“Desafío a lo imposible”, por Felipe Benegas Lynch
Enfrentar al muerto, de Carolina Bartalini. Buenos Aires, Zindo
& Gafuri, 2018, 66 páginas.
Envejecer
es difícil. Esa parece ser la premisa de la que parte Enfrentar al muerto. Y es una premisa aceptada y aprendida con
dolor.
El
muerto no es el resto físico de quien ya no está; el muerto son las palabras,
los gestos, los objetos, la memoria: todo aquello que se iba volviendo resto en
el proceso de envejecer. De alguna manera envecejer es volverse resto y de a
poco empezar a no ser en un mundo que se va desmoronando a fuerza de
internaciones, geriátricos y camas extrañas:
No
importa ya
en qué
momento
el
cuerpo se vuelve resto
o tal
vez el resto
sea
no el
cuerpo
no la
carne
sino
todo eso
que
queda
o solo
eso
que
queda
lo que
atraviesa
las
leyes físicas
las
leyes químicas
las
leyes cuánticas
de la
impenetrabilidad
de los
cuerpos (46)
Enfrentar
al muerto es una forma de enfrentar al lenguaje de la muerte, “lo imposible”
(38) de decir. Y sin embargo decimos y tratamos de nombrar eso que escapa.
“Toda
poesía es duelo” reza el epígrafe del texto. Bartalini despliega amorosamente
los restos del duelo de una muerte cercana que perdura y se resignifica en las
palabras. Como la bailarina dentro de la botella de Ginebra Bols, que “giró
ayer en la tarde cuando buscaba algo entre mis cajas y tus cajas” (31), el
lenguaje poético habilita un movimiento inesperado en las palabras que desafía
esas leyes “físicas, químicas, cuánticas”.
Ahí
donde las “cajas” se confunden, el duelo es también un desafío a lo imposible:
un espacio para abrazar y agradecer más allá de la distancia.
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