“Un panteón feminista”, por Cintia Córdoba



Biblioteca feminista. Vidas, luchas y obras desde 1789 hasta hoy, de Florencia Abbate. Buenos Aires, Planeta, 2020, 320 páginas. 

Parece hoy indiscutible el impulso del feminismo en todas sus expresiones a escala planetaria, un fantasma que recorre el mundo denunciando injusticias. En nuestro país se ha constituido en un movimiento diverso, apasionado y creativo capaz de resignificar y contextualizar viejas consignas. Una de estas resignificaciones ha consistido en otorgar a la idea de red, estatuto político. Es posible advertir la configuración de un pensamiento político que no cesa de señalar la necesidad de enlazar —como clave beligerante— contra el proyecto sustantivo del capitalismo: soltar e individualizar. Muchas de las transformaciones lingüísticas contemporáneas como la sustitución del universal masculino por sus variantes inclusivas (todxs, todes), expresan importantes conquistas capaces de producir nuevas identificaciones que discuten y cuestionan otras excluyentes y cerradas. Este sabotaje al lenguaje en clave política es un proyecto que data, al menos, de cincuenta años, Monique Witting ya advertía como “el lenguaje proyecta haces de realidad sobre el cuerpo social, lo marca y le da forma violentamente”. De palabras están hechos nuestros compromisos afectivos, políticos, vitales, sostiene Ivonne Bordelois y no podemos sino suscribir. Pero este acontecimiento político con características rizomáticas —que trastoca la política en los conceptos— es deudor del camino trazado por otras feministas, por muchas, en diversas latitudes. Este libro se revela inquieto por la cuestión de esas herencias.  Abbate señala la necesidad imperiosa de que “los eslabones entre las voces feministas no queden desdibujados”. No obstante, este rastreo por la historia no es la búsqueda de una ascendencia, de un origen, sino la configuración de una filiación intelectual con el pasado que se consustancia con la vocación de red del presente.
En este sentido, esta biblioteca es también una cartografía, cuya intención es mostrar la conexión entre obras, coyunturas y preocupaciones vitales en las autoras citadas. Esta labor se conjuga con gestos de reconocimiento que nos permiten advertir el proceso por el cual las ideas de viejas feministas devinieron nuestras. Las fuentes que la autora utiliza están deliberadamente subrayadas para que el/la lector/a advierta rápidamente ciertas resonancias:  Olympe de Gouges ya hablaba del deseo revolucionario; Mary Wollstonecraft descalificó el biologicismo rousseauniano y sostuvo la igualdad intelectual entre hombres y mujeres; Flora Tristán cuestionó la institución matrimonial burguesa como el confinamiento y la reducción a la servidumbre de las mujeres, que se agravaba cuando se trataba de mujeres obreras. Por su parte, la introducción de la idea del trabajo doméstico por la socialista Clara Zetkin no puede entenderse sin la denuncia de la doble esclavitud que padecen las mujeres pobres de Flora Tristán. Esta simultaneidad en la opresión despuntada por la vertiente del feminismo socialista es revisada y reformulada por la tradición de los feminismos negros hasta su confluencia en la idea de interseccionalidad. Simone de Beauvoir e incluso Judith Butler construyeron sus líneas de reflexión explorando la idea bocetada por Wollstonecraft sobre la feminidad como construcción cultural. El análisis del tratamiento de lo femenino en la literatura (tarea iniciada de manera singular por Alexandra Kollontai) es reformulada años después por Simone de Beauvoir y Kate Millett. Y la lista de interconexiones proporcionada por esta biblioteca interactiva, continúa. Es así como la autora advierte que —aunque separadas por una gran distancia espacial y temporal— de algún modo, todas ellas “hablan el mismo lenguaje” que es, agregamos, nuestro lenguaje.
Esta biblioteca lejos está de ser una mera compilación de voces y descripciones históricas cuyo valor de archivo no desdeñaríamos en absoluto. Por el contrario, encontramos en el propio ejercicio de análisis de las fuentes y en el cruce de las mismas con su contexto de emergencia, una premisa de indagación del pasado: “lo personal es político”.  Esa mirada atenta sobre el sustrato marginal, íntimo y cotidiano de la vida de estas mujeres conduce también a la posibilidad de producción de un exceso referencial. Abbate se detiene en “esas pequeñas epifanías en las que asoma la secreta trama íntima de la acción política”. Las vidas de estas mujeres pueden ser vistas como obras y sus obras como fragmentos que refractan sus vidas. Cualquier intento de disociación —entre la vida y la obra— correría el riesgo de permanecer en el registro de cierto paradigma de investigación histórica, proclive a la omisión de la fuerza magmática que recorre esos escritos. 
El tránsito por estas figuras que se organiza en clave cronológica desde 1789 hasta la actualidad pero que no obstaculiza el intento de saltar o alterar el orden del recorrido de acuerdo a los intereses específicos de cada lectorx, permite advertir dos cuestiones importantes. Por un lado, las diversas y complejas conexiones que el libro traza entre las representantes feministas seleccionadas y otras que se mencionan al pasar, muestran lo titánico que puede resultar el intento de construcción de una historia del feminismo con vocación de engarce. Efectivamente, Abbate señala en la conclusión el sabor amargo que genera lo indefectiblemente incompleto. Por otro, esta multiplicidad de nombres referenciados pone en evidencia cómo la opacidad de estas mujeres en los libros de historia ha respondido a una sistemática —y sintomática— decisión de exclusión.
Constituir un panteón feminista bajo la forma de una biblioteca —que disputa su lugar en los anaqueles de la historia— es un acto político fundamental. Se trata de dar lugar en la memoria colectiva y rendir el homenaje postergado por la historia oficial a quienes han iniciado la ardua tarea de la lucha por la igualdad plena. Olympe de Gouges, Théroigne de Méricourt, Claire Lacombe, Mary Wollstonecraft, Flora Tristán, Clara Zetkin, Alexandra Kollontai, Emma Goldman, Simone de Beauvoir, Kate Millett, Angela Davis, Audre Lorde, Adrienne Rich, Monique Wittig y Judith Butler, entre otras, son algunos de esos nombres que significan luchas y victorias colectivas, puntos de inflexión en el pensamiento político y —en este sentido— también son emergentes de un proceso que las trasciende.
A la necesaria tarea de revisión histórica como gesto de reconocimiento, este libro le suma otra no menor: la del diálogo permanente entre esas voces y nuestro presente. De este modo, Abbate contribuye en la construcción de una fórmula que consiste en agudizar el oído histórico para que el feminismo logre inscribirse en la prolongación de la energía ya trazada por otras en el pasado, en un mundo que, sin duda, es otro, pero en el que todavía el deseo de transformación radical de ayer, es susceptible de ser acrecentado.





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