“Miradas sobre la infancia”, por Rosana Koch
Infancias
argentinas, de Mirta Zaida Lobato. Buenos Aires, Edhasa, 2019,
191 págs.
La infancia es el solo país
como
una lluvia primera de la que nunca, enteramente,
nos secamos.
Juan José Saer
“Terra incógnita y añorada, la infancia
es la patria de felicidad y pesares. Lo primero sucedió ahí: alegrías,
hallazgos, miedos, enigmas, y terrores”, dice la contratapa de Infancias argentinas, obra dirigida por
la historiadora y docente Mirta Lobato. En su portada se muestra a un grupo de
niñas con sus guardapolvos blancos que dibujan con tizas en el patio de una
escuela los contornos de un mapa de América, cuyo modelo cuelga de la pared del
edificio. La maestra, vestida de negro, custodia con la mirada el trabajo de sus
alumnas, que concentradas parecen construir con sus trazos un espacio propio e
individual. La escena se debate en ese doble gesto, acaso indiscernible:
estudiar y jugar. Del mismo modo, las páginas de este libro anuncian esta doble
pertenencia y ofrecen la oportunidad de explorar una experiencia similar, como
si fuera un puzzle, dice Mirta Lobato,
un rompecabezas donde los lectores y lectoras puedan pensar la experiencia
propia de la infancia y la de “la sociedad en su conjunto” (14).
De
esta manera, se define la forma estética y el modo de ver y relatar la
experiencia de la infancia frente a un archivo tan vasto, inasible como diverso,
porque ¿cómo abordar la pregunta por la infancia? Quizás como un montaje que,
como procedimiento compositivo, permite integrar materiales heterogéneos y
abrirse a un espacio crítico y discontinuo, que promueve cruces,
reconfiguraciones, posibilitando nuevos encuentros y significaciones.
Por
un lado, una combinación entre palabras e imágenes, donde “a veces se
privilegia la imagen por sobre la palabra escrita, la estética de las miradas
por sobre la descripción textual. En otros momentos dominan las palabras” (14).
El archivo fotográfico propone pensar las imágenes como territorios de
inscripción de sentidos políticos, de manera que su selección “intenta ser
representativa de diferentes clases sociales, regiones, etnias, momentos
históricos” (16), pero también, apelan a la historia personal y despiertan la
emoción, como las fotografías de la infancia de cada uno de lxs autorxs de este
volumen que acompañan sus reseñas biográficas al finalizar el libro.
El
montaje como recurso abre, por otro lado, a una multiplicidad de voces que dan cuenta
del amplio espectro de discursos, tensiones y claroscuros que coexisten en la
experiencia de la infancia. Desde el
título, Infancias argentinas –en
plural–, se anuncia la hipótesis que
subyace en todo el texto: las representaciones de la infancia son el producto
de una construcción que varía según los acontecimientos sociales, políticos, económicos,
culturales, de modo que la obra explora la heterogeneidad, la diversidad, y las
profundas mutaciones del mundo infantil que conviven en la Argentina desde
fines del siglo XIX hasta la actualidad. La infancia es una construcción de la
modernidad, propone Philippe Ariès en su trabajo pionero El niño y la vida familiar en el Antiguo Régimen (1960). Desde este
contexto de reflexión, los once capítulos del libro modulan una voz colectiva:
Dora Barrancos se encarga de “Niñez y proselitismo” (117), Isabella Cosse
escribe “Infancias y familias en perspectiva histórica” (23), Juan Suriano,
“Infancias que trabajan” (93), Andrea Andújar y Silvia Finocchio se enlistan
entre otros especialistas. Todos ellos intervienen en un entramado conceptual –en
un vasta zona de cruces interdisciplinarios– que entreabre diferentes líneas de
investigación: el posicionamiento de los
niños en los núcleos familiares, las instituciones educativas, los derechos de
la infancia, los juegos y entretenimientos, la salud infantil, “las infancias
que trabajan” (93), capítulo particular este último que exhibe aquellas
representaciones atravesadas por las desigualdades de clase: la infancia
obrera, el canillita, el peoncito de
estancia, el niño proletario. También se agregan nuevos escenarios para las
identidades infantiles: pongamos por caso el texto de Diego Armus sobre “Los
niños que fuman” (73), o las infancias indígenas del Chaco retratadas por la
foto de Grete Stern (29), y sobre todo, los capítulos que exploran la manera en
que las ideologías políticas han interpelado y atravesado la infancia. “La
vinculación de niños y niñas con tareas proselitistas adquirió especial
estatura en la experiencia de las reivindicaciones de los sectores trabajadores
de nuestro país” (118), explica Dora Barrancos. De manera que con el
anarquismo, el socialismo, el comunismo, el peronismo, se han modulado figuras
de la infancia argentina poco exploradas hasta el momento, a las que se suman
nuevos territorios demarcados por coyunturas político-sociales como “Los niños
y la Guerra de Malvinas” (133) y “La infancia piquetera” (135).
Los
textos de Infancias argentinas se
complementan con material literario por donde discurren las voces de Alfonsina
Storni y sus versos “Canto a los niños”
(1916), la niñez ocampiana en “La calesita” (2006) de Silvina Ocampo, “Los venenos” (1956) de Julio Cortázar, La casa de los conejos, de Laura Alcoba,
novela que propone un recorrido ficcional que entrecruza la memoria de la
infancia con la dictadura militar argentina, Ahora bien, de todos estos
registros poéticos, el cuento “El niño proletario” (1973) de Osvaldo
Lamborghini permite deconstruir los territorios normativizados de la niñez como
edad de la inocencia desde una trama violenta y abyecta. Además de la
literatura, las artes visuales son otra forma de explorar la cuestión de la infancia El texto propone una serie de recorridos que,
a modo de “nudos problemáticos”, permiten reparar las vinculaciones entre niñez
y arte visual. Desde el niño como metáfora del Estado nacional a través de la
obra de Daniel Santoro hasta la serie de Juanito
Laguna de Antonio Berni que expone una narrativa social singular, entre
muchos otros.
Infancias argentinas
“está hecho de voces y afectos, de emociones y teorías, de epifanías y del
saber histórico”, nos invita a mirar y a leer las nuevas formas en que la
infancia está siendo pensada, representada, y se proyecta hacia un horizonte
futuro que seguramente retomará este imaginario infantil, ampliando y
multiplicándolo.
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