“El sueño americano no es lo que se promete”, por Fabián Soberón (Entrevista a Aurora Arias)
La escritora dominicana Aurora Arias estuvo en Córdoba participando como invitada especial del congreso El Caribe en sus Literaturas y Culturas y acompañando la salida de su nuevo libro de relatos, Emoticons (Corregidor, 2015). Grabadora en mano, Fabián Soberón la citó en esa ciudad y, como un guante que se pone al revés -según la misma autora dice-, la puso a hablar.
En tu
trayectoria como escritora, es llamativo el pasaje de un género a otro. Vos te
iniciaste con la poesía y luego te pasaste a la narrativa. ¿Hubo algún factor externo
o fue simplemente una búsqueda literaria?
Las dos
cosas. Primero, el cuento que da título a mi primer libro yo pienso que fue la
causa que podría llamar búsqueda literaria que me inclinó a la narrativa pero
de una manera muy orgánica, muy natural, muy fluida. No fue consciente ni
pensado. Había una razón utilitaria porque hay cosas que yo sentía que no iban
con el formato de la poesía, yo necesitaba el formato de un relato. No pensé:
“ahora voy a ser narradora.” El primer cuento de mi primer libro me perseguía.
¿Cómo
se llama el cuento?
“Invi`s
Paradise”. En Santo Domingo hay un barrio que se llama Invi porque es Instituto
Nacional de la Vivienda. Un artista que vivía ahí en la misma época que yo creó
una canción que se llama “Invi`s Paradise”, que está en el epígrafe. Hay un
pequeño fragmento que dice: “Qué bien me siento en mi Invi`s Paradise. “Catching
the sun in this caribbean land”. Porque este barrio era bullicioso, todo el
mundo sacando su música sin que le importe el vecino; pero estaba a orillas del
mar. En ese mar había una cueva y a esa cueva le decíamos “Invi`s Paradise”.
Nosotros éramos vecinos y éramos una pequeña cofradía en ese mundo de comadres,
éramos como los raros de ahí, los hippies, los alternativos. Por eso le puse
ese nombre. El relato habla de esa cueva, de lo que hacíamos allí.
¿Vos
dirías que los primeros relatos tienen un parentesco estético con Emoticons?
Buena
pregunta… yo no sé si tiene un parentesco estético pero sí hay una franja de
tiempo en que yo ya no era la misma y no eran las mismas referencias. Eso hace
una diferencia en el estilo. A los primeros libros uno les tiene un cariño
especial, porque en esa época a mí nadie me estudiaba. Es una ventaja eso, a mí
no me importaba nada.
Los
cuentos de Emoticons trabajan
diferentes registros del habla, de la lengua oral. El cuento “Parquecito” se desarrolla
en una plaza y ahí cada persona habla de distinta manera, con las distintas
culturas que lleva encima. ¿Qué es lo que te interesa registrar con este
recurso?
Yo pienso
que como en el contexto en que se dan esos cuentos y en el entorno que me
rodeaba la oralidad es tan fuerte, que si yo quería retratar no podía obviar
ese punto. Además antes de comenzar a trabajar la narrativa yo veía lo
siguiente: había una tendencia en muchos narradores que me antecedían que
querían europeizarse. Eso me chocaba, yo pensaba que con una realidad tan rica
por qué había que remitirse a un contexto que no es el nuestro. Algunos de
ellos habían ido por un tiempo, pero no me pongas a un dominicano a hablar como
un francés pero en español. Hablaban del tranvía, ¿qué tranvía? Nosotros no
tenemos tranvía. Había un deseo de aprovechar esa realidad. Si alguna vez
visitas la capital te vas a dar cuenta de que tus sentidos van a estar captando
todo el tiempo esas variedades de lenguaje.
¿Vos
tenías una voluntad de hablar de eso que te rodeaba?
Sí. Era
casi como que otros escritores tenían miedo de no estar a la altura. O quizás
porque esta realidad es el tercer mundo, es gente que no sabe hablar un
español.
Los
haitianos aparecen estigmatizados en algunos cuentos. Y los dominicanos son
excluidos en otros territorios. En el primer cuento, “Derrumbes”, se habla de
los haitianos como excluidos. Y los dominicanos también se sienten excluidos.
Por ejemplo, Rosa, esa mujer que trató de irse lo más pronto posible a Nueva
York y que no encaja del todo en Nueva York. Entonces ambos, los haitianos y
los dominicanos, al menos en esos cuentos, no encajan muy bien, no están del
todo cómodos. Algunos relatos proponen una reflexión sobre la exclusión.
En el caso
de “Derrumbes”, ese fue un cuento que me costó mucho escribir porque la
inspiración, la fuente que me llevó a querer reconstruir esa realidad fue que
en el barrio donde yo me crié, que es un barrio de clase media, cuando yo
llegué ahí tenía siete años y era como un campo. Era uno de esos barrios que
construyen en las afueras cuando ya la ciudad está congestionada. Yo recuerdo
que cuando llegamos ahí a mi hermano y a una prima, que también vivía allí con
nosotros y era una niña, mis padres decían “cuidado con los haitianos” porque
estaba lleno de obreros haitianos. Ellos eran los que estaban construyendo ese
barrio porque la mano de obra es más barata y ellos están ilegales y no tienen
sindicato ni nada que les permita exigir derechos. Eso estaba lleno de
haitianos y fue la primera vez en mi vida que la presencia haitiana ante mis
ojos era una cosa visible. Estamos hablando de principios de los años sesenta.
Entonces luego se construyó el barrio tal como dice ahí, los haitianos
desaparecieron porque ya no había un porqué de su presencia ahí. Pasaron las
décadas y cuando yo era ya adulta esas casas que los haitianos habían
construido comenzaron a derrumbarlas para hacer edificios; porque mientras en
una casa vive una familia, en un edificio viven diez familias. La ciudad empezó
a construirse hacia arriba, aún en la periferia. Entonces se derrumban las
casas y vuelven los haitianos a construir los edificios. No sé dentro de veinte
años qué será lo que van a hacer. Entonces donde yo vivía, al lado, derrumbaron
la casa y empezaron a hacer un edificio. Un día yo estaba en el patio y veo a
un muchacho muy joven que no debía pasar los 17 años, obrero. Como ellos
trabajan, sin camisa, sin casco protector, es casi un suicidio porque si te
caes te llevó el diablo y ya se acabó. Él parece que tenía hambre (esto es una
suposición mía), era como mediodía. En mi casa, en el patio, había una planta
que estaba llena de mangos. Y él con una varilla de hierro desde un hueco de
una ventana que estaban construyendo intentó alcanzar la planta e hizo contacto
con un cable de electricidad que pasaba por ahí y se electrocutó. Yo vi cómo se
fue poniendo su cuerpo. Él era negro, pero ese contacto con la electricidad… Y
yo vi que el capataz de la obra, dominicano, les dijo a los otros “¡Sigan
trabajando!” cuando los otros, en una reacción natural y humana, iban a
ayudarlo. “¡Sigan trabajando! ¡Sigan trabajando! …” yo pensé que eso era un
extremo de la humanidad porque es verdad que si eres responsable de la obra hay
que hacer que avance, pero no hasta el punto de que se electrocute uno de los
obreros y tú les órdenes a los otros que sigan trabajando como si nada hubiera
pasado. A mí me tomó como un año tratar de asimilar eso y nunca he quedado
satisfecha. Yo quería que la cosa comenzara, pero entonces me remonté al
barrio. Doña Clarita es un poco mi abuela que fue fundadora, de las que iban a
la iglesia y no sé qué. Mi abuela estaba en ese momento perdiendo un poco la
concentración. Ella murió a los 98 años. Ella estaba un poco aturdida ante la
rapidez con la que el mundo estaba avanzando. A veces ella veía un avión y
decía “¿Qué es eso?”. Ella no sabía que un avión era un avión. Tú hablas de la
estigmatización, ¿por qué estigmatización?
Porque
es una forma de exclusión. El haitiano es visto casi como un animal.
Es un poco
lo que el capataz hizo. Porque a mí no me gusta empezar a moralizar y pensar si
hizo mal o bien sino retratar esa actitud.
El
cuento retrata una actitud inhumana. Y eso le pasa a Rosa en “Travesía”. Los
dominicanos son bullangueros pero esta mujer no está feliz con su recuerdo de
cómo se tuvo que ir del país y de cómo la engañaron. Entonces yo veo ahí
también una forma de exclusión social. No estar cómodo en tu país pero tampoco
estar cómodo en el otro. No es lo mismo irse por voluntad propia a ese
personaje que no está del todo a gusto ahí y encima habla con alguien que
apenas la escucha.
Yo creo
que hay una fantasía respecto a ir a Estados Unidos y vivir en Estados Unidos.
Una vez allí, que se vive realmente, la gente se da cuenta de que no es el
paraíso. El sueño americano no es lo que se promete. En ese caso se trata de
alguien cuya familia ha tenido tierras que bien pudieron haber conservado;
tierras que producen. Pero es como que quedarse siendo campesino fuera un
atraso; entonces las nuevas generaciones que tienen más acceso a la televisión
y al ruido publicitario y hay gente que viene de Nueva York y durante su breve
estadía allí luego quieren aparentar. Los dominicanos que van allí de
vacaciones vuelven y quieren aparentar y los otros piensan que quieren esos
tennis, esas cadenas y se les llenan los ojos de fantasías. Y no quieren
quedarse y producir esa tierra para que siga evolucionando. Sueñan con irse y
ahí es donde si aparece un tipo que se aprovecha sexualmente, se aprovecha de
su ignorancia, de esta fantasía, terminan vendiendo lo poco que tienen; lo que
sus bisabuelos hicieron para que esa familia creciera, terminan vendiéndolo
todo para llegar en yola, que es una embarcación frágil y peligrosa, a Puerto
Rico y brincar al gran Nueva York. En esa Rosa hay muchas historias que yo he
ido escuchando y que las sinteticé porque los cuentos no pueden ser como una
novela. También tiene que ver con que en un país donde los políticos acaban con
el tesoro nacional la gente termina con desesperanza y creyendo que afuera
siempre será mejor y como no somos un continente no hay frontera, lo que hay es
agua. Pagas a alguien y meten hasta cien personas en una embarcación pequeña.
La gente lo hace y lo hace no una vez; si fracasa el primer viaje intentan otra
vez. Venden casas, dejan empleos, dejan familias, ¿cómo se explica eso?
En el
cuento “Clic” hay un personaje que es una mujer intelectual y política. Una
especie de mujer faro que avanza y quiere sacar a las mujeres de su letargo
espiritualista. Pero a la profesora Guerrero la consideran una desquiciada, una
loca. ¿Son los locos los que pueden ayudar a encontrar la verdad o el rumbo del
país? La estética del cuento se conecta con los libros de Roberto Arlt. Arlt trabaja
las relaciones entre verdad y locura, entre delirio y realidad. Creo que tu
cuento trabaja el delirio en el centro de la racionalidad y a la inversa, la
racionalidad, una supuesta racionalidad extraña, en el centro del delirio.
Tú acabas
de dar en el clavo. Yo pienso que son personas que hacen la diferencia dentro
de un contexto donde la gente quiere ser y estar metida para ser aceptada. Y
los que a mí me resaltan son esos personajes que llegan a ser como rupturas
pero a veces ni siquiera es una cosa consciente. La profesora Guerrero es una
persona de la vida real. Te doy un ejemplo: el Ministerio de cultura hizo un
congreso de esos que tienen un título largo y pomposo, seminario de la
comunicación o del periodismo o algo así y todos vamos como borregos a escuchar
a un tipo que se tira una hora hablando pendejadas; que es más un discurso
egocéntrico porque primero habla de él y al último del tema. De repente aparece
la profesora Guerrero que siempre llegaba al último con unos taquitos que
retumban, flaquísima, de baja estatura, entra, mira a ambos lados y dice
“Ecúcheme” y hace lo que probablemente todo el mundo está pensando y dice todo,
“Usted es un aburrido…” y la gente estallaba en aplausos. Entonces la profesora
Guerrero se convertía en la protagonista y el tipo la miraba con odio.
La
profesora Guerrero es un personaje notable, un personaje contradictorio, como
tiene que ser los personajes; la acusan de loca pero a la vez es el faro
intelectual.
Y lo que
dice da en el clavo de y era así. Cuando los estamentos oficiales le enviaban
invitaciones ella no quería pero iba igual. ¿Por qué iba? No se sabía. Cuando
esa mujer levantaba la mano los organizadores temblaban.
Este
cuento es una especie de homenaje.
Sí, es un
homenaje. Aunque mucha gente lo vio como una burla pero es un homenaje a su
coraje y a su sinceridad.
Yo
sentí que era una apología de una forma de pensar y de actuar. Sentí que era
alguien que iluminaba y daba en la tecla con lo que interpretaba.
Exactamente.
Y sin embargo, incomoda.
No es
un personaje llano, chato, que tiene un solo perfil y es perfecto, sino que es
complejo.
Y fue toda
una tarea para lograr en el contexto del cuento que esa contradicción se
sintiera a fondo, que se palpara.
Después
está el personaje de James Gato, alguien que circula y deambula, una especie de
flaneur del Caribe. Es un flaneur desquiciado, un viajante en busca de
experiencias extremas. Hay intensidad en la vida de James.
Eso es lo
que él busca en la isla.
En esos
cuentos se rozan los escenarios del policial negro. ¿A vos te interesa el
género policial? ¿Creés que esos escenarios sórdidos tienen que ver con tus
cuentos, que hablan de una realidad cruda y oscura de la noche, de los bordes?
Eso pensé.
Pero no era la intención de lo policial. Yo le temo de alguna manera al género
policial porque me encantaría abordarlo alguna vez pero no me siento capaz. Tal
vez sea un complejo de inferioridad mío pero ahí por lo menos conscientemente
no era la intención.
Tanto
en el cuento de la profesora Guerrero como en el cuento “El despojo” te referís
a los clubes de espiritualidad. En el caso de “El despojo” hay un contraste
entre la voluntad de la espiritualidad y la pobreza de la gente. El club está
formado por gente rica que vanamente busca la mejoría de la vida y descuida la
pobreza concreta. Porque está buscando realizarse espiritualmente, iluminarse y
realizarse y tienen gente a la que podían ayudar y no quieren rozarse ni
tocarse. ¿Vos dirías que estos cuentos (sobre todo El despojo) trabajan con lo
que se llama de manera muy genérica y a veces injusta el realismo social? ¿Te
interesa el realismo?
Con las
etiquetas me pasa que me da igual. Si quieres ponerme una etiqueta ese es
tu punto de vista. Al momento de crear yo ya no estoy pensando ni en realismo
social ni en etiquetas. Me han dicho que soy cronista y es cierto, hay algo de
eso quizá porque soy hija y hermana de periodistas y crecí en ese ambiente del
periodismo; pero si el realismo social es que yo vea ese contraste entre esa
gente que se dice ser sensible espiritualmente e insensible ante la pobreza que
la rodea entonces sí, realismo social.
¿A vos
te interesa voluntariamente hacer cuentos que trabajen con los contrastes
de la realidad concreta?
Sí. Si esa
realidad concreta me provocó algo, o me impactó, y yo siento que tengo que
escribirlo para entenderlo aunque sea; si me movió una fibra, entonces sí.
Además en el caso de la República Dominicana yo siento que sí importa narrar el
entorno, la realidad… Y vuelvo a lo del tranvía y esos personajes y lo que el
escritor está viendo.
Hace
poco tiempo el escritor Edgardo Rodríguez Julia me dijo que el Caribe es la
provincia de la provincia, el tercer mundo del tercer mundo.
Nosotros,
los dominicanos, estamos muy cerca de Puerto Rico. Para mí Puerto Rico
representó un salto dentro de eso que llamo carrera literaria. Yo siento que
los puertorriqueños se subestiman mucho. Sobre todo los intelectuales, los
libre pensadores, pero ellos tienen un privilegio. Te doy un ejemplo: los
dominicanos tenemos que hacer muchos trámites legales para salir del país. Tienes
que ir al consulado americano en Santo Domingo y tienes que demostrar que
tienes mucho dinero en el banco. Tienes que tener una entrada de dinero fija. Y
qué hacen los dominicanos: engañan, mienten sobre su situación económica. En cambio,
los de Puerto Rico, cogen un avión y se van a Nueva York y recorren Estados
Unidos y lo recorren completo. Eso es una ventaja pero ellos no lo saben.
Se
habla del Caribe como si fuera una entelequia, como si todo fuera igual. Y vos
me estás marcando diferencias. ¿Vos crees que el Caribe sigue siendo el tercer
mundo del tercer mundo?
Para
nosotros publicar en Puerto Rico es un paso de adelanto, de evolución. Porque
nosotros ni editoriales, ni críticos tenemos y en las universidades de allá no
hay un espacio de difusión. No se forman críticos. No hay ni talleres
literarios y, en cambio, en Puerto Rico, sí los tienen. Lo que pasa es que a
veces cuando tienes las cosas no te das cuenta. Ellos piensan sólo en las
carencias y en que son un estado libre, asociado. Pero, ¿y nosotros? Si ellos
se consideran el tercer mundo del tercer mundo, entonces nosotros ¿qué
seríamos?
Esto
marca diferencias culturales entre Puerto Rico y Santo Domingo…
Incluso,
para ir más lejos, ellos tienen esa lucha por conservar el español como el
idioma en contraposición con el inglés. Y nosotros vemos como una ventaja que
ellos tengan ese acercamiento al inglés y ese bilingüismo como una apertura. Yo
lo entiendo, yo sé de qué se trata eso. Es como una penetración. La primera vez
que yo fui a Puerto Rico, porque en Santo Domingo tener una visa americana es
la gran cosa, cuando yo llegué allá y vi todos los letreros en inglés me llamó
mucho la atención. Eso fue en el ‘92, y luego Santo Domingo se puso igual. En
vez de decir Salón de Belleza dice Beauty Palace porque suena más.
En
general, sobre todo en los ámbitos intelectuales, en las universidades, entre
los críticos, se opone el oficio del intelectual a la del adivino o astrólogo.
El astrólogo es un charlatán. ¿Cómo se conjugan en vos, en tu trabajo, esas dos
tareas, esos dos oficios? Me interesa conocer tu perspectiva del asunto, de
este prejuicio y de la combinación de escritora y astróloga.
Como para
puntualizar algo, debo decir que yo soy una persona muy curiosa. Me interesa
todo lo referente a la vida, la naturaleza humana, los comportamientos, cómo el
entorno te influye pero también lo que tú traes influye en el entorno y todo
eso. Si es realismo social no lo sé. Por eso yo decía que soy un poco como
espía. Me fijo mucho en las miradas. Yo tenía una tía abuela que tenía una
biblioteca y me motivó mucho con la lectura. Ella era médium, se comunicaba con
espíritus y era Rosa Cruz. Ella pertenecía a una sociedad teosófica donde todos
eran médiums, que al mismo tiempo era una sociedad caritativa y ellos se
reunían y ella se concentraba y veía por ejemplo una mujer pobre rodeada de
niños en un campo como a cinco kilómetros de allí y veía que la mujer estaba
planchando y se desmayó porque tenía varios días sin comer. Y mi tía decía “en
tal campo, en tal sitio, pasa tal cosa” y la gente iba y efectivamente era así.
Era cierto. Una semana antes de que esa tía muriera, mi mamá y yo fuimos a
visitarla y ella me entregó dos cajas de los libros y los autores que a mí más
me gustaban. Entre esas cajas ella agregó unos libros de astrología de Rosa
Cruz. Eran textos profundísimos de vidas pasadas. Yo de eso no entendía nada,
pero yo veía que eso era algo profundo. Era lo más profundo que había leído en
mi vida. Me pasé años leyendo eso. Abría un libro y leía un párrafo y lo
cerraba, y así seguí por varios años. Hasta que ya a los veinte años comencé a
entender y me alimenté de ahí. Yo empecé a estudiar astrología sola. ¿Qué me
llevó a eso? Porque cuando niño lees cosas que no entiendes pero tiene tal
riqueza que sabes que ahí hay algo interesante. Entonces yo empecé a comprar
esos libros y a estudiar por un asunto literario, los personajes. Por ejemplo,
tú sacas una carta austral y lees que esta persona es racional por tal energía
planetaria pero también es intuitiva por otra cosa. Ahí está la riqueza humana.
Una persona no es sólo racional o sólo intuitiva, es tantas cosas. Fue un
apetito de la curiosidad. Una curiosidad por entender la naturaleza humana. Yo
soy astróloga por curiosidad y también soy escritora por curiosidad. Por querer
comprender cosas a través de la palabra escrita.
¿Te
parece que se combinan sin roces sin quiebres y sin rupturas tu ocupación como
astróloga y tu dedicación a la escritura literaria?
He dejado
el oficio de la astrología como trabajo porque me quitaba mucho tiempo. Ahí sí
hay un roce porque o me dedico totalmente a la astrología o a la escritura. Yo
tuve una época en la que me dejé embargar solamente por la astrología. Mis
clientas, que eran mayormente mujeres, eran muy absorbentes. Yo tuve un
consultorio formado, con una secretaria que daba los turnos. Pero entonces
algunas de mis clientas me pedían turnos aunque sean las once de la noche
porque tenían un problema y necesitaban que yo las ayude. Y yo que me creía la
salvadora del mundo, aceptaba. Eso me dio un agotamiento crónico y el médico me
dijo que debía dejarlo por lo menos por un año. Lo dejé, ahora lo hago sólo
para consumo personal. Ya no tengo un consultorio. Por ejemplo, me gustaría
sacar tu carta austral, porque me da curiosidad. Y porque con tanta experiencia
ya he aprendido. Por ejemplo, yo sabía que eras Géminis y eso no es tan
sorprendente. Porque tienes ese cerebro, conectas. En esto me impresiona tu
capacidad de realmente entender. Astrológicamente eso es muy de Géminis. Claro
que hay que cultivarlo. Cuando yo te vi, te vi muy geminiano. Eso creo que me
aporta.
¿Te
permite leer los comportamientos humanos?
Sí. La
gente cree que es una manera de encasillar, pero no. Depende de cómo lo
enfoques. Tú eres tú y nunca vas a ser completamente igual que otro geminiano.
Pero lo bonito es ver cómo esos elementos que la astrología te atribuye te
influencian, y los cultivas y los desarrollas y lo llevas por tu propio camino.
Cuando yo tenía el consultorio vi tantas cosas. Me gustaba que la gente me
contara sus historias.
El escritor
es alguien que está escuchando historias. Que está atento a lo que sucede y a
lo que le cuentan los otros.
Trabajando
todo el tiempo.
Vos
describías la situación de tu barrio de cuando tenías mucho ruido, la gente
hablaba, interrumpía; y yo pensaba en tu vocación de poeta y en los escritores
que mencionaste como poetas, como Alejandra Pizarnik. El temperamento de
Pizarnik, no estoy hablando de ella como persona sino de su poesía, es muy
melancólico. Sus poemas de refieren a la noche, la oscuridad y la muerte. ¿Cómo
se conjugan en vos como poeta o en alguien que trabaja en los cuentos ciertas
zonas melancólicas o experiencias de tristeza, como el cuento de Rosa o el de
James Gato que no es del todo feliz en algunos de los cuentos, con ese ruido,
con esa alegría? ¿En qué medida conviven esos dos estados de ánimo?
Yo creo que
de todos modos el dominicano se disfraza para poder sobrevivir, para poder
enfrentar desde la alegría. Creo que el clima influye y lo puedo decir ahora
que vivo en un clima frío donde hay un invierno muy duro, que la gente ahí es
como de hielo; y nunca oyes música en ninguna casa. Entonces ahora yo me doy
cuenta de que cuando voy a Santo Domingo ese calor influye en el temperamento.
Eso por un lado; por el otro también mi papá era un tipo de pueblo cuya
adolescencia transcurrió durante la dictadura de Trujillo y yo siempre pienso
mucho en eso: en ser adolescente en medio de una dictadura en un pueblo. Él era
un espíritu rebelde, era un hombre triste. Él no era un dominicano bullanguero
y se pasaba horas pensando y no le gustaba que lo molestaran y cuando pensaba
su cara era triste. Él era escritor. Y yo pienso que todo escritor es
inconformista. Yo soy alegre, me gusta bailar y todo pero ese no es el único
lado de la vida; también me gusta la soledad y cuando estoy triste me gusta
vivir mi tristeza a fondo y eso no tiene que ver con ser dominicana. Es que es
mi momento. Cuando yo escribí ese cuento de la novia del atlántico yo lloré.
Ahí hay mucha música pero yo lloré porque me duele que las mujeres de mi país
no tengan acceso a cosas. Si quieres ser prostituta o trabajadora sexual que
sea tu elección luego de haber ido a la escuela… pero no que sea tu única
salida. Esa Jennifer de ahí existe y se llama así. Para mí fue duro conocerla y
fue duro ver que la llevaran a ese punto. No lo pude superar ni siquiera
escribiendo el cuento porque la realidad continúa y a nadie le importe. Ese
cuento no lo ha leído nadie ni siquiera en República Dominicana, ese libro no
se vende allá. Todos lo ignoraron. No quiero que lo lean para yo ser famosa, yo
quiero que sepan que no todo es las palmeras y el mar. Ella está en la novela
de James Gato. Hubo un crítico que presentó Emoticons
y él comenzó diciendo que es un libro escribible porque te pone a escribir en
el aire. En el cuento de Rebeca hay una discoteca donde ella se va a divertir;
los tipos la buscan y ella espera que él saque un anillo de compromiso y lo que
él saca es un celular. … Es verdad que somos fiesteros. La profesora Guerrero
se escapó del sanatorio en Cuba. Ella pidió hablar con el director, después de
mucho insistir la llevaron con él y ella le dijo al director: “Mire, usted está
más loco que yo. Porque mi cabeza es libre. Entonces yo me voy de aquí”. Ella
se paró, se fue y saltó un muro. Cogió un taxi y se fue a su casa, allí
bebieron e hizo todo lo que quería. Luego fue al aeropuerto y allí le dijeron
que tenía un impedimento para la salida; y ella con su verbo y su inteligencia
logró que se lo quitaran y se apareció en mi casa. Cuando yo la vi pensé que
era una aparición. Le dije: “¿Tú no estabas…?” Me respondió: “Sí, pero me escapé”.
Imagínate un ser así. Los cuerdos opinaban que ella estaba loca porque ella era
incómoda. Tú le caerías muy bien a ella. Ahora me doy cuenta: tú me hiciste
como un guante que se pone al revés, me pusiste a hablar.
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