“La dama del mar (lo que atrae y espanta al mismo tiempo)”, por Román Setton
Según una
célebre tesis de Stanley Cavell, existe una serie teatral y cinematográfica
sobre la progresiva autonomía de la mujer. Va desde las comedias
shakespeareanas hasta el cine de Hollywood de las décadas de 1930 y comienzos
de 1940, películas como Bringing Up, Baby,
Letter from an Unknown Woman o It happened one Night –a las que los
estudiosos del cine argentino suelen añadir ejemplos locales, Esposa último modelo, La rubia del camino–.
Tres elementos son los decisivos en la serie, 1) su protagonista es una mujer,
2) el centro dramático de la obra es la formación de esa mujer, su maduración y
transformación –participa así del género coming-of-age–
en un contexto en que la mujer comienza a tener un papel diferente en la
sociedad, y 3) el centro de esa formación y desarrollo está colocado en
alcanzar la autonomía de la voluntad.
Cavell
coloca dentro de esta tradición algunas obras de Ibsen, entre ellas “La dama
del mar” y “Casa de muñecas”, naturalmente, pero se pueden agregar además
varias de las obras de Friedrich Hebbel y muchas piezas de Oscar Wilde, en que
la adquisición de la autonomía de la voluntad, en contraste con el sometimiento
al hombre, conforma el elemento de mayor peso dramático de la obra.
Mario
Soffici, un naturalista aún más naturalista que Ibsen, llevó al cine hacia 1954
la obra de Ibsen, adaptándola, en un contexto en que pocos años antes se había
logrado en la Argentina el sufragio femenino y dos años después de que las primeras 23 diputadas y senadoras ocuparon sus bancas.
En 2016,
cuando la discusión sobre la igualdad de derechos de género está una vez más
sobre el tapete, la adaptación o reescritura de Diego Lerman, Marcelo Pitrola y
María Merlino recoge toda esta larga tradición. Para ello, conjuga tres
historias fundamentales, tres vértices de un triángulo que arman la pieza: la trama
de la obra de Ibsen, una historia de la adaptación de Soffici, y una
misteriosa, apasionada historia de amor geométrico, entre Soffici, Zully
Moreno, la vernácula dama de la película de Soffici, y el director Luis Cesar
Amadori, marido de la actriz. En los cruces de estas historias de diversas
procedencias, la obra respeta el momento de decisión eminente al final de la
obra, pero se enfoca además parcialmente en los entramados del cine argentino
clásico, en épocas de la Argentina peronista, un momento en que el cine se
encargó de llevar a la pantalla muchas de las grandes obras literarias europeas
y estadounidenses del siglo XIX.
Se sabe,
Lerman, Pitrola y Merlino son anfibios del teatro y del cine. Y como cabía
esperar, también la obra lo es. En el espectáculo concurren excelentes
actuaciones –lo que hace Merlino es sencillamente inhumano– con antiguas proyecciones
de películas argentinas y gran cantidad de recursos provenientes de la puesta
en escena cinematográfica. La dama del
mar se suma así a las nuevas formas del cine fuera del cine, tal como
sucede con Operación fracaso y el sonido recobrado, de Albertina Carri, o Transiberiano,
de Mariano Llinás.
LA DAMA DEL
MAR
Autor: Henrik Ibsen
Versión
libre: Diego Lerman, Marcelo Pitrola, María
Merlino
Dirección y
puesta en escena: Diego Lerman
Asistente artístico: Marcelo Pitrola
Elenco: María Merlino, Marcelo Subiotto, Esteban Bigliardi, Flor Dyszel, Mario
Bodega
Asesoramiento: Lucía Rodríguez Riva, Camila Mansilla
Diseño y producción audiovisual: Nicolás Avruj, Juan Sturgeon
Entrenamiento y asesoramiento
coreográfico: Leticia Mazur
Música original y diseño sonoro: Gustavo Pomeranec
Iluminación: Iván Gierasinchuk
Vestuario: Valentina Bari
Escenografía: Eva Duarte
Jueves a sábados, 21 hs., domingos 19 hs.
Duración: 75 minutos
Teatro Sarmiento
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