“Zurcir lo roto”, por Emilia Sofía Cotutiu
El roce del viento, de Verónica Mateo. Buenos Aires, Ombligo Cuadrado Ediciones, 2023, 54 páginas.
En El roce del viento destacan dos elementos particulares: el trabajo con la memoria, el recuerdo, y la omisión del uso del punto final y otros signos. Cabe preguntarse si, con ello, el objetivo de Verónica Mateo no es evidenciar la improbabilidad de los cortes abruptos en el amasijo de la memoria, donde todo es sensación y sentimiento. ¿Estos poemas tienen un final, de hecho? Luego de mencionar una higuera, ícono clásico, entre otros, de las abuelas campestres, ¿debemos interpretar que “en la sobremesa te arqueabas / como un girasol / [...] me hundía en tu pecho de paloma / en los pliegues del cuello” (16) narra a la niña que se acurruca en brazos de su madre, o de su abuela? Las figuras se cruzan. Deudor también del punto aparte e incluso de la coma, el texto parece jugar con los límites y alcances del inicio y la conclusión, tal como una propuesta poética.
Pájaros enjaulados, rallar el pan, la siesta, los santos, parras, ortigas e higueras, el arroz con leche, barcos de papel, mujeres de vestido y pollerones, entre malvones, eucaliptos e imágenes del campo, como la caza y las mesitas de luz con armas desvencijadas al acecho. Rodeados los versos por una profundidad visual, Mateo comprende que no es necesaria la referencia explícita para que el/la lector/a capte la figura que se entraña tras el texto, esa que se teje, pero que también teje intransitivamente. A la vejez la surcan “palmas ajadas” (30) y un “canal de venas / un arroyito de piedras” (26), últimos dos significantes que completan el cuadro con el detalle de las várices y entonces la representación de la ancianidad es clara. Quizás la abuelidad actual pueda diferir un poco de aquella emparentada con la iconografía de los caramelos de anís y el alpiste. De hecho, en tan sólo dos versos, se simboliza el cambio generacional y resalta la abuela comedida que “se reía bajito mientras / movía las piernas que no llegaban al piso” (47) de la madre de la enunciadora quien, cuando vieja, pregunta desfachatada “¿querés que te haga reír? / [... y] saca un cigarillo de las tetas” (46).
El roce del viento es un texto altamente recomendable para las generaciones de nietos/as de cuarenta años en adelante que deseen hallar un estímulo eficaz para recuperar imágenes y memorias de las madres de sus madres. Especialmente para quienes busquen panoramas más rurales, o del conurbano campestre y provinciano. Y la heurística de estos poemas recae en que, lejos de configurar y apelar a significados edadistas, las imágenes de la poesía de Mateo “se rozan con el viento” (49) en la terneza de un tono suave. Romantizador o no, lo que resulta más interesante es el hecho de que el texto propone leer la vejez sin hostilidad; cuanto más, humanizarla.
Sin embargo, pese a ello, el registro de la angustia no escapa del todo tampoco. Pues la memoria es un fenómeno cuya condición de posibilidad sine qua non es el pasado, a saber, aquello que ya no está y que se ha desvanecido. Por lo cual, ataca la memoria. A El roce del viento lo atraviesa la muerte, como sinónimo de la pérdida del presente; así perece la anciana, el padre, y la madre envejece. Entonces, en este texto, la memoria no sólo es nostalgia sino respeto por quienes han caído. Y con el respeto, Mateo pareciera apuntar a “zurcir lo roto” (25) de la dignidad, la finitud y el viejismo como un todo.
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