“El negacionismo de Victoria (Espectros VI)” por Florencia Eva González


¿Cómo se escribe la historia? ¿Quién la escribe? Mucha controversia ha traído la película Argentina, 1985 de Santiago Mitre –que representó al país en los Premios Oscars del 2023– al centrar su trama en el Juicio a las Juntas y en el accionar de los fiscales Strassera y Moreno Ocampo. Hace mucho tiempo que una producción nacional no alcanzaba tal éxito de taquilla. A ella le debemos que el cine argentino haya puesto sobre el tapete, una vez más, el Nunca Más, sus razones, causas y el hecho inédito de un juicio civil a crímenes de lesa humanidad perpetrado por militares durante la Dictadura. También hay que reconocerle el hecho de haber colocado a la timorata clase media en las plateas a rever esos años y a los jóvenes a que conozcan, por intermedio de la pantalla, la importancia de ese juicio y del accionar terrorista estatal de las fuerzas armadas en el poder. Otras miradas las aportaron integrantes del partido radical; la crítica más relevante fue la del actor Luis Brandoni, que apuntó contra su colega Ricardo Darín, por protagonizar una historia que no focaliza en el presidente Alfonsín, del cual sólo aparece su voz, detrás de una puerta. Contrariamente a lo que opina el actor, la aparición del ex mandatario tras bambalinas no le quita protagonismo ni fuerza en la decisión. Más bien parece otorgarle un halo inquietante de poder. 

Pero ahora encontramos otra lectura de la película: la de Victoria Villarruel. En su red social X leemos un tuit que la define como una “película pro-terrorista” a la vez que critica el hecho de que se exhiba ante cadetes del Colegio Militar de la Nación. La candidata a vicepresidenta también atacó por la iniciativa al director nacional de Derechos Humanos del Ministerio de Defensa, Eduardo Jozami, al que “acusó” de ser militante del Partido Comunista, hecho que corresponde a una afiliación de principios de los años 60, cuando el funcionario comenzaba su militancia. Exhibir esa película a los futuros militares argentinos se encuentra en línea con la política de derechos humanos del Ministerio de Defensa implementada desde el 2008; año en que Nilda Garré firma una resolución para cambiar los programas de estudio de los institutos militares, con el fin de transformar la construcción cultural de una institución signada por los golpes de Estado y los delitos de lesa humanidad. Rescoldos de esa experiencia, no falta de resistencias por parte de profesores y de los propios alumnos, pueden verse en el documental Palabras pendientes (2016) de Andrea Schellebeng, que realiza un seguimiento del dictado de las clases de Derechos Humanos en el Colegio Militar de la Nación. 

Al comentario sobre la película de la candidata del partido La Libertad Avanza y diputada electa en 2021, se le suman otros, como el cuestionamiento a la actual utilización de las diecisiete hectáreas de la ex Esma en función de la Memoria, Verdad y Justicia, y a la continua reivindicación al accionar de los militares en la dictadura. Sus dichos y argumentaciones hubieran sido imposibles poco tiempo atrás y su centralidad en la escena pública se ha tornado rutilante, asumiendo una apuesta performática cada vez mayor, incluso utilizando el látigo discursivo como estrategia de visibilidad, tanto en el debate vicepresidencial, que tuvo que protagonizar de cara al ballotage, como en otras intervenciones televisivas. En todas ellas puede notarse el porte seguro de una mujer formada que utiliza conceptos precisos en defensa del Proceso de Reorganización Nacional. Y una sangre fría que parece de alguien que hace años está en la escena pública.

| Victoria Villarruel tiene programa propio. |

Victoria no es una improvisada. Su formación se remonta a cuando regresaron los Juicios a los Militares, interrumpidos tras la sanción de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, al declararlas nulas en el 2003 y ser ratificadas por la Corte Suprema en 2005 que las declaró inconstitucionales. Entonces, también volvieron los reclamos militares “por la verdad completa” y los homenajes a los caídos por la “subversión”. En junio del 2006, un ramillete de 800 militares retirados en el Círculo Militar, frente a un muro con los nombres de los “muertos por la subversión” consideraron que “no se puede dejar que el presente ignore los hechos y que la Justicia sea una burla para los que sirvieron y dieron su sangre por la patria”[1]. Durante años no pasaron de ser grupos minúsculos, condenados por gran parte de la sociedad argentina, por la comunidad internacional y por la Justicia. En la anterior elección presidencial seguían siendo una voz marginal, representados en la figura de Gomez Centurión, pero de la mano de Villarruel este pensamiento ha adquirido renovada relevancia, juventud y, principalmente: votos.

Victoria es hija de un militar que intervino activamente en la “Operativo Independencia” en Tucumán en 1975, luchó en Malvinas junto con Aldo Rico y en democracia, en el levantamiento de 1987, el ministro de Defensa Horacio Jaunarena ordenó su arresto por haberse negado a jurar por la Constitución Nacional. Su tío, con el cual dicen que nunca habla, fue represor en El Vesubio y Capitán del Regimiento III de La Tablada.[2] Victoria se prepara desde muy joven en torno a las consignas reivindicatorias de la dictadura, pero ella es diferente: no es militar sino abogada. Se presenta como activista en Derechos Humanos y como fundadora, en 2006, del Centro de Estudios Legales sobre el Terrorismo y sus Víctimas - CELTYV (que parece urdido como respuesta al CELS, Centro de Estudios Legales y Sociales). Escribió tres libros: la primera obra a considerar se llama La nación dividida: Argentina después de la violencia de los ‘70, se trata de un libro colectivo realizado en 2019 junto a Alberto Jorge Crinigan (un exoficial de inteligencia del Batallón 601, enjuiciado en La Plata por crímenes de lesa humanidad [3]). Allí, los autores realizan una compilación de diferentes miradas, en la que se destaca la palabra “tiranía” para nominar a las políticas de DDHH llevadas a cabo en los últimos años, como puede notarse en estas frases: el “Pasado que debería ser interpelado con amplitud, resistiendo a la tiranía del Uno que hoy nos dice que el mal de esos tiempos, solamente encuentra su origen en un sector de la sociedad”; “Que las organizaciones de derechos humanos fueron creadas para continuar la guerra por otra vía”; también apuntan, sin eufemismos, sobre el primer presidente de la democracia: “Raúl Alfonsín debió haber conformado una comisión para investigar al terrorismo cuando creó Conadep”. 

El segundo libro es Los llaman… “jóvenes idealistas” (2009), publicado por el CELTYV con distribución exclusiva, donde Victoria realiza un detalle pormenorizado de las revistas de las organizaciones armadas de Montoneros y otras de izquierda como el ERP o el PRT para contraponer con fotografías familiares de los militares muertos en atentados guerrilleros. También cuenta con variados documentos, entre los que se destacan imágenes impactantes de lugares destruidos, fotografías publicadas en diarios y revistas, y datos precisos: 1094 asesinatos, 2368 heridos, 756 secuestros, 4380 bombas detonadas. El tercer libro ofició de trampolín, le permitió recorrer los sets de televisión y adquirir un nombre llevando como bandera la reivindicatoria militar. Se trata de Los otros muertos. Las víctimas civiles del Terrorismo guerrillero de los 70, coescrita con Carlos Manfroni [4] y editada por Sudamericana en 2014, sello perteneciente al grupo multinacional que domina el mercado editorial argentino, Random House Mondadori. Dicha publicación se realizó bajo el influjo de Pablo Avelluto, personaje ligado al ámbito gerencial y editorial argentino antes de ocuparse de la cartera de Cultura del gobierno de Macri. 

Como parte de un programa de transformación cultural, basado en una intervención de Avelluto, Pablo Racioppi y Carolina Azzi dirigen en ese entonces el documental El diálogo (2014), centrado en el encuentro de Graciela Fernández Meijide (madre de un joven desaparecido en 1977, hecho que la convierte en referente en derechos humanos y que luego la conduce a una carrera política) con Héctor Ricardo Leis, de la organización Montoneros. Estas figuras intentan plasmar dos posturas contrarias respecto al Terrorismo de Estado, coincidiendo en la necesidad de revisar la interpretación histórica sobre la violencia de los años´70. El documental, dedicado a “Quienes persisten en la sensatez”, fue financiado con fondos del Ministerio de Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (cuyo Jefe de Gobierno era Macri) y Penguin Random House. Meijide viaja a Florianópolis para encontrarse con Leis y ambos van opinando a partir de videos cortos reproducidos en una notebook, en el que puede escucharse a Juan Domingo Perón decir “a los enemigos ni justicia” y también a Mario Firmenich hablando de los “derechos humanos”. Ambos protagonistas opinan sin que pueda apuntarse grandes diferencias de posición; la guerrilla y los represores que actúan en nombre del Estado son analizados con un denominador común: la condena a la violencia sin más análisis, el repudio por parte de ambos de sacar el cuadro de Videla –“creo que hay que dejarlo porque fue. En la historia, no tiene sentido eliminar”–. Si bien dicen no avalar la teoría de los dos demonios, afirman que se trató de una guerra: “Firmenich es Videla”. Para Leis los militantes de las organizaciones armadas fueron víctimas de sus cúpulas, pide que sean juzgadas sosteniendo que Montoneros cometió crímenes de lesa humanidad porque reclutó a menores para la guerra; en suma, ambos se muestran molestos con las políticas de derechos humanos implementadas desde el 2003. Sólo disienten en un punto: Meijide no acepta el perdón (aunque no especifica puntualmente a quienes considera culpables) y Leis desea dejar atrás la lógica del eterno retorno de la venganza, punto en que la parábola los vuelve a encontrar, ya que considera “venganza” que los militares condenados viejos y enfermos pasen sus días entre rejas. Los recursos formales utilizados para narrar son básicos: imágenes fotográficas de archivo en blanco y negro, en general montadas a través de fundidos encadenados, por momentos sobre voces en off, sin mucha rigurosidad histórica. 



La Libertad Avanza, el partido que puede llevar a Victoria a la vicepresidencia, logró captar un clima de época, la idea de ser “lo nuevo” y construir significantes con los que una parte de la sociedad pudo identificarse. En esa narrativa se enlazaron las reivindicaciones militares y versiones que parecen certezas, pero Victoria Villarruel tiene programa propio. El lanzamiento de su logo en la víspera de las elecciones, apropiándose de una V violácea con una puntita ascendente de color rosado, parece afirmarlo.   

Baldosas de la Memoria vandalizadas, llamar “zurdos asesinos” a todos aquellos que no  adhieren a su causa, alusiones al Falcón verde con amenaza a militantes radicales, proponer cerrar la ex Esma (“para que lo utilice todo el pueblo”), sumar los nombres de los muertos por la guerrilla en el Parque de la Memoria, atentar contra el monumento a Eva Perón en Avellaneda, negar que existió el Terrorismo de Estado y afirmar que sólo “pudo haber habido excesos”, denunciar que en los juicios por crímenes de lesa humanidad se violan garantías, bregar por los “nuevos” derechos humanos y vociferar que no son 30 mil... Cuestionar las cifras suele ser el primer paso del negacionismo, penado en algunos países, como en Alemania, justamente. 

La disputa por el sentido respecto a la última dictadura se torna candente; la batalla más intensa se da –por los lugares, los números, la defensa de los represores y sus programas– en el lenguaje. El objetivo: sembrar una disyuntiva que reavive, de mínima, la “teoría de los dos demonios”. La disputa por el capital simbólico, así remozada, se vuelve central, pues con ella también surge lo fáctico: un nuevo plan de indulto y punto final para frenar los juicios de lesa humanidad en curso, un diseño de represión que permita un ajuste feroz y rifar recursos naturales estratégicos al capital financiero. La actualización del pasado vuelve a jugarse hoy en cada gesto y discurso para discutir quién es quién en este nuevo capítulo de la historia. 



* Ilustraciones de Matías Tejeda

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[3] Ver el siguimiento del tema realizado por Luciana Bertoia en el diario Página 12: https://www.pagina12.com.ar/autores/289094-luciana-bertoia  
[4] Además de los Los otros muertos (junto con Victoria Villarruel), Manfroni publicó: Montoneros, soldados de Massera (2012) y Propaganda Due (2016), ambas por Sudamericana (hoy parte del grupo Random House) y la novela La rebelión de la ópera (2023).



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