“Postales del silencio”, por Felipe Benegas Lynch
Carta a un
padre,
de Edgardo Cozarinsky. Argentina /
Francia, 2014, 65 min.
Existe solamente la
realidad y la luz.
No hay en este mundo ni
oscuridad, ni muerte.
Estamos todos reunidos en
la orilla del mar,
y soy de aquellos que
recogen las redes,
cuando viene, en
cardumen, la inmortalidad.
Arseni Tarkovsky
En Carta a un padre
(2014) Cozarinsky interroga la duración de la luz. La cámara se abre y a través
de ella observamos la lenta pero inevitable transformación de las cosas en su
capacidad para reflejar. Al comienzo la voz en off invoca el sueño –reflejo a
veces más real que aquello que llamamos realidad– y la imagen nos sitúa frente
a un espejo de agua en cuya orilla más lejana hay caballos y una figura humana
que se desplaza como queriendo arriarlos hacia un corral que no se ve.
Los objetos y paisajes van pasando y con ellos la pregunta acerca
de la visibilidad de las huellas que dejamos a lo largo de una vida. Cine
especular (en un sentido tarkovskiano del término) más que espectacular, la carta
de Cozarinsky se compone de una serie de postales del silencio, donde la luz
más vulnerable calla y la oscuridad comienza a hablar. Allí se mezclan escenas
de diáspora, de mangas de langosta, de viajes diversos por el mundo, de cartas
y postales cuyo encabezado uno apenas llega a descifrar con esfuerzo. Al final
de esta pieza que cierra su trilogía de cámara nos expone a largos minutos de un
crepúsculo que se transforma y nos transforma lentamente. Así arma un cuadro,
una postal que se abre a la contemplación. Como las postales con las que jugaba
de niño, que su padre enviaba desde lugares remotos.
En esas postales late un silencio imposible de franquear. Allí
resuena todo lo que no le preguntó a su padre antes de que muriera cuando él
tenía veinte años. Y sin embargo, pareciera decir, a fuerza de contemplar lo
amado, o lo que nuestros seres amados contemplaron (postales, cartas, paisajes),
se encienden los átomos dispersos de una conversación que trasciende las
palabras.
Cozarinsky expone las imágenes queridas a la luz: les pasa una
vela por delante como para verificar su respiración. Y aunque los muertos no se
levanten y las fotos no cobren vida, lo que logra con esa llama es que se
encienda la respiración sutil de esta pieza de cámara, el intercambio entre el
afuera y el adentro de la pantalla. Así salva a las imágenes del fuego de la
emoción privada y las recupera para que el padre sea un padre y su sombra una
sombra. De ese modo los espectadores podemos empezar a rondar también el
espacio incierto que propone.
La voz en off afirma al comienzo “Anoche soñé que estaba en Entre
Ríos. Mi padre nació en Entre Ríos. Yo nunca estuve allí”. El punto de partida
está en el sueño y en el paisaje de agua y caballos que acompaña a la voz. Luego
repite: “nunca estuve en Entre Ríos”, y la película remonta esa imposibilidad
recorriendo paisajes, documentos y voces.
Andrei Tarkovsky es un padre cinematográfico al que va tácitamente
dirigida esta carta. Más allá de la alusión directa a los versos de Arseni
Tarkovsky, el padre de Andrei, la presencia del agua, los caballos y el fuego,
hilvanados en un relato que juega con la memoria íntima y el registro
documental a partir de un cuidadísimo trabajo con imágenes y sonidos sostenidos
en el tiempo para la contemplación, no puede sino evocar la filmografía del
ruso. Especialmente El espejo, de
1975, en la que aparecen también versos de su padre.
En Un día en la vida de
Andrei Arsenevich (2000), el documental homenaje que Chris Marker le dedicó
a Tarkovsky –y en el que también hay una escena en la que una mano arroja
fotos, las del funeral de Tarkovsky en este caso–, Marker remarca la
importancia del agua como elemento liberador en el cine de Tarkovsky. El fuego,
y todos los elementos de la naturaleza, señala, tienen una importancia
fundamental en la obra del ruso.
Si el agua asociada al sueño en el comienzo de Carta a un padre funciona como
liberación y apertura de un territorio hasta ahora vedado; el fuego –ya sea en
la propia casa, como ocurre en El
Sacrificio (1986) y en El espejo,
o devorando las imágenes familiares, como en Carta a un padre– es una forma de brindarse que en el film de
Cozarinsky podría ser leída como el sacrificio de la propia intimidad familiar
para alimentar el trabajo artístico.
Del paisaje natural (el crepúsculo) se pasa al fuego –producido
por manos humanas–, y de las brasas y cenizas se recuperan los cuerpos de las
imágenes fotocopiadas: la duplicación y la inversión causal (la cenizas se
transforman en papel y vuelven a la mano) dejan en primer plano el aspecto
artístico de la construcción y dejan de lado cualquier pretensión realista o
biográfica. En ese sentido, podríamos decir con Deleuze: “Deviene niño, sí,
pero no se trata de su infancia, ya no se trata de la infancia de nadie: se
trata de la infancia del mundo, la infancia de un mundo.” Las imágenes y voces familiares se desterritorializan
para darle voz algo más. La sola presencia del pequeño puñal japonés, amuleto
de protección y sacrificio que encarna el legado familiar, abre las entrañas de
Cozarinsky para fundirlas con el fondo mudo de las cosas.
“En este mundo no hay muerte”, dicen los versos del padre de
Tarkovski que cita Cozarinsky. Como en El
espejo, en su película las imágenes convocan a los átomos que ha dispersado
la muerte. En esa interrogación sólo existen, como dicen los versos del ruso,
“luz y realidad”.
La música, un aliado fundamental en las producciones de Tarkovsky,
también cumple un papel fundamental en la obra de Cozarinsky, asistido en esta
ocasión por el Chango Spasiuk para musicalizar ese lento crepúsculo del final.
Pasear la propia sombra por esa luz, por esa incalculable
radiación que emite lo amado, es el desafío que toma cuerpo a través de estas
imágenes. Entre el agua ciega del comienzo y el fuego del final los vapores se
alzan y no podemos afirmar nuestra presencia o la de Cozarinsky en esta tierra
y este tiempo, porque los tiempos y los planos se confunden, como se confunde
lo público y lo privado, lo vivo y lo muerto, todo suspendido en la respiración
de la cámara y la reverberación de la luz.
Próximas funciones:
https://www.facebook.com/CartaAlPadreUnFilmDeEdgardoCozarinsky
Trailer:
Ficha técnica
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Dirección y Guión
Edgardo Cozarinsky
Edgardo Cozarinsky
Fotografía
Lisandro Negromanti
Lisandro Negromanti
Edición
Eduardo López López
Eduardo López López
Sonido
Julia Huberman
Julia Huberman
Música
Chango Spasiuk
Chango Spasiuk
Producción
Constanza Sanz Palacios, Edgardo Cozarinsky, Aníbal Garisto
Constanza Sanz Palacios, Edgardo Cozarinsky, Aníbal Garisto
Productor Ejecutivo
Constanza Sanz Palacios
Constanza Sanz Palacios
Compañía Productora
Constanza Sanz Palacios Films, Les Films d’Ici
Constanza Sanz Palacios Films, Les Films d’Ici
Argentina / Francia, 2014 – 65 minutos
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