“El poeta tiene las molotov en la mochila”, por Miryam Pirsch


Poesía molotov, de Wachi Molina. Rosario, Le pecore nere, 2020.



El estallido se produce a primera vista: en la cubierta anaranjada, la ilustradora Delia Desamor elige que sea la tía policía la que se descuelgue ametralladora en mano desde un helicóptero entre nubes, truenos, llamaradas, humo y corazones rotos. Vamos al grano, parece decirnos, y hacia allí nos dirigimos.

La dedicatoria (“A todxs nosotrxs, que durante mucho tiempo nos excluyeron por disidentes y nada neutrales, estos poemas para defendernos de todo lo que aún nos lastima”) introduce los ejes entorno a los cuales se han escrito estos poemas: la lengua y el cuerpo en tanto instrumentos políticos, una política de la lengua y una biopolítica del cuerpo. A partir de esta puerta de entrada, quien leyere encontrará un despliegue de esos ejes, una pormenorizada descripción acerca de quiénes son esxs “nosotrxs” (“Las putxs, las travas, las tortas, lxs, trans…”, 7) y lo que pueden los cuerpos, en colectivo y nunca en solitario, parricidas o no pero siempre en diálogo polémico con las tradiciones (familiares, poéticas, sexuales). En el manifiesto en que consiste este primer poema, la discusión contra la tradición poética heterocisnormativa, monolítica desde hace siglos, queda planteada desde la reiteración de ese yo poético plural que establece quién será el antagonista: “acá estamos”, yo plural que despeja cualquier duda y se enlaza con una tradición de nombres propios que quedan claros en la ilustración de la página siguiente: Susy Shock, Lemebel, Jauregui, Perlongher, Pepa Gaitán. Estxs somos. En ese devenir nueva familia, “Tengo una tía policía” (texto emblemático para quienes hayan transitado la literatura de Molina) describe la historia de esa transición, de la distancia con quien ha dejado de ser cuidadora (enfermera) para convertirse en carcelera de las diferencias, como si el uniforme y el arma la hubieran arrastrado a un nosotros patriarcal donde no hay lugar para la risa amorosa, sino solo la normalidad del orden policial, de “las cosas como son” (19).

En el recorrido que traza el poeta, el conocimiento, “las bellas letras”, las instituciones normativas son el poder, son machas y, como tal, la vidriera contra la cual se arrojará la molotov. En el gesto de sacar las bombas de la mochila de la amiga, el poema se pone en movimiento por las imágenes dinámicas que acompañan el gesto pero también por lo que tienen de performático, por la dinámica que no considera que la letra escrita sea límite ni fin sino que piensa al poema como un punto de partida.

Como reflexiona Luis Bravo acerca de la poesía performativa, en ella “lo escrito es una guía o una referencia matriz que aspira a una ‘forma sonora’. Su modulación conjuga de manera compleja la voz como instrumento y el discurso escrito como intención, como espacialidad visual, pero no como inscripción de una ‘verdad intocable’ sino como cosa moldeable en su materialidad vocal”1. De conocida trayectoria como performer, tampoco Molina considera que sus páginas sean “verdad intocable” y si en “Un poema a gusto de mis contemporánexs” nos encontramos con gran parte de los versos tachados como poniendo en duda lo escrito, en “Poesía Molotov” la letra es remplazada por líneas de puntos donde lo blanco se emula a silencio y escribir a decir en una nota al pie que invita al lector a “decir en voz alta o escribir” (50), a poner en palabras y en acto su propia molotov.

Con los gestos (arrojar, escribir, decir) el cuerpo ocupa el primer lugar en la escena poética, se materializa en tanto presencia deseante. “Me gusta tu marido y no te lo dije…” (que bien podría haber sido una historia de Machos de campo), “La venganza del gordo de pelo verde”, “El mendigo de mi vida” y la elegía a Coca Sarli interpelan a la hipocresía y la pasividad de quienes pretendieran leer este libro desde la comodidad porque se trata de una lectura de aquellas que llegan para estrellarse contra toda certeza.




1 Bravo, Luis. “La puesta en voz de la poesía, antiguo arte multimedia”. Ponencia leída en el VI Congreso Nacional y V Internacional de A.P.L.U. “Fronteras en cuestión”. Montevideo, 2010

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