“¿Cómo tejer una imaginación política?”, por Cintia Córdoba



Apuntes para las militancias. Feminismos: promesas y combates, de María Pía López. La Plata, Estructura Mental a las Estrellas, 2019, 88 páginas.

Apuntes para las militancias es un texto que afirma de sí lo siguiente: un libro que no quiere ser libro, menos tratado con posiciones cerradas. ¿Qué quiere ser? Material de agitación, de circulación y provocación. Pero entonces nos preguntamos: ¿Qué es lo que pone a circular? ¿Qué clase de reflexión pretende provocar? ¿Qué pensamiento busca agitar? Tal vez movida por la preocupación sobre cómo preservar y profundizar la experiencia inédita del feminismo de estos últimos tiempos, la autora nos enfrente con uno de los temas más importantes de la política: el de su capacidad para inventar otros modos de vivir. Parece que, sobre esta idea es necesario abrevar. Estimular un pensamiento feminista que mediante pasos estratégicos fuerce su poder creativo, echando mano tanto a la vitalidad que le proporciona su configuración callejera, masiva y visible, como a sus vertientes institucionales que trabajan permanentemente “amasando la masa” mediante “acciones ínfimas e infinitas”. Se trata, nos dirá reiteradamente la autora, de dar “un pasito más”. Una propuesta que nos recuerda a Badiou y a una de sus ideas: la real política es la que fuerza a existir lo imposible. Y para esto es necesario activar la imaginación política.
En el camino, estos Apuntes describen el comportamiento de un sujeto político y asumen su voz. Este sujeto (in)surge mediante un acto de provocación, dice basta, se subleva e interrumpe la naturalización de la violencia que esconde la tradición. La interrupción es productiva, puesto que comienza a pensar (soñar) en un nuevo reparto posible. En la confluencia de todas las menciones a este sujeto –gritón, políglota y balbuceante–, es posible ver un cuerpo que se eleva, se planta, que es capaz de mirar a los ojos a su opresor y de sostenerle la mirada. No volvemos al redil –sentencia–. De este modo opera sobre sí la necesaria transformación. La acción política no puede reducirse al “yo sufro”, “tu sufres”, no hay potencia en la victimización. Es necesario dar un paso más. Es menester pasar del dolor a la organización, del pathos a la acción, para devenir sujetxs que resisten porque crean.
La fiesta callejera da cuenta de su particular composición material. Miles de cuerpos –díscolos y variopintos– que se agitan transitando las calles, cantando y resistiendo. En cada Encuentro Nacional, en cada Paro de Internacional de Mujeres, los cuerpos en la calle se disponen a confluir para desembocar en un mar verde. Esos cuerpos se ponen en acción y producen un oleaje que, a fuerza de repetición, erosionan “el orden natural de las cosas” y el modo de nombrarlo. Cada cuerpo, expresión atómica de ese vasto sujeto político, no sólo se manifiesta, hace circular un pensamiento, un modo de entender la acción política como subversión: del lenguaje, del orden patriarcal, de la familia, del canon y las reglas de visibilización –y de invisibilización– en los distintos campos del conocimiento y las artes.
La autora invita a este sujeto a pensarse. Lo incita a fortalecer las proximidades, para anudar los hilos que le permita reconocerse en un “nosotrxs lxs feministas”, porque la invención política es siempre y, en primer lugar, colectiva. Y para esto, nuevamente, es necesario dar un paso más, hacia la configuración de un sujeto atento, con capacidad de olfatearse. Olfatear para que “feminista” no devenga “atributo” que facilite caminos –ni en los partidos, ni en las comunidades académicas. Olfatear para que los peligros de captura que se abren en sus propios pliegues, no conduzcan a la sustancialización de la categoría “mujer” clausurando así todos los posibles que contiene. Olfatearse para no nutrir los argumentos necrófilos de los sectores reaccionarios, ni confundir los objetivos de la genuina búsqueda de justicia con los oportunismos para promover linchamientos, bajas de imputabilidad y/o caserías furtivas. El comportamiento de la horda es lo que debe ser combatido, la violencia ancestral y sus reencarnaciones en los conservadurismos que hoy adquieren renovada vitalidad en la región y en el mundo entero. Resguardarse de asfixiarse a sí mismo y sostenerse frente a los embates del odio planificado, esta, señala la autora, es siempre una tarea “laboriosísima”.
Este texto se ofrece a sí mismo como gesticulación sensible de ese pensamiento político que describe. Encarna el basta que irrumpe y disloca la temporalidad. El basta que pronuncian estos Apuntes permite ampliar el ámbito de lo pensable. Basta es también el estallido de todo tipo de lógica de la postergación de las formas en las que se expresa el “todavía no”. En la administración de las temporalidades, se juega el consumo de las vidas y esto, afirma la autora, es innegociable: “no hay que esperar la redención de clase ni la solución del hambre en el mundo”. Los feminismos populares saben de la necesidad de “intervenciones prácticas” y, sin embargo, son conscientes de que el trabajo sobre lo urgente no debe eclipsar la promesa que se persigue, que se milita, puesto que “vivir no es sólo respirar, comer las sobras o trabajar a destajo”. El feminismo, que ha logrado interrumpir la lógica de la realpolitik es, no obstante, la posibilidad del “vaivén”, de pendular entre los distintos planos y niveles en los que la política tiene lugar.
La autora también recorre la historia y elige tomar nota de dos acontecimientos para ligar la herencia: la huelga de los conventillos en 1907 y el 8 de marzo como día internacional de la mujer trabajadora. El primero local, el segundo internacional. El primero, para recuperar su carácter callejero y popular; el segundo, para recordar que feminismo es el nombre de una emancipación internacional posible. También elige una mujer de la historia, la convoca. Menciona a quien fue probablemente una de las primeras en unir feminismo y socialismo, Flora Tristán, tan terrenal como utópica. Flora, como María Pía, supo advertir la necesidad de comunión, entre estos dos “planos” o “temporalidades” que subyacen ya como preocupación en La unión obrera (1843). De lo que se trata, entonces, es de anudarlos definitivamente aun cuando sus consistencias sean distintas.
Fluido, profundo y variopinto este recorrido, se encuentra atravesado por múltiples inquietudes y preguntas. Estas inquietudes operan como un interesante espejo que nos devuelve el reflejo grato de las más bellas promesas de la política y de los combates necesarios para alcanzarlas.


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