A sus plantas rendido un león


Texto de Jimena Néspolo
Fotografías de Matías Scafati


No fue por encontrar a Estela de Carlotto en el aeropuerto de Ezeiza. Tampoco por cruzarnos esa misma noche, antes de tomar el avión hacia Madrid, con Adrián Paenza, recientemente galardonado con el Premio Leelavati 2014, la mayor distinción otorgada a los divulgadores de matemática en el mundo. Esta crónica anunciada recién la hallaría en otros encuentros fortuitos y en una noticia leída por azar en un diario de provincia. Hasta entonces, sólo me habían llevado allí un congreso más o menos relevante y una disertación. Pero quiso la fortuna que Inés García Holgado, una de las querellantes en la causa argentina de los crímenes perpetrados por el Régimen Franquista, llegara a León el mismo día que nosotros y que luego la conociera personal y casualmente frente al ayuntamiento de Astorga, minutos después de haberme enterado de las actividades que allí se llevarían gracias a un cartel puesto en la entrada a la biblioteca del poblado por la joven fuerza política que hoy hace temblar al PP y al PSOE.

Detalle de capitel en el Monasterio de San Marcos
La nota publicada en el Diario de León, el 5 de noviembre, anunciaba la llegada de Inés para realizar una serie de actividades en homenaje a su tío abuelo, Luis García Holgado, en el momento en que la jueza argentina María Servini de Cubría dictaba a Interpol, desde Buenos Aires, la orden de detención contra veinte imputados por crímenes del franquismo (imputados entre los que se encuentran los exministros leoneses Rodolfo Martín Villa  y Fernando Suárez González).  
Concejal socialista en el ayuntamiento de la capital maragata entre 1931 y 1934, Luis García Holgado sería fusilado el 21 de septiembre de 1936 en la carretera de los Baños de Montemayor. “Aprendí la trágica historia de mi familia a través de los relatos de mi abuela Mauricia Holgado Barrio. Ella me contó cómo mis dos tíos abuelos (Elías y Luís García Holgado) fueron condenados por su  militancia política de izquierda, mi tío Vicente desaparecido durante la guerra y mi abuelo Vicente sospechosamente por las escaleras del séptimo piso de la Dirección General de Pesca en 1946”, cuenta Inés al rememorar cómo se inició hace quince años su búsqueda por la “memoria, la verdad y la justicia”. Antes de encontrar el expediente de su tío abuelo Luis García Holgado en el Archivo General de Salamanca participó en foros e investigó desde la Argentina todo lo que podía sobre el tema, cuando el juez Baltasar Garzón fue inhabilitado en 2008 se consideró la posibilidad de presentar una querella en Argentina. Inés fue entonces una de las primeras en presentar cargos: “Busco la investigación de la verdad, los nombres de quienes fusilaron y firmaron su sentencia de muerte si la hubiere”, y también “retratarlos ante la sociedad” pues aunque sus asesinos están muertos, “sus nombres quedarán para la historia” –afirma.
Pero yo he venido a León a un congreso sobre literatura fantástica, y antes de que la fe me encamine en la senda que me lleva a Inés y a la legendaria tumba del apóstol Santiago, escucho varias intervenciones que plácidamente se acomodan en la religión borgeana y su libro de oraciones. Un posmodernismo de oficinistas en patines que le enseñan al toro cómo bajar el testuz para que la saeta argentina se clave. Y no.  

Peregrino en el "Camino a Santiago"

La ciudad de Astorga se encuentra a cuarenta y cinco kilómetros de León, siguiendo el “Camino a Santiago”, una ruta que unía el finis terrae hispano con el resto de Europa. Astorga y León crecieron durante la expansión colonial romana durante los primeros siglos de la era cristiana. La victoria militar del César en la zona supuso la inminente pacificación, garantizada por dos legiones y la explotación de los recursos auríferos y humanos; para ello Roma estableció estos dos centros neurálgicos: Asturica Augusta (Astorga), gran ciudad del Noroeste emplazada en una encrucijada de caminos en territorio aurífero, y León, el único acantonamiento militar en Hispania durante todo el imperio (la Legio VII Gemina). Así, la malla administrativa romana encontraba en el oro de la zona un punto estratégico para el sistema monetario de Augusto, de allí que en el resto del territorio astur la presencia romana fuera si no escasa, gradual. Como si se tratara de las cuentas de un rosario, la ruta hacia la legendaria tumba de Santiago Apóstol hizo crecer las ciudades a su vera, estableciendo una red de templos y hospitales que albergaban por igual tanto a los ejércitos cristianos como a los peregrinos llegados de todo el orbe. Las imágenes del santo patrono de España, patrono –además– de la provincia argentina de Mendoza, a quien la Virgen Santísima se le apareció “en un pilar de jade” –según asegura la tradición– para invocar su presencia en Jerusalén, se suceden como íconos, coartadas, estampas: la temible valencia bifronte que impone la moneda del Imperio. Porque el mártir cristiano es también el santo protector de los temibles Caballeros de la Orden de Santiago. La orden a la que perteneció el humorista Quevedo. La orden de Santiago Matamoros. La religión del Cristo enamorado es también, para otros, la religión de la sangre.

Sepulcro en la Catedral de León 

Cuatrocientos años de Inquisición. Cuarenta de franquismo. Pienso, ¿cómo se impone el horror? ¿Cómo se transmite y se inyecta en las nuevas generaciones? Un terror profundo que incluso, a veces, pareciera disfrazarse de cinismo. De vacuidad. De miedo.
La conferencia de David Roas, catedrático de la Universidad Autónoma de Barcelona, revisa las principales modulaciones del fantástico moderno para detenerse en la categoría del “miedo” y postular la existencia de un fantástico actual que vira hacia el humor pero que no abandona la revulsividad del género. Hebert Benítez, de la Universidad de la República de Uruguay, retruca su intervención: la categoría de “miedo”, si existiera como tal, no puede ser pensada fuera de su imbricación socio-histórica, de su transformación temporal, de su pregnancia política. “Hoy los vampiros –contesta Roas en broma– no despiertan miedo”.  
Hay un filón tragicómico que recorre toda la historia literaria española. El escritor José María Merino, en la conferencia de clausura del congreso, se solaza en él. Dispara el aplauso fácil, tiene don de gentes –se dirá–, aunque sea número activo de la Real Academia Española.
Mi abuelo materno se fue de España a los siete años, con hambre. Acompañó a su padre que venía a trabajar. Luego de un breve regresó, se afincó definitivamente en Argentina. En uno de sus viajes se cambió el apellido. Abandonó el “Pajarín” por un apellido neutro que no llamara la atención ni generara burlas; un “Alvarez” como el de la organizadora del congreso al que asisto. Mi abuelo Luis. Sus manos cuadradas y duras. Esa convicción en la certeza de lo dado: tan española, tan suya.

Palacio Episcopal de Astorga

Entre conferencias y disertaciones, junto a mi compañero recorremos las joyas arquitectónicas del lugar y vislumbramos dos de las tres obras realizadas por Antonio Gaudí fuera de Catalunya: la Casa Botines y el Palacio Episcopal de Astorga. Sin embargo, es la abadía de San Marcos, su fachada plateresca considerada como una perla del Renacimiento Español, su iglesia de gótico hispano tardío y, principalmente su historia la que nos paraliza de miedo. La fachada monumental y los juegos del terror son, en todas las latitudes, atrozmente recurrentes. A partir de 1836, año en que se abandona su uso conventual, el edificio pasa a ser sucesivamente: sede de un instituto de segunda enseñanza, una casa de corrección eclesiástica, una escuela de veterinaria, un hospital penitenciario, una cuadra de sementales y, para redundancia de la absurdidad y el horror de la “Marca España”: campo de concentración y de torturas de prisioneros republicanos entre 1936 y 1940. El poeta Victoriano Crémer (1906-2009), detenido allí por su vinculación con los movimientos sindicales, cuenta esa experiencia en El libro de San Marcos (1981): “Quien no haya muerto alguna vez no sabe la enorme presión interior que el hombre es capaz de soportar. No estalla, porque lo que envuelve al ser humano son corazas superpuestas… Para llegar a la sangre hay que cavar hondo… Nosotros sabíamos lo que era morir de noche porque nuestros guardianes jugaban a matarnos con fingimientos espectaculares. Nos fusilaban de mentira contra los tapiales del patio. De esas pruebas volvíamos a nuestras celdas muertos”. 

Monasterio de San Marcos

¿Qué es, hoy, el “miedo”? ¿Qué burbuja de intramuros nos adoctrina en la impermeabilidad del confort y del cinismo?
El Ateneo Republicano de Astorga detalla la muerte de Luis García Holgado. Después de muerto a tiros fue pisoteado y aplastado varias veces por un carro y su cadáver estuvo expuesto durante días en el pueblo de Hervas como ejemplo de “rojo”. Nacido en La Fregeneda, Salamanca, en 1897, llegó a Astorga como funcionario de Correos. En la capital maragata se inició en la militancia política y sindical, y formó familia. Fue concejal socialista hasta que en 1934 es detenido por participar en un levantamiento. Volvió a la militancia política y llegó a ser teniente alcalde del municipio cacereño. El golpe de 1936 lo encuentra en Madrid. Fue detenido y torturado antes de ser fusilado.
Los paseos turísticos que la reivindicación de una memoria histórica de souvenir ha emplazado a lo largo y lo ancho de toda España –tema que articula de fondo la reciente novela de Javier Cercas, El impostor–  no han logrado acallar el corazón de esa apuesta: la demanda de justicia en tiempo presente. Eso que Pablo Iglesias, el líder de PODEMOS, el nuevo movimiento político ciudadano nacido del hartazgo generalizado frente a la corrupción de las castas dirigentes, ha denominado “abrir el candado del 78” para poder iniciar un proceso constituyente capaz de revisar las bases judiciales, políticas y económicas de la Transición.
Que Inés cierre el homenaje a sus antepasados recordando el poema de Luis Cernuda “1936” es, sencillamente, fantástico. 
Yo, la aplaudo.  

Antiguo puente sobre el Río Bernesga

Comentarios

  1. Muchísimas gracias por tan hermoso artículo! lo difundiré entre mis compañeros. Estoy a su disposición desde Buenos Aires. INES GARCIA HOLGADO

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