“La proporción áurea en la sencillez de la vida”, por Emilia Sofía Cotutiu
Budín del cielo, de María Luque. Buenos Aires, Sigilo, 2025, 168 páginas.
La sencillez de la vejez. La sencillez del tiempo, los días, de las estaciones, la temperatura, y del espacio, el luminoso departamento de Rosa. La vida cotidiana como motor del relato. Jubilada, sola, amante de Sandro, ex maestra de matemáticas, entusiasta de la cocina (y de cierta receta que hace honor al título de la novela) y de la jardinería, Rosa mide los colores en los tonos de las lanas con las que teje y articula las formas que observa con la geometría. La ligereza de Budín del cielo, sin embargo, contiene sus propias notas para asegurar narratividad. ¿Y cuál es ese ingrediente? Rosa desarrolló la habilidad de comunicarse con pájaros y plantas. A lo largo de Budín del cielo, cabe preguntarse si esta capacidad tan peculiar es moraleja o metáfora. No obstante, la sencillez de la novela bien puede inclinarnos a pensar que quizás no: saber comunicarse con plantas y pájaros no es más que la creación de un entretenimiento para el pequeño mundo de Rosa.
Lo novedoso de este texto es que María Luque trabaja exquisitamente la negociación entre abulia, mediocridad y narratividad ya que la autora no apunta a cuestionar la mundanidad de las experiencias de la anciana. Por el contrario, la intencionalidad clara de esta obra es visibilizar que las experiencias comunes y corrientes son posibles de ser narradas. De hecho, más que la soledad, el silencio es uno de los temas sutiles que atraviesan la vida de Rosa. “[A]unque ninguno me escuchara” (117), “por primera vez sentí que alguien me entendía” (123) son expresiones que pueden rastrearse en el texto; la “órbita elíptica” (98) que trazan los otros respecto de ella, siempre la sitúa en un espacio de insignificancia. Pero todo cambiará en cuanto se reencuentre con personajes del pasado. Contra todo pronóstico, Rosa oficiará de entrevistadora, y en ello reflexionará sobre las semillas que plantó en sus tiempos docentes.
| Luque trabaja exquisitamente la negociación entre abulia, mediocridad y narratividad |
Encontraremos en Budín del cielo pequeños conflictos o giros que busquen sazonar el pequeño mundo de Rosa: diagnósticos médicos, contradicciones con las amistades y los recuerdos, un viaje, pasajes de angustia por amores fallidos pasados y desamor latente, y, no menor, discusiones entre pájaros y muertes de plantas florales. Pero pese a que se confirme la regla narrativa de que todo relato requiere necesariamente de un conflicto, por más nimio que sea, fiel a su intencionalidad, Luque nos presentará un final sencillo y carente de espectacularidad; Budín del cielo no busca captar lectores y lectoras con un argumento barato que cargue de artificialidad la vida de una jubilada soltera, con tal de volverla apta para los tabloides de la literatura.
Un sifón de soda anticuado, una cafetera Volturno a la vieja usanza, medialunas, pepas y una infusión anaranjada, el típico llavero con colgante gatuno, anteojos de gusto cincuentero, útiles escolares y cuadernos con referencias ornitológicas y trigonométricas: todo esto conforma la proporción áurea del mundo de Rosa. Ilustrado al estilo naïf, desde una perspectiva antojadiza, en colores alegres, llamativos y placenteros a la vista, Luque, quien diseña sus propias cubiertas, nos acerca figurativamente la sencillez luminosa de la vida de su protagonista.
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