“El nacimiento de una mirada y de un estilo”, por Enzo Cárcano
Mansilla, Lucio V., Diario de
viaje a Oriente (1850-51) y otras crónicas del viaje oriental. Ed. crítica,
introducción y notas de María Rosa Lojo (dirección), Marina Guidotti (asistente
de dirección), María Laura Pérez Gras y Victoria Cohen Imach. Buenos Aires,
Corregidor, 2012, 376 páginas.
Lucio V. Mansilla fue una de las figuras literarias más
distintivas de la generación del 80. En su inconfundible y emblemático estilo
—cargado de sutiles ironías, refinamientos y confidencias— sigue resonando la
aristocrática mirada de una clase ya extinguida. Pero ese dominio de la materia
escritural llegaría con los años, en la madurez. Los inicios de la labor de
escritor de Mansilla eran, hasta hace poco, brumosos: como solía ocurrirles a los jóvenes adinerados de
aquellos años, también él (que a la sazón, en 1850, contaba 18 años) fue
enviado a recorrer el mundo, pero los primeros manuscritos en los que había
dejado plasmadas sus impresiones estuvieron perdidos hasta que su tataranieto, el
escribano Luis Bollaert, halló los originales en casa de su propia madre.
Tiempo después, fruto del denodado trabajo de edición de un equipo dirigido por
la investigadora y escritora María Rosa Lojo, el sello argentino Corregidor ha
publicado el Diario de viaje a Oriente
(1850-51) y otras crónicas del viaje oriental. La importancia de este
libro, segundo volumen de la colección Ediciones Académicas de Literatura
Argentina Siglos xix y xx (eala), que dirige Lojo y codirige
Jorge Bracamonte, es capital, ya que, además de constituir el mismo germen de
la pluma mansillana, inaugura el campo discursivo y temático del Oriente
asiático en la literatura argentina: “Recuperado después de más de ciento
cincuenta años de invisibilidad, el manuscrito es tanto el hipotexto de muchos
de los escritos posteriores de Mansilla, como el documento que da fe acerca de
la experiencia iniciática que definió el camino seguido por el joven escritor
en la construcción de su personalidad y de su obra” (52).
No
sería aventurado sostener que aquella mirada —de avanzada para su época— que
reconoce, en Una excursión a los indios
ranqueles (1870), la existencia de una alteridad cultural comienza a
gestarse en el Diario. En Calcuta o
en Madrás, por ejemplo, el joven Mansilla, acostumbrado a la hegemonía cultural
de su clase, siente en carne propia lo que es ser visto como un bárbaro, como un nativo de la salvaje
América del Sur: “Ayer recibi una invitación, de Mr. Barstow el gefe de la Casa
de Barstow Wihtnay &Co para ir a almorzar á su casa en
trage de gaucho y hoy lo he pasado con él y otros tres divertido – El trage de
nuestros paisanos les ha agradado mucho” (197). Pero además de ser el
testimonio de la salida al mundo de Mansilla y de su avidez por aprehender las
diferencias, el Diario es también la
primera versión —o más bien el hipotexto— de episodios que luego reaparecerán,
ya con otros matices y mayor soltura, en textos posteriores. En este sentido, constituye
una clave de interpretación y de seguimiento del derrotero, tanto escritural
como vital, del propio autor, y abre las puertas a nuevas lecturas —más
integrales— del total de su obra. El valor genético y documental de los manuscritos
que aquí se publican es, entonces, manifiesto.
La
edición del Diario que preparó el
equipo de la Dra. Lojo (integrado por las Dras. Marina Guidotti, María Laura
Pérez Gras y Victoria Cohen Imach) responde cabalmente a lo que exigía tamaño
hallazgo. Se trata de una edición crítica cuidadosamente anotada en la que se
ha tenido muy presente la necesidad de reponer el contexto histórico,
geográfico y cultural en el que las obras (el referido diario y las crónicas De Adán a Suez, de 1855, y Recuerdos de Egipto, de 1864, que son
objeto aquí de su primera edición erudita) fueron compuestas. Por esta razón,
el libro incluye reproducciones facsimilares de los manuscritos (el original,
denominado “horizontal o apaisado” por su particular disposición, y el “vertical”,
una transcripción incompleta del anterior), algunas láminas y fotografías,
mapas en los que están trazados los itinerarios de las travesías orientales,
una selección de bibliografía crítica y una extensa y detallada introducción.
En ella, se abordan la vida y la obra de Mansilla, la teoría del relato de
viajes y su aplicación al Diario, las
relaciones de este con la obra posterior del escritor, y el análisis
ortográfico, morfosintáctico y léxico de los dos manuscritos y de los otros
textos de viaje que incluye la edición.
En Recuerdos de Egipto, Mansilla tilda a su
diario juvenil de “insulso e imperfecto” (345). Es cierto que, como señala
Lojo, “No se hubiera podido adivinar [en él] al futuro gran escritor si algo le
hubiese sucedido al viajero de veinte años y solo esos papeles hubiesen quedado
como testimonio de su vida y obra incipientes” (14). No obstante, si bien
Mansilla todavía no había llegado a pergeñar aun ese estilo y esa vocación de
observador que lo consagrarían en las letras argentinas, la simiente de estos
ya está en el Diario de viaje a Oriente que
se ha publicado en la colección eala,
de la editorial Corregidor, “...una fuente inagotable de ecos [...] para
perderse entre mares, desiertos aldeas y pirámides, con el sabor de la pampa en
la boca y la irresponsable magnificencia de quien viaja acompañado de un baúl
con veinte mil libras esterlinas de las que nadie, en definitiva, iba a pedirle
cuentas” (67).
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