realizado por Francisco Cafferatta y Lucio Correa Morales, para homenajear a Antonio Ruiz, un soldado negro que luchó junto a José de San Martín, se encuentra emplazado en el barrio de Palermo hace más de cien años, sin generar controversia alguna. A diferencia de la estatua a Julio Argentino Roca, emplazada en el Centro Civico de Bariloche en Río Negro desde 1940, que también ha sido recientemente vandalizada, con pintadas que tildan de “asesino”, “genocida” y “racista” al ex presidente, y que no ha sido removido de su pedestal aún cuando el actual intendente de la ciudad patagónica lo intentara. Una medida cautelar y la movilización de los vecinos bajo el lema “Roca no se toca” da el tono bélico a esta batalla de las estatuas que intentamos analizar. 

En efecto, Julio Argentino Roca ha sido sindicado como símbolo de un genocidio indígena cuyos orígenes, ideólogos, ejecutores, proyección histórica y profundidad social trascienden con mucho su papel, aunque haya sido el que cabalmente lideró la Campaña del Desierto. Domingo Faustino Sarmiento ha recibido críticas en este sentido, pero éstas no han logrado corroer el mito escolar que lo liga a la política educativa llevada a cabo durante su gobierno, dejando que Roca imante para sí el mote de “genocida”. Esto deriva en gran medida del modo en que tradicionalmente la Campaña del Desierto ha sido instituida como el evento mítico del “fin de los indios” y el mismo Roca, como héroe fundador del territorio, la raza y el destino colectivo de la Argentina [1].  

Pero los espectros desconocen los nombres propios, así que vayamos al reparto. Como se recordará, la concreción de la organización del Estado nacional argentino se sostuvo sobre un conjunto de ideas racistas cultivadas por las élites, que se vinculaban al darwinismo social y al racismo científico de la época. El supuesto de que la civilización y la modernidad eran posibles sólo a través del blanqueamiento de la población fue la ideología de base compartida por gran parte de la comunidad letrada, una ideología que al día de hoy goza de buena salud y explica –por ejemplo– el hecho de que una cantidad de “buenos vecinos” se congreguen en pos de la defensa de una estatua. Para lograr ese “progreso” era necesario no solo alterar la composición racial de la población de la Confederación Argentina sino también invisibilizar lo “negro” (léase en su sentido amplio y clasista, indix/negrx) anulando todo registro. Así, hacia mediados del siglo XIX se comienza a instalar la idea de que la población afrodescendiente y de origen africano, tanto como los pueblos indígenas, se habían reducido al punto de su casi extinción, a la vez que se desenvolvía la proacción discursiva, llevada a cabo por Sarmiento y Alberdi, impulsando el blaqueamiento del país a partir de una política inmigratoria europea.  


Quisieron quemar a “La Negra” y no obstante “La Negra” sigue en pie: esqueleto de hierro mudo, entre la humanidad y la espectralidad. |


Los orígenes del racismo estructural que vertebra al día de hoy la sociedad argentina se remontan a la época colonial y precipitan en el cuerpo ideológico sobre el que se conformó el Estado-nación mismo: hasta la reforma del año 1994, la Constitución de Argentina consideraba a la población indígena como “bárbaros” y “salvajes” a los que se debía cristianizar. Recién el censo realizado en el año 2010 logra rasgar el mito de que Argentina es una nación blanca y europea, incluyendo la variable racial para los afrodescendientes; por su parte, la variable de la ascedencia indígena se suma en el censo del 2022. Tan efectiva fue la invisibilización lograda que hay que retrotaerse a un registro de 1778 para encontrar una indagación sobre el origen racial de la población: el puerto de la Ciudad Buenos Aires, capital del Virreinato del Río de la Plata, fue la puerta principal de acceso en esta subregión de africanos y africanas traídos como mano de obra esclavizada durante el período de la trata transatlántica. Para entonces, el 30% de los habitantes de Buenos Aires eran negros y mulatos, mientras que en otras provincias representaban entre el 40% y el 64% de la población [2].

De este modo, además de invisibilizar a la población afrodescendiente y aniquilar material y simbólicamente a la indígena, se promovió con activa sistematicidad la inmigración europea, propiciando el negacionismo historiográfico y la eliminación de la variable racial en los datos estadísticos. Que dos líderes políticos de diferentes partidos coincidan en la falacia de que “todos los argentinos bajamos del barco”[3], sin que se les mueva el jopo, demuestra la vigencia del mito de la Argentina como nación blanca y europea. 

El racismo presente en la vida institucional de nuestro país arrincona a una existencia espectral a esa población “negrx”, que invisibilizó y que aún invisibiliza. Quizá esto explique por qué el monumento a María Remedios del Valle no se instaló en la Plaza de Mayo, donde fijaba el proyecto inicial de 2013, sino en un lugar menos central, y por qué sólo se pudo representar a la “Madre de la Patria” con rasgos idiosincráticos de esclava: desnuda, descalza, sin su casaca de capitana, con apenas una lanza como arma.  



* Ilustración de Víctor Hugo Asselbon

------

[1] Ver: Escolar, Diego: “De montoneros a indios: Sarmiento y la producción del homo sacer argentino” en: Corpus. Archivos virtuales de la alteridad americana. Vol. 1, N° 2, 2011.

[2] Andrews, George Reid. The Afro-Argentines of Buenos Aires, 1800-1900. University of Wisconsin Press, Madison, Wisconsin, 1980. Ver además el Informe del CELS Evaluación sobre el cumplimiento de la Convención Internacional sobre la eliminación de todas las formas de discriminación racial en el marco del XXIV-XXVI Ciclo de presentación de informes por Argentina ante el CERD. Período de sesiones: abril de 2023.  

[3]  Cfr. “La cita fallida del presidente de Argentina: ‘Los mexicanos salieron de los indios, los brasileros de la selva, pero los argentinos de los barcos’” en: El País, 9 de junio de 2021. “Macri dijo que ‘todos somos descendientes de europeos’ y le llovieron las críticas” en: Los Andes, 25 de enero de 2018.


Comentarios