“El sueño americano no es lo que se promete”, por Fabián Soberón (Entrevista a Aurora Arias)

La escritora dominicana Aurora Arias estuvo en Córdoba participando como invitada especial del congreso El Caribe en sus Literaturas y Culturas y acompañando la salida de su nuevo libro de relatos, Emoticons (Corregidor, 2015). Grabadora en mano, Fabián Soberón la citó en esa ciudad y, como un guante que se pone al revés -según la misma autora dice-, la puso a hablar.  

En tu trayectoria como escritora, es llamativo el pasaje de un género a otro. Vos te iniciaste con la poesía y luego te pasaste a la narrativa. ¿Hubo algún factor externo o fue simplemente una búsqueda literaria?
Las dos cosas. Primero, el cuento que da título a mi primer libro yo pienso que fue la causa que podría llamar búsqueda literaria que me inclinó a la narrativa pero de una manera muy orgánica, muy natural, muy fluida. No fue consciente ni pensado. Había una razón utilitaria porque hay cosas que yo sentía que no iban con el formato de la poesía, yo necesitaba el formato de un relato. No pensé: “ahora voy a ser narradora.” El primer cuento de mi primer libro me perseguía.

¿Cómo se llama el cuento?
“Invi`s Paradise”. En Santo Domingo hay un barrio que se llama Invi porque es Instituto Nacional de la Vivienda. Un artista que vivía ahí en la misma época que yo creó una canción que se llama “Invi`s Paradise”, que está en el epígrafe. Hay un pequeño fragmento que dice: “Qué bien me siento en mi Invi`s Paradise. “Catching the sun in this caribbean land”. Porque este barrio era bullicioso, todo el mundo sacando su música sin que le importe el vecino; pero estaba a orillas del mar. En ese mar había una cueva y a esa cueva le decíamos “Invi`s Paradise”. Nosotros éramos vecinos y éramos una pequeña cofradía en ese mundo de comadres, éramos como los raros de ahí, los hippies, los alternativos. Por eso le puse ese nombre. El relato habla de esa cueva, de lo que hacíamos allí.

¿Vos dirías que los primeros relatos tienen un parentesco estético con Emoticons?
Buena pregunta… yo no sé si tiene un parentesco estético pero sí hay una franja de tiempo en que yo ya no era la misma y no eran las mismas referencias. Eso hace una diferencia en el estilo. A los primeros libros uno les tiene un cariño especial, porque en esa época a mí nadie me estudiaba. Es una ventaja eso, a mí no me importaba nada.

Los cuentos de Emoticons trabajan diferentes registros del habla, de la lengua oral. El cuento “Parquecito” se desarrolla en una plaza y ahí cada persona habla de distinta manera, con las distintas culturas que lleva encima. ¿Qué es lo que te interesa registrar con este recurso?  
Yo pienso que como en el contexto en que se dan esos cuentos y en el entorno que me rodeaba la oralidad es tan fuerte, que si yo quería retratar no podía obviar ese punto. Además antes de comenzar a trabajar la narrativa yo veía lo siguiente: había una tendencia en muchos narradores que me antecedían que querían europeizarse. Eso me chocaba, yo pensaba que con una realidad tan rica por qué había que remitirse a un contexto que no es el nuestro. Algunos de ellos habían ido por un tiempo, pero no me pongas a un dominicano a hablar como un francés pero en español. Hablaban del tranvía, ¿qué tranvía? Nosotros no tenemos tranvía. Había un deseo de aprovechar esa realidad. Si alguna vez visitas la capital te vas a dar cuenta de que tus sentidos van a estar captando todo el tiempo esas variedades de lenguaje.

¿Vos tenías una voluntad de hablar de eso que te rodeaba?
Sí. Era casi como que otros escritores tenían miedo de no estar a la altura. O quizás porque esta realidad es el tercer mundo, es gente que no sabe hablar un español.

Los haitianos aparecen estigmatizados en algunos cuentos. Y los dominicanos son excluidos en otros territorios. En el primer cuento, “Derrumbes”, se habla de los haitianos como excluidos. Y los dominicanos también se sienten excluidos. Por ejemplo, Rosa, esa mujer que trató de irse lo más pronto posible a Nueva York y que no encaja del todo en Nueva York. Entonces ambos, los haitianos y los dominicanos, al menos en esos cuentos, no encajan muy bien, no están del todo cómodos. Algunos relatos proponen una reflexión sobre la exclusión.
En el caso de “Derrumbes”, ese fue un cuento que me costó mucho escribir porque la inspiración, la fuente que me llevó a querer reconstruir esa realidad fue que en el barrio donde yo me crié, que es un barrio de clase media, cuando yo llegué ahí tenía siete años y era como un campo. Era uno de esos barrios que construyen en las afueras cuando ya la ciudad está congestionada. Yo recuerdo que cuando llegamos ahí a mi hermano y a una prima, que también vivía allí con nosotros y era una niña, mis padres decían “cuidado con los haitianos” porque estaba lleno de obreros haitianos. Ellos eran los que estaban construyendo ese barrio porque la mano de obra es más barata y ellos están ilegales y no tienen sindicato ni nada que les permita exigir derechos. Eso estaba lleno de haitianos y fue la primera vez en mi vida que la presencia haitiana ante mis ojos era una cosa visible. Estamos hablando de principios de los años sesenta. Entonces luego se construyó el barrio tal como dice ahí, los haitianos desaparecieron porque ya no había un porqué de su presencia ahí. Pasaron las décadas y cuando yo era ya adulta esas casas que los haitianos habían construido comenzaron a derrumbarlas para hacer edificios; porque mientras en una casa vive una familia, en un edificio viven diez familias. La ciudad empezó a construirse hacia arriba, aún en la periferia. Entonces se derrumban las casas y vuelven los haitianos a construir los edificios. No sé dentro de veinte años qué será lo que van a hacer. Entonces donde yo vivía, al lado, derrumbaron la casa y empezaron a hacer un edificio. Un día yo estaba en el patio y veo a un muchacho muy joven que no debía pasar los 17 años, obrero. Como ellos trabajan, sin camisa, sin casco protector, es casi un suicidio porque si te caes te llevó el diablo y ya se acabó. Él parece que tenía hambre (esto es una suposición mía), era como mediodía. En mi casa, en el patio, había una planta que estaba llena de mangos. Y él con una varilla de hierro desde un hueco de una ventana que estaban construyendo intentó alcanzar la planta e hizo contacto con un cable de electricidad que pasaba por ahí y se electrocutó. Yo vi cómo se fue poniendo su cuerpo. Él era negro, pero ese contacto con la electricidad… Y yo vi que el capataz de la obra, dominicano, les dijo a los otros “¡Sigan trabajando!” cuando los otros, en una reacción natural y humana, iban a ayudarlo. “¡Sigan trabajando! ¡Sigan trabajando! …” yo pensé que eso era un extremo de la humanidad porque es verdad que si eres responsable de la obra hay que hacer que avance, pero no hasta el punto de que se electrocute uno de los obreros y tú les órdenes a los otros que sigan trabajando como si nada hubiera pasado. A mí me tomó como un año tratar de asimilar eso y nunca he quedado satisfecha. Yo quería que la cosa comenzara, pero entonces me remonté al barrio. Doña Clarita es un poco mi abuela que fue fundadora, de las que iban a la iglesia y no sé qué. Mi abuela estaba en ese momento perdiendo un poco la concentración. Ella murió a los 98 años. Ella estaba un poco aturdida ante la rapidez con la que el mundo estaba avanzando. A veces ella veía un avión y decía “¿Qué es eso?”. Ella no sabía que un avión era un avión. Tú hablas de la estigmatización, ¿por qué estigmatización?

Porque es una forma de exclusión. El haitiano es visto casi como un animal.
Es un poco lo que el capataz hizo. Porque a mí no me gusta empezar a moralizar y pensar si hizo mal o bien sino retratar esa actitud.

El cuento retrata una actitud inhumana. Y eso le pasa a Rosa en “Travesía”. Los dominicanos son bullangueros pero esta mujer no está feliz con su recuerdo de cómo se tuvo que ir del país y de cómo la engañaron. Entonces yo veo ahí también una forma de exclusión social. No estar cómodo en tu país pero tampoco estar cómodo en el otro. No es lo mismo irse por voluntad propia a ese personaje que no está del todo a gusto ahí y encima habla con alguien que apenas la escucha.
Yo creo que hay una fantasía respecto a ir a Estados Unidos y vivir en Estados Unidos. Una vez allí, que se vive realmente, la gente se da cuenta de que no es el paraíso. El sueño americano no es lo que se promete. En ese caso se trata de alguien cuya familia ha tenido tierras que bien pudieron haber conservado; tierras que producen. Pero es como que quedarse siendo campesino fuera un atraso; entonces las nuevas generaciones que tienen más acceso a la televisión y al ruido publicitario y hay gente que viene de Nueva York y durante su breve estadía allí luego quieren aparentar. Los dominicanos que van allí de vacaciones vuelven y quieren aparentar y los otros piensan que quieren esos tennis, esas cadenas y se les llenan los ojos de fantasías. Y no quieren quedarse y producir esa tierra para que siga evolucionando. Sueñan con irse y ahí es donde si aparece un tipo que se aprovecha sexualmente, se aprovecha de su ignorancia, de esta fantasía, terminan vendiendo lo poco que tienen; lo que sus bisabuelos hicieron para que esa familia creciera, terminan vendiéndolo todo para llegar en yola, que es una embarcación frágil y peligrosa, a Puerto Rico y brincar al gran Nueva York. En esa Rosa hay muchas historias que yo he ido escuchando y que las sinteticé porque los cuentos no pueden ser como una novela. También tiene que ver con que en un país donde los políticos acaban con el tesoro nacional la gente termina con desesperanza y creyendo que afuera siempre será mejor y como no somos un continente no hay frontera, lo que hay es agua. Pagas a alguien y meten hasta cien personas en una embarcación pequeña. La gente lo hace y lo hace no una vez; si fracasa el primer viaje intentan otra vez. Venden casas, dejan empleos, dejan familias, ¿cómo se explica eso?

En el cuento “Clic” hay un personaje que es una  mujer intelectual y política. Una especie de mujer faro que avanza y quiere sacar a las mujeres de su letargo espiritualista. Pero a la profesora Guerrero la consideran una desquiciada, una loca. ¿Son los locos los que pueden ayudar a encontrar la verdad o el rumbo del país? La estética del cuento se conecta con los libros de Roberto Arlt. Arlt trabaja las relaciones entre verdad y locura, entre delirio y realidad. Creo que tu cuento trabaja el delirio en el centro de la racionalidad y a la inversa, la racionalidad, una supuesta racionalidad extraña, en el centro del delirio.
Tú acabas de dar en el clavo. Yo pienso que son personas que hacen la diferencia dentro de un contexto donde la gente quiere ser y estar metida para ser aceptada. Y los que a mí me resaltan son esos personajes que llegan a ser como rupturas pero a veces ni siquiera es una cosa consciente. La profesora Guerrero es una persona de la vida real. Te doy un ejemplo: el Ministerio de cultura hizo un congreso de esos que tienen un título largo y pomposo, seminario de la comunicación o del periodismo o algo así y todos vamos como borregos a escuchar a un tipo que se tira una hora hablando pendejadas; que es más un discurso egocéntrico porque primero habla de él y al último del tema. De repente aparece la profesora Guerrero que siempre llegaba al último con unos taquitos que retumban, flaquísima, de baja estatura, entra, mira a ambos lados y dice “Ecúcheme” y hace lo que probablemente todo el mundo está pensando y dice todo, “Usted es un aburrido…” y la gente estallaba en aplausos. Entonces la profesora Guerrero se convertía en la protagonista y el tipo la miraba con odio.

La profesora Guerrero es un personaje notable, un personaje contradictorio, como tiene que ser los personajes; la acusan de loca pero a la vez es el faro intelectual.
Y lo que dice da en el clavo de y era así. Cuando los estamentos oficiales le enviaban invitaciones ella no quería pero iba igual. ¿Por qué iba? No se sabía. Cuando esa mujer levantaba la mano los organizadores temblaban.

Este cuento es una especie de homenaje.
Sí, es un homenaje. Aunque mucha gente lo vio como una burla pero es un homenaje a su coraje y a su sinceridad.

Yo sentí que era una apología de una forma de pensar y de actuar. Sentí que era alguien que iluminaba y daba en la tecla con lo que interpretaba.
Exactamente. Y sin embargo, incomoda.

No es un personaje llano, chato, que tiene un solo perfil y es perfecto, sino que es complejo.
Y fue toda una tarea para lograr en el contexto del cuento que esa contradicción se sintiera a fondo, que se palpara.

Después está el personaje de James Gato, alguien que circula y deambula, una especie de flaneur del Caribe. Es un flaneur desquiciado, un  viajante en busca de experiencias extremas. Hay intensidad en la vida de James.
Eso es lo que él busca en la isla.

En esos cuentos se rozan los escenarios del policial negro. ¿A vos te interesa el género policial? ¿Creés que esos escenarios sórdidos tienen que ver con tus cuentos, que hablan de una realidad cruda y oscura de la noche, de los bordes?
Eso pensé. Pero no era la intención de lo policial. Yo le temo de alguna manera al género policial porque me encantaría abordarlo alguna vez pero no me siento capaz. Tal vez sea un complejo de inferioridad mío pero ahí por lo menos conscientemente no era la intención.
  
Tanto en el cuento de la profesora Guerrero como en el cuento “El despojo” te referís a los clubes de espiritualidad. En el caso de “El despojo” hay un contraste entre la voluntad de la espiritualidad y la pobreza de la gente. El club está formado por gente rica que vanamente busca la mejoría de la vida y descuida la pobreza concreta. Porque está buscando realizarse espiritualmente, iluminarse y realizarse y tienen gente a la que podían ayudar y no quieren rozarse ni tocarse. ¿Vos dirías que estos cuentos (sobre todo El despojo) trabajan con lo que se llama de manera muy genérica y a veces injusta el realismo social? ¿Te interesa el realismo?
Con las etiquetas me pasa que  me da igual. Si quieres ponerme una etiqueta ese es tu punto de vista. Al momento de crear yo ya no estoy pensando ni en realismo social ni en etiquetas. Me han dicho que soy cronista y es cierto, hay algo de eso quizá porque soy hija y hermana de periodistas y crecí en ese ambiente del periodismo; pero si el realismo social es que yo vea ese contraste entre esa gente que se dice ser sensible espiritualmente e insensible ante la pobreza que la rodea entonces sí, realismo social.

¿A vos te interesa voluntariamente  hacer cuentos que trabajen con los contrastes de la realidad concreta?
Sí. Si esa realidad concreta me provocó algo, o me impactó, y yo siento que tengo que escribirlo para entenderlo aunque sea; si me movió una fibra, entonces sí. Además en el caso de la República Dominicana yo siento que sí importa narrar el entorno, la realidad… Y vuelvo a lo del tranvía y esos personajes y lo que el escritor está viendo.

Hace poco tiempo el escritor Edgardo Rodríguez Julia me dijo que el Caribe es la provincia de la provincia, el tercer mundo del tercer mundo.
Nosotros, los dominicanos, estamos muy cerca de Puerto Rico. Para mí Puerto Rico representó un salto dentro de eso que llamo carrera literaria. Yo siento que los puertorriqueños se subestiman mucho. Sobre todo los intelectuales, los libre pensadores, pero ellos tienen un privilegio. Te doy un ejemplo: los dominicanos tenemos que hacer muchos trámites legales para salir del país. Tienes que ir al consulado americano en Santo Domingo y tienes que demostrar que tienes mucho dinero en el banco. Tienes que tener una entrada de dinero fija. Y qué hacen los dominicanos: engañan, mienten sobre su situación económica. En cambio, los de Puerto Rico, cogen un avión y se van a Nueva York y recorren Estados Unidos y lo recorren completo. Eso es una ventaja pero ellos no lo saben.

Se habla del Caribe como si fuera una entelequia, como si todo fuera igual. Y vos me estás marcando diferencias. ¿Vos crees que el Caribe sigue siendo el tercer mundo del tercer mundo? 
Para nosotros publicar en Puerto Rico es un paso de adelanto, de evolución. Porque nosotros ni editoriales, ni críticos tenemos y en las universidades de allá no hay un espacio de difusión. No se forman críticos. No hay ni talleres literarios y, en cambio, en Puerto Rico, sí los tienen. Lo que pasa es que a veces cuando tienes las cosas no te das cuenta. Ellos piensan sólo en las carencias y en que son un estado libre, asociado. Pero, ¿y nosotros? Si ellos se consideran el tercer mundo del tercer mundo, entonces nosotros ¿qué seríamos?

Esto marca diferencias culturales entre Puerto Rico y Santo Domingo…
Incluso, para ir más lejos, ellos tienen esa lucha por conservar el español como el idioma en contraposición con el inglés. Y nosotros vemos como una ventaja que ellos tengan ese acercamiento al inglés y ese bilingüismo como una apertura. Yo lo entiendo, yo sé de qué se trata eso. Es como una penetración. La primera vez que yo fui a Puerto Rico, porque en Santo Domingo tener una visa americana es la gran cosa, cuando yo llegué allá y vi todos los letreros en inglés me llamó mucho la atención. Eso fue en el ‘92, y luego Santo Domingo se puso igual. En vez de decir Salón de Belleza dice Beauty Palace porque suena más.  

En general, sobre todo en los ámbitos intelectuales, en las universidades, entre los críticos, se opone el oficio del intelectual a la del adivino o astrólogo. El astrólogo es un charlatán. ¿Cómo se conjugan en vos, en tu trabajo, esas dos tareas, esos dos oficios? Me interesa conocer tu perspectiva del asunto, de este prejuicio y de la combinación de escritora y astróloga.
Como para puntualizar algo, debo decir que yo soy una persona muy curiosa. Me interesa todo lo referente a la vida, la naturaleza humana, los comportamientos, cómo el entorno te influye pero también lo que tú traes influye en el entorno y todo eso. Si es realismo social no lo sé. Por eso yo decía que soy un poco como espía. Me fijo mucho en las miradas. Yo tenía una tía abuela que tenía una biblioteca y me motivó mucho con la lectura. Ella era médium, se comunicaba con espíritus y era Rosa Cruz. Ella pertenecía a una sociedad teosófica donde todos eran médiums, que al mismo tiempo era una sociedad caritativa y ellos se reunían y ella se concentraba y veía por ejemplo una mujer pobre rodeada de niños en un campo como a cinco kilómetros de allí y veía que la mujer estaba planchando y se desmayó porque tenía varios días sin comer. Y mi tía decía “en tal campo, en tal sitio, pasa tal cosa” y la gente iba y efectivamente era así. Era cierto. Una semana antes de que esa tía muriera, mi mamá y yo fuimos a visitarla y ella me entregó dos cajas de los libros y los autores que a mí más me gustaban. Entre esas cajas ella agregó unos libros de astrología de Rosa Cruz. Eran textos profundísimos de vidas pasadas. Yo de eso no entendía nada, pero yo veía que eso era algo profundo. Era lo más profundo que había leído en mi vida. Me pasé años leyendo eso. Abría un libro y leía un párrafo y lo cerraba, y así seguí por varios años. Hasta que ya a los veinte años comencé a entender y me alimenté de ahí. Yo empecé a estudiar astrología sola. ¿Qué me llevó a eso? Porque cuando niño lees cosas que no entiendes pero tiene tal riqueza que sabes que ahí hay algo interesante. Entonces yo empecé a comprar esos libros y a estudiar por un asunto literario, los personajes. Por ejemplo, tú sacas una carta austral y lees que esta persona es racional por tal energía planetaria pero también es intuitiva por otra cosa. Ahí está la riqueza humana. Una persona no es sólo racional o sólo intuitiva, es tantas cosas. Fue un apetito de la curiosidad. Una curiosidad por entender la naturaleza humana. Yo soy astróloga por curiosidad y también soy escritora por curiosidad. Por querer comprender cosas a través de la palabra escrita.

¿Te parece que se combinan sin roces sin quiebres y sin rupturas tu ocupación como astróloga y tu dedicación a la escritura literaria?
He dejado el oficio de la astrología como trabajo porque me quitaba mucho tiempo. Ahí sí hay un roce porque o me dedico totalmente a la astrología o a la escritura. Yo tuve una época en la que me dejé embargar solamente por la astrología. Mis clientas, que eran mayormente mujeres, eran muy absorbentes. Yo tuve un consultorio formado, con una secretaria que daba los turnos. Pero entonces algunas de mis clientas me pedían turnos aunque sean las once de la noche porque tenían un problema y necesitaban que yo las ayude. Y yo que me creía la salvadora del mundo, aceptaba. Eso me dio un agotamiento crónico y el médico me dijo que debía dejarlo por lo menos por un año. Lo dejé, ahora lo hago sólo para consumo personal. Ya no tengo un consultorio. Por ejemplo, me gustaría sacar tu carta austral, porque me da curiosidad. Y porque con tanta experiencia ya he aprendido. Por ejemplo, yo sabía que eras Géminis y eso no es tan sorprendente. Porque tienes ese cerebro, conectas. En esto me impresiona tu capacidad de realmente entender. Astrológicamente eso es muy de Géminis. Claro que hay que cultivarlo. Cuando yo te vi, te vi muy geminiano. Eso creo que me aporta.

¿Te permite leer los comportamientos humanos?
Sí. La gente cree que es una manera de encasillar, pero no. Depende de cómo lo enfoques. Tú eres tú y nunca vas a ser completamente igual que otro geminiano. Pero lo bonito es ver cómo esos elementos que la astrología te atribuye te influencian, y los cultivas y los desarrollas y lo llevas por tu propio camino. Cuando yo tenía el consultorio vi tantas cosas. Me gustaba que la gente me contara sus historias.

El escritor es alguien que está escuchando historias. Que está atento a lo que sucede y a lo que le cuentan los otros.
Trabajando todo el tiempo.

Vos describías la situación de tu barrio de cuando tenías mucho ruido, la gente hablaba, interrumpía; y yo pensaba en tu vocación de poeta y en los escritores que mencionaste como poetas, como Alejandra Pizarnik. El temperamento de Pizarnik, no estoy hablando de ella como persona sino de su poesía, es muy melancólico. Sus poemas de refieren a la noche, la oscuridad y la muerte. ¿Cómo se conjugan en vos como poeta o en alguien que trabaja en los cuentos ciertas zonas melancólicas o experiencias de tristeza, como el cuento de Rosa o el de James Gato que no es del todo feliz en algunos de los cuentos, con ese ruido, con esa alegría? ¿En qué medida conviven esos dos estados de ánimo?
Yo creo que de todos modos el dominicano se disfraza para poder sobrevivir, para poder enfrentar desde la alegría. Creo que el clima influye y lo puedo decir ahora que vivo en un clima frío donde hay un invierno muy duro, que la gente ahí es como de hielo; y nunca oyes música en ninguna casa. Entonces ahora yo me doy cuenta de que cuando voy a Santo Domingo ese calor influye en el temperamento. Eso por un lado; por el otro también mi papá era un tipo de pueblo cuya adolescencia transcurrió durante la dictadura de Trujillo y yo siempre pienso mucho en eso: en ser adolescente en medio de una dictadura en un pueblo. Él era un espíritu rebelde, era un hombre triste. Él no era un dominicano bullanguero y se pasaba horas pensando y no le gustaba que lo molestaran y cuando pensaba su cara era triste. Él era escritor. Y yo pienso que todo escritor es inconformista. Yo soy alegre, me gusta bailar y todo pero ese no es el único lado de la vida; también me gusta la soledad y cuando estoy triste me gusta vivir mi tristeza a fondo y eso no tiene que ver con ser dominicana. Es que es mi momento. Cuando yo escribí ese cuento de la novia del atlántico yo lloré. Ahí hay mucha música pero yo lloré porque me duele que las mujeres de mi país no tengan acceso a cosas. Si quieres ser prostituta o trabajadora sexual que sea tu elección luego de haber ido a la escuela… pero no que sea tu única salida. Esa Jennifer de ahí existe y se llama así. Para mí fue duro conocerla y fue duro ver que la llevaran a ese punto. No lo pude superar ni siquiera escribiendo el cuento porque la realidad continúa y a nadie le importe. Ese cuento no lo ha leído nadie ni siquiera en República Dominicana, ese libro no se vende allá. Todos lo ignoraron. No quiero que lo lean para yo ser famosa, yo quiero que sepan que no todo es las palmeras y el mar. Ella está en la novela de James Gato. Hubo un crítico que presentó Emoticons y él comenzó diciendo que es un libro escribible porque te pone a escribir en el aire. En el cuento de Rebeca hay una discoteca donde ella se va a divertir; los tipos la buscan y ella espera que él saque un anillo de compromiso y lo que él saca es un celular. … Es verdad que somos fiesteros. La profesora Guerrero se escapó del sanatorio en Cuba. Ella pidió hablar con el director, después de mucho insistir la llevaron con él y ella le dijo al director: “Mire, usted está más loco que yo. Porque mi cabeza es libre. Entonces yo me voy de aquí”. Ella se paró, se fue y saltó un muro. Cogió un taxi y se fue a su casa, allí bebieron e hizo todo lo que quería. Luego fue al aeropuerto y allí le dijeron que tenía un impedimento para la salida; y ella con su verbo y su inteligencia logró que se lo quitaran y se apareció en mi casa. Cuando yo la vi pensé que era una aparición. Le dije: “¿Tú no estabas…?” Me respondió: “Sí, pero me escapé”. Imagínate un ser así. Los cuerdos opinaban que ella estaba loca porque ella era incómoda. Tú le caerías muy bien a ella. Ahora me doy cuenta: tú me hiciste como un guante que se pone al revés, me pusiste a hablar.


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