“Por un deseo en plural” por Miryam Pirsch


Lo que queremos es que nos deseen. Narrativa argentina gay/queer del siglo XXI, Jorge Luis Peralta (ed.). Barcelona-Madrid, Egales, 2025, 357 págs.


El ser amado es deseado porque otro u otros han mostrado

 al sujeto que es deseable: por especial que sea,

 el deseo amoroso se descubre por inducción.


Roland Barthes, Fragmentos de un discurso amoroso (1977)



No queremos que nos persigan, ni que nos aprendan, ni que nos discriminen, 

ni que nos maten, ni que nos curen, ni que nos analicen, 

ni que nos expliquen, ni que nos toleren, ni que nos comprendan. 

Lo que queremos es que nos deseen.

Néstor Perlongher, El sexo de las locas (1984)


 

Deseo por otrx u otrxs, sujetos deseadxs y deseantes, miradas que construyen y constituyen a esa otra subjetividad deseada porque no hay deseo en singular. La cita de Roland Barthes propone el deseo por inducción, un proceso que va de lo particular a lo general, un fenómeno que se origina en la individuación, en una subjetividad que le resulta insuficiente y que se proyecta desde/hacia otra/otras para poder existir, para crecer y mantenerse vivo. El deseo implica, por lo menos, dos subjetividades, una pluralidad. También Perlongher inicia El sexo de las locas en la figura de una primera persona del singular que recorre con ojos asombrados una Buenos Aires tan recientemente democrática como profundamente homofóbica. Poco a poco, párrafo a párrafo las locas del título van soltándose por el espacio que se tornará propio para conformar una pluralidad, un colectivo que a medida que avanza se vuelve primera y tercera persona del plural (“no subsumir esas singularidades en una generalidad personológica: el homosexual”) hasta llegar a la arenga final que sirve de epígrafe a esta reseña y de título a la antología con que Jorge Luis Peralta da continuidad a este deseo en primera persona y en plural. 

En el prólogo del editor, Peralta apela a esta idea de pluralidad en el gesto fundacional de su antología y de su trabajo como investigador literario: “Narrar nuestra historia” lo titula, en una síntesis perfecta del contenido del prólogo pero también de su compromiso como parte de un colectivo, de una comunidad que para contarse con fidelidad debe ser contada en primera persona del plural. Por otro lado, hay una distancia que recorre esta historia y tradición de la literatura homoerótica argentina y que puede rastrearse en el sistema de notas al pie que acompañan el texto de la investigación, donde explicitan que la investigación tanto como el volumen tienen un público lector que no es parte de ese nosotros gay/queer argentino del subtítulo de tapa; la investigación tiene como marco institucional un programa del Ministerio de ciencia e Innovación español, se ha publicado en España y es en el mercado editorial de ese país donde, por el momento, circula. Aún con esa distancia que el investigador explicita, el prólogo organiza una historia que lleva desde Los invertidos (1914) de José González Castillo y “El matadero” (c.1845) de Esteban Echeverría hasta la selección de autores contemporáneos que integran las tres secciones en que se organiza el volumen. No solo historiza la literatura homosexual argentina, sino la crítica y las antologías que le han precedido con el acento puesto en la diversidad como eje de su trabajo (de género y de época, entre autores consagrados e inéditos, de temática, de estilos).

Entre los textos evocados en el prólogo, en Historia de un deseo [1] Leopoldo Brizuela seleccionó 28 cuentos que daban cuenta de modos de representación del erotismo homosexual en escritores y escritoras sin que formaran parte, necesariamente, del colectivo que representaban esos cuentos: Sara Gallardo, Ricardo Piglia, Silvina Ocampo, Manuel Mujica Láinez, Angélica Gorodischer, Carlos Correas, Jorge Asís, Oscar Hermes Villordo, Marta Lynch, Manuel Puig, entre otros. Veinticinco años después, Blas Matamoro y Eduardo Muslip hacen de puente y homenaje a la labor de Brizuela cuando reencontramos sus nombres y sus cuentos (“A Gaspar” del primero y “Barrio Diza” del segundo) en Lo que queremos es que nos deseen. Junto a ellos, más de veinte autores (Santiago Nader, Sebastián Suñé, Facu Soto, Cristian Godoy, Ioshua, entre otros) dan cuerpo a las secciones en que se divide la antología: I) El jardín de versiones que se bifurcan: donde los cuentos contemporáneos dialogan con textos anteriores como El juguete rabioso de Roberto Arlt (“La escena de la pensión” de Claudio Zeiger) o el ya citado ¨El matadero” (“La carne busca a la carne” de Martín Villagarcía y “El matadero” de Nicolás Colfer”); II) Donde yire el deseo: un trazado de algunas de las topografías por las que circula el deseo, un mapa posible de las derivas sexuales que habitan en calles, plazas, cines, gimnasios, terrazas, lavaderos, cementerios, oficinas; III) Otras historias de amor: referencia y homenaje a la película de Américo Ortiz de Zárate (1986) “que osó darle un final feliz a una pareja homosexual en la recién recuperada democracia argentina” (33).


| párrafo a párrafo las locas del título van soltándose por el espacio que se tornará propio para conformar una pluralidad, un colectivo |


Los cuentos seleccionados ponen en escena la diversidad y pluralidad dentro de ese “nosotros” literario que integra al corpus la narrativa veloz, entrecortada, intermitente y de montaje cinematográfico de “Babilon” de Roberto Videla así como la pluma de Blas Matamoro se enlaza con la narrativa de Manuel Mujica Láinez o Manuel Puig en “A Gaspar”, una extensa y melancólica carta a su gran amor de adolescencia donde el protagonista nos cuenta exquisitamente cómo ha sido vivida la homosexualidad en tres generaciones de esa familia: “Si repaso la lista de los que supieron mi partida, hace treinta años, solo vos evitás la tachadura. Las casas donde viví ya no albergan a seres queridos ni odiados. Sigue habiendo mesas de cafés, bancos en las plazas y en los parques, porque ¿a quién voy a esperar en ellos? Por las calles, en el subterráneo, en algunos de los escasos locales que perduran desde entonces, si he de encontrar a algún conocido, procuraré evitarlo. En todo caso a vos, siempre a vos, como el que puede reconocerme y al que puedo reconocer, pero al que prefiero escribir unas estrictas líneas sin los imprevistos y titubeos de alguna conversación. Vos y yo hemos conversado mucho y en los momentos oportunos de aquella adolescencia con sus crepúsculos demorados y sus anocheceres cómplices -¿de qué complicidad?- que gastábamos caminando sin rumbo” (243-244).

La represión (la sexual y la de la última dictadura militar) en “Barrio Diza” (Eduardo Muslip), la enfermedad (“El consultorio” de Rodolfo Omar Serio y “Música para cuando muera” de Gustavo Pecoraro), la violencia (“Bambi for escort” de Manuel Girao) pero también y, sobre todo, la complicidad, la ironía, el humor, la fiesta son algunos de los ingredientes que se integran en ese deseo del tìtulo. Esos y muchos otros más que confluyen en el cuento de Wachi Molina que cierra el volumen, “Elongar”. La playa del río Paraná, el parque Alem, el pegajoso calor rosarino, los nidos de loros y loras, los eucaliptos y paloborrachos, la parejita de enamorados y el chongo transpirado que apaga la contemplación bucólica y en el desenfreno de la orgía delirante desata el deseo, la audacia, la desfachatez, el exceso, el humor y todos los sentimientos que se gestaron al calor de los veintitrés cuentos anteriores y que al llegar a este final, también compartimos lxs lectorxs: “(…) nos hacía palpitar la felicidad, que chisporroteaba ahora en la sonrisa y la mirada sarcástica del chongo, que se ataba los cordones y salía corriendo para perderse entre la gente” (356).



[1] Brizuela L. Historia de un deseo. El erotismo homosexual en 28 relatos argentinos contemporáneos. Buenos Aires, Planeta, 2000.

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