“Entre llanos: tierra baldía, ausencia y escritura” por Adriana Mancini

Los llanos de Federico Falco. Barcelona, Anagrama, 2020, 232 págs.





“Ninguna palabra doma la pena”

Federico Falco


 

Cuentos, poemas, una nouvelle y Los llanos, novela publicada en 2020 con sucesivas reediciones hasta 2022 y galardonada como finalista en el Premio Herralde, expanden el ya bien ganado  prestigio de Federico Falco como narrador y poeta dentro de las voces contemporáneas de la literatura argentina. Baste tan sólo recordar –a modo de picoteo de pájaro carpintero en la memoria–: “Ada” de 222 patitos (2004) y/o “El río” de Un cementerio perfecto (2016) .

Nacido en General Cabrera (Córdoba, Argentina), un pequeño pueblo llano entre dos ciudades prósperas, Falco compone en Los llanos un triángulo espacial de referencias concretas: Cabrera-Buenos Aires-Zapiola por donde transita “Fede”, su personaje, cuyo nombre se nos escatima hasta el final y de manera desplazada. 

Este personaje, escritor, abandonado sorpresivamente por Ciro, su pareja después de varios años de una convivencia feliz, intenta recuperar o reconstruir su confianza en sí mismo y en su escritura, vencer sus miedos ante la posibilidad de fracaso. En tal estado, decide  alejarse de la ciudad de Buenos Aires y atravesando la soledad y el vacío de la llanura, instalado en Zapata, otro llano, se deja vivir alternando actividades hasta ese momento ajenas para él. Diseñar una huerta para autoabastecerse, caminar y caminar descubriendo huellas otras, ensayar diálogos con vecinos, admirar pájaros y conocer sus nombres, detenerse en bosquecillos que interrumpen la línea infinita del horizonte. Leer, observar las gallinas, tirarse al sol e intentar retomar cuentos inconclusos, sin éxito. 

Las distintas etapas de la vida del personaje se alternan y entremezclan. Sin preaviso ni orden, presente, pasado y futuro se desgajan en fragmentos de extensión irregular separados por blancos. No se escatiman citas de escritores prolijamente entrecomilladas, ni listas de palabras escogidas según el hilo de lo narrado. Deleita algún haikú (“Bichos canastos en las verbenas./ Polvo asentado sobre las hojas./ Huellas de pájaros en el guadal del camino” p. 79)-; y conmueve la desesperanza (“Un cuerpo apenado, ¿cómo se escribe?” p. 47).

No pasa desapercibido el artificio borgeano de parcelar para poder nombrar, en este caso, la inmensa oquedad de la pampa, para dar cuenta de su totalidad, para que un otro la entienda: 

"Solo cuando aparece el otro empezamos a nombrar de verdad. A separar el paisaje en partes. A prestar atención a qué es lo más notable, qué dos o tres elementos claves habría que mencionar para que el otro pueda reconstruirlo: categorizar, priorizar, seleccionar. Todas maneras de describir, de poner en palabras para el otro, para que el otro, de alguna manera, aunque sea vicaria, pueda formar parte de la experiencia". (p. 81, resaltados en el original)

Así se estructura toda la novela: fragmentos heterogéneos y blancos, ambos insertados en la regularidad de algunos de los ciclos naturales que conforman ciertos meses del año. La lectura no se ve afectada en su continuidad por esos espacios callados que interrumpen el devenir temporal descalabrado, comprendido entre los meses de enero a agosto/septiembre y otro septiembre como una especie de coda que reitera los acontecimientos esbozados en la novela pero subrayados por una forma otra, más austera, condensada, despiadada.  

Sin embargo, podría pensarse que el proceso de lectura que debe asumir el lector, aunque no sea consciente del mismo, sería análogo al de armar varios rompecabezas simultáneos cuyas respectivas piezas se hubieran mezclado; pero que se van  recomponiendo paso a paso, mientras la lectura avanza.

¿Cuántos “llanos”? ¿Incide el plural decidido para el título de la novela, cuando en general la llanura se significa en su totalidad con el uso del singular? ¿Será otro llano el abandono de un ser amado? –“No nos separamos, nos separó él” (46). 

Sabemos, lo propone Roland Barthes en Fragmentos de un discurso amoroso y Julia Kristeva en Historias de amor, que la escritura de una historia de amor surge a partir de una ausencia. Fede, padece esa ausencia y si bien se niega a aceptar la escritura como remedo del amor perdido, Los llanos resulta de los borroneos y trazos gruesos dejados desde el abandono.  

La novela expresa hasta la saturación, entre confesiones y citas, la puesta en abismo de su propia escritura. La relación de una sintaxis del paisaje y la sintaxis de la lengua, los posibles comienzos de un relato o una obra teatral a partir de ciertas escenas presenciadas en la soledad de la llanura. ¿Es la página en blanco otro llano para el escritor? –“[...] debería estar escribiendo un cuento en este mismísimo momento en cambio estoy acá garabateando rápido estas notas en mi cuaderno” (p. 71).

En el magnífico relato “Ada”, el personaje principal que cede su nombre al cuento, se descubre siguiendo un amor adolescente, en la Cabrera de Fede. El descontento de Ada con los avatares de la Pampa (viento, soledad, llanura, perros sueltos y algún árbol de magnolias cómplice con su sombra) va en aumento, pero se deja estar acompañando a ese ser que ama y la ama, criando a sus hijos. Pero cuando enviuda y sus hijos hacen su propio camino, vuelve a Buenos Aires dando así su vuelta completa: Buenos Aires-Cabrera-Buenos Aires. En ciertos aspectos, el personaje de Ada se enlaza con el de Fede. Particularmente, en la idea compartida de que la vida termina diseñando una figura que se va completando al unir un punto con otro punto. Ada se pregunta: “¿Habré hecho bien? Me daba miedo haberme salteado algún punto, o que al final no hubiera ningún dibujo, solamente un manchón, un rayoneo puro como el que hacen los chicos cuando todavía no saben agarrar el lápiz” ( Falco 2004, p. 55). En Los llanos confiesa Fede: “La vida ahora es una imagen que se va desdibujando, perdiendo sus contornos día a día” (p. 183). Sin embargo, sabe que bio-grafía es “el dibujo, la forma que dibuja la línea de la vida al desplegarse en el papel/tiempo” (p. 102) e insiste, porque también sabe que como en la huerta las cosas llevan tiempo. Y entonces, puntea la tierra para trasplantar una línea de cebollas y mientras puntea la línea de una vida entre los llanos, aunque el dibujo que se va esbozando no le guste en demasía.


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