“Machos eran los del campo”, por Miryam Pirsch
Machos de campo, de
Cristian Molina. Buenos Aires, Baldíos en la lengua, 2017, 125 páginas.
Machos de campo no
es la clase de libro cuya edición auspiciaría alguna institución patricia
dedicada al mecenazgo de las bellas letras.
Machos de campo sí
es la clase de libro que sus potenciales lectores financiarían de buena gana para
que llegara al papel. Y así fue como colaborativamente a través de Idea.me se
prepagó la edición que publicó la editorial Baldíos en la lengua. Los textos
que integran Machos de campo ya
habían transitado concursos, blogs, Facebook y performances varias pero
llegaron a este formato a través de un circuito diferente al habitual, trazando
un desvío (solo uno más de los tantos que propone) en el circuito de la
edición: autor –lectores– edición.
El
Púber P (o Cristian Molina) escribe estos cuentos con una voz fresca, familiar,
joven pero no carente de tradición, entrelazando su lengua con la que tanto
conocemos y queremos del maestro Manuel Puig. Porque si el alias elegido nos
remite a la burbujeante época de la pubertad, los personajes son jóvenes,
adolescentes o niños que visitan, exploran o viven la homosexualidad en el contexto
que da título al libro, con la alegría del descubrimiento en muchos casos, con
el miedo de que se sepa o se comente, con la sorpresa de que la situación
excite como le sucede al heterosexual que descubre la “tetera del amor” y pone
toda su voluntad en rechazar lo que ve. Porque así fluyen los relatos de Machos de campo, exultantes en el infierno
grande del pueblo chico, con la fluidez del amor, con la urgencia de la
calentura.
Machos de campo nos
abre sus páginas con una anécdota rutera, “El baile de la bombachita rosa”, una
fábula desopilante donde un personaje cuenta, en una suerte de puesta en
abismo, una serie de anécdotas que presentan a personajes y espacios que
reaparecerán páginas más adelante, como Lauti y su kiosquito, el pueblo, la
ruta, el tránsito desde o hacia Rosario, la seducción… pero sobre todo la
estrategia narrativa que se desplegará en los demás relatos que componen este
volumen: “Deformaba lo que le habían
contado hasta dejarlo irreconocible.
Una historia hecha de historias y de transformaciones” (15). La historia de estos machos de
campo es nada más y nada menos que eso, una historia móvil hecha de historias y
de personajes que circulan todo el tiempo por rutas, callecitas y callejones,
montecitos, vías y pasos a nivel o andan en círculo por la pista de patinaje. A
los personajes de estas historias nada los detiene en su viaje por el deseo,
como la “Bestia” cuyo cuerpo va enfermándose, paralizándose pero sabe que por
la ventana abierta ÉL vendrá a sacarlo para vivir su historia, digna del más
kitsch de los culebrones.
Molina
despliega situaciones y sentimientos para recuperarlos en el micromundo de la
conversación virtual de “Un chat en Messenger”, donde el formato se aleja del
universo del pueblo y de la narrativa anterior para tomar, con el username De
regreso las riendas de este rosario de cuentos e insertarlos,
microscópicamente, en la trasnochada conversación entre Roberto y De Regreso.
Él y nosotros los conocemos, nos reconocemos, somos cómplices también en este deseo
por más (de esta) literatura.
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