“El vicio de la supervivencia” por Jimena Néspolo
Ciencia ficción capitalista. Cómo los multimillonarios nos salvarán del fin del mundo, de Michel Nieva. Barcelona, Anagrama, 2024, 144 págs.
Tecnología y barbarie. Ocho ensayos sobre virus, monos, bacterias, escritura no-humana y ciencia ficción, de Michel Nieva. Barcelona, Anagrama, 2024, 176 págs. (Santiago Arcos, 2020).
La tesis de Ciencia ficción capitalista. Cómo los multimillonarios nos salvarán del fin del mundo (2024) me recuerda a una viñeta de humor publicada en la revista de divulgación científica de comienzos de la década de 1950, Mundo Átomo. En esa imagen, que llevaba como pie la leyenda “A mitad de camino”, ya se resume el problema: dos naves espaciales se cruzan, una se dirige al espacio, y es manejada por ejecutivos blancos, la otra se dirige hacia la tierra, y es comandada por marcianitos verdes; la sorpresa de los pilotos de ambas naves es evidente y pone en escena el eje sobre el que discurre el género: la tecnología, el poder, la conformación discursiva de mundos. En la economía de la imagen se condensa el escepticismo con el que el grueso de la ciencia ficción de la segunda mitad del siglo XX abordará la idea de progreso tecnológico, sucedido el bombardeo de Hiroshima y Nagasaki: con la posibilidad cierta de la destrucción total del planeta ocasionada por los mismos humanos solo cabe esperar la ¡colonización extraterrestre!
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Pero Michel Nieva formula el problema así: “Estos ejemplos (el metaverso de Zuckerberg, los negocios interplanetarios de SpaceX, la inmortalidad de Aubrey de Grey o el soja-punk de Grobocopatel) son índices de una tendencia cada vez más hegemónica y evidente: la apropiación del capitalismo tecnológico del lenguaje de la ciencia ficción. Una seductora narrativa de un futuro hipertecnologizado que las megacorporaciones y sus CEO asimilan no solo para embellecer sus productos, sino también para ofrecer una supuesta solución a las crisis socioambientales que el mismo capitalismo desató” (p.21). Nieva recorre velozmente las noticias del norte y llega pronto al veredicto: la literatura es culpable de... imaginar. Y de inmediato nos informa que los cráneos informáticos leen un solo libro, Snow Crash (1992) de Neal Stephenson: “A tal nivel este libro presagió mercancías y preceptos digitales que las corporaciones de Silicon Valley lo volvieron de lectura obligatoria entre sus equipos creativos, y gurúes de ese ambiente como Bill Gates, Serguéi Brin, John Carmack o Peter Thiel reconocieron la deuda intelectual de sus creaciones con las imaginadas en Snow Crash” (p. 9).
Pero el problema no es tanto que, para criticar las articulaciones propias del género en relación al poder y al capital, venga a refrendar sus postulados en una exposición que parece, más bien, publicitaria. El problema es que el autor de Dengue Boy vuelve a incurrir en un tipo de falacia, la falacia de Neyman, también conocida como “el sesgo del superviviente”, en la que ya anteriormente incurriera. El vicio sería simpático, si tomar por cierto este tipo de razonamiento no llevara a desastres.
En efecto, el vicio despunta en Tecnología y barbarie. Ocho ensayos sobre virus, monos, bacterias, escritura no-humana y ciencia ficción (un ensayo editado originalmente por Santiago Arcos en 2020), a partir de una idea que parece a primera vista sugestiva. Esto es: la historia de la literatura argentina es la historia de la modulación del cruce entre tecnología, civilización y barbarie. Bajo la tutela de Sarmiento, y con una visible influencia de David Viñas, discurre sobre la historia literaria argentina a partir de las tecnologías que considera centrales en la construcción de ese Estado-nación agroexportador que en el siglo XIX supimos conseguir: el fusil Remington, el telégrafo, el alambre de púas y la picana. Entonces, ese ejercicio crítico que redundaba en la constatación tautológica del canon parecía destinado a poner en valor la literatura argentina en el mapa ampliado de una anglofilia mundial, donde esta era pensada como la hermanita pobre de un no menos menguado español. Ahora, publicado el nuevo ensayo, cuesta creer que la Pachamama necesite esta clase de auxilios.
| El vicio sería simpático, si tomar por cierto este tipo de razonamiento no llevara a desastres |
¿Qué pasa si, para abordar el mismo problema, nos enfocamos en cuatro tecnologías distintas y observamos cómo han sido abordadas en las ficciones? Pongamos, por ejemplo: la máquina de coser, el tren, la máquina de escribir, la energía eléctrica. Si fuera el caso, para resolver este intríngulis, Nieva hubiera debido romperse los sesos y tirar el canon reinante por la borda, para leer a contrapelo la literatura argentina. Leer otros autores que ponen en escena tecnologías “otras” sobre las que el Estado-nación argentino se construyó en tanto negación: he aquí otro “aparatito de lectura”, manejado por costureras, maquinistas, taquígrafas y electrocutados varios, sobre el que el autor podría incursionar.
A veces pienso que la gran falencia de la ciencia argentina de las últimas décadas es no haber propiciado la creación de un espacio de difusión y divulgación como fue Mundo Átomo, entre los años 1950 y 1955. La publicidad de la revista llevaba la consigna “Queremos que la ciencia sirva al bienestar colectivo”: toda una petición de principios. Porque el problema de las tecnocracias propiciadas desde el norte global es que pretenden que respondamos a la pregunta de “¿a quién sirve la ciencia?” cancelando la posibilidad de que esta contribuya a crear una felicidad compartida. ¿Estaremos dispuestos a concedérselo?
[1] Imagen extraída del libro de Clara Ruocco, Mundo Atómico. Una revista argentina de divulgación científica (1950-1955). Temperley, Tren en Movimiento, 2021. Disponible en el sitio de la Biblioteca Nacional Argentina.
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