“Palabras para presentar a Ivonne”, por María Casiraghi
[Texto
leído en la presentación del libro Noticias
de lo indecible, de Ivonne Bordelois (Buenos Aires, Edhasa-Libros del
Zorzal, 2018). En el Museo del Libro y de la Lengua, Buenos Aires, 12 de septiembre
de 2018.]
Siempre
que leo o escucho opiniones sobre el género autobiográfico me quedo con la sensación
de que todos dicen más o menos lo mismo, que la autobiografía es otra forma de
la ficción. Para abordar el libro de Ivonne busco al vuelo alguien que
desmienta esta teoría y encuentro sólo avales:
García
Márquez: “Las autobiografías no son la vida, no es lo que uno vivió, sino lo
que uno recuerda y cómo lo recuerda para contarlo”
Serrat:
“Los recuerdos son solo memoria manipulada para hacer más feliz el presente”.
A
pesar de ser frases acertadas, no acertarían a describir este nuevo libro de
Ivonne Bordelois. Porque en Noticias de
lo indecible no hay disfraz, al leerlo uno ve, tal cual es, a Ivonne
Bordelois. Así lo hace constar la autora
en su prólogo: “Cuando me dicen que es imposible escribir memorias sin
volverlas ficción, pienso por el contrario que la única manera de alejar la
ficción de mi vida es escribirla así, a los garrotazos, a lo primero que venga,
tal como fue, tal como me habita hoy”.
Ivonne
no responde en ningún momento a una lógica lineal, cronológica, ni
justificatoria de nada, escribe lo que tiene ganas, con total libertad, elige
los pasajes más significativos, pero no necesariamente felices, de su historia,
y reflexiona con audacia, lucidez y profundidad sobre un mundo del que es
activa partícipe intelectual, aunque otras veces emotivamente pueda parecerle ajeno.
Así
se embarcó en esta aventura que, a pesar de su espontaneidad y estilo directo, nunca
decae, sorprende que no haya página del libro donde no encuentre el lector
belleza, y al mismo tiempo alguna idea o reflexión reveladora. Todos los
pasajes parecen constelar de una u otra forma con algo que está más allá de
todo lo dicho, sus palabras, sus afirmaciones, dialogan con una fuerza que la
excede, porque es indecible.
¿Que
es lo indecible? Es ese misterio y esa magia que trasunta los relatos y las
vidas, en este caso la de Ivonne con la mía, con la de todos los aquí presentes
y quienes tengan la suerte de leer su libro.
Voy
a darles un ejemplo personal. Cuando Ivonne me dio sus memorias estaba atareada
con otras lecturas y con otras cuestiones cotidianas, por lo que dejé pasar un
tiempo hasta empezar a leerlas. Y finalmente di con ellas, por un azar, en el
momento exacto en que debía suceder. Así se lo expresé por e-mail:
Terminé de leer tu libro, la verdad es que estoy
muy conmovida. Te voy a contar primero lo que me pasó cuando empecé, estaba en
un bar de Belgrano bien temprano en la mañana después de un acto del colegio de
mi hijo, tenía que hacer tiempo y me había llevado tu libro para leer durante
esas horas, pasó que estaba muy mal ese día, muy angustiada, y al borde del
llanto sin saber por qué. Y en eso leo "No somos nuestras vidas; nuestra
vida no es nosotros. Mucha gente es desdichada porque no deja realmente actuar
a su vida con independencia de sí mismos". Ya sabés vos cómo sigue, no
tiene sentido que siga transcribiendo, pero todo lo que vino después parecía en
ese instante escrito para mí. Leer esto en ese mismo momento en que me sentía
desolada sin un motivo claro fue el primer gran hallazgo de la obra.
Así
sin planearlo, la escritora Ivonne sacude a la lectora X, se mete en su propia
experiencia y le revela ya en el prólogo una frase de Montaigne que la
acompañará por siempre: “Mi vida ha estado llena de terribles infortunios, la
mayoría de los cuales nunca ocurrieron”. A lo que Ivonne, autocrítica y lúcida agrega: “Mi
vida generosa, tanto más valiente e imaginativa que yo misma”.
En
cierta forma, sucede, que uno se pasa los años anotando en algún cuaderno
invisible esos sucesos que nos van marcando el camino, como si intuyéramos que
todo ese caudal que a la larga nos constituirá sería un gran libro, el libro de
nuestra vida, sea escrito o no.
Volviendo
a lo que decía sobre este hallazgo, ya no hablamos de qué busca un autor al
escribir sus memorias sino qué es lo que busca un lector de memorias, qué
espera encontrar, en dónde se detiene. El hecho de que llegara a mis manos en
el tiempo y lugar justo, casi como una revelación, sirve como ejemplo de que
“lo indecible” a lo que Ivonne se refiere en su libro, excede el ámbito del
lenguaje, y el de la literatura; es lo inexplicable en términos lógicos,
científicos, y es curioso que una académica, lingüista, haya abierto sin
prejuicios sus sentidos a estas posibilidades en un medio poco afín a términos
hechizantes como la palabra “magia”. Así lo expresa, contando algunas
experiencias misteriosas de su vida, en uno de los capítulos más apasionantes titulado
justamente “Magias”, a secas, capítulo que hará erizar la piel hasta a los más
escépticos.
Dice
Ivonne que lo que la movió a escribir este libro fue antes que nada una
necesidad de entender su propia vida. Como cuando uno escribe un poema y las
palabras que surgen de un supuesto vacío nos revelan algo de nosotros mismos
que desconocíamos parcial o totalmente, pienso que de alguna manera esto es lo
que ella hizo, como si al escribir este libro en realidad hubiese escrito un
largo y bello poema de su vida. El poema “es la parte más profunda de nuestra
autobiografía” dice John Fowles y confirma esta hipótesis.
Viajamos
por el tiempo de Ivonne. Nos lleva a su infancia, maravillosos pasajes llenos de aromas,
colores, sensaciones, con descripciones tan vivas de un hedonismo y una
sensibilidad tan enormes que uno logra salir completamente de sí y ser
partícipe de esos espacios casi sagrados de la niñez, incluidos también en cierta
cotidianeidad argentina de mediados de siglo XX, una especie de locus amoenus de la vida en el campo de una familia tradicional de la
provincia de Buenos Aires.
Luego
están los viajes, ha decidido contarlos desde el ayer y no desde el hoy, transcribiendo
viejos apuntes. Instantes en Paris, Cambridge, Boston, Grecia, Rusia, Guatemala,
Uruguay, y muchos más, y mientras nos lleva lejos nos enseña que de ningún
viaje se regresa nunca, porque su andar no se identifica con el periplo del
héroe que vuelve a su tierra siempre transformado, sino que propone otra cosa:
“hacernos para siempre viajeros, para siempre extraños”… “se peregrina del
infierno al cielo, y vuelta. Lo queramos o no, en nuestra conciencia, siempre
estamos viajando”.
He escuchado
a Ivonne confesar que no se le anima a una novela y yo estoy segura que
escribiría una excelente, por su capacidad tanto para la descripción como para
el relato del prodigio que cada escena oculta.
Uno
se encuentra aquí con reflexiones acerca de todo tipo de situaciones y objetos
mínimos que se vuelven filosofía, es maravillosa la versatilidad de la autora
para saltar de un tema a otro y de todos decir algo nuevo, hallarle a todo un
lado B, por no decir Z, como pocos prosistas logran. A veces esas mismas
reflexiones son fragmentos de sus intercambios epistolares con amigos
entrañables, (este es otro gran tema del libro, la amistad) que se manifiesta
en valiosísimas cartas no solo por su contenido sino por el hecho de que ese
género ya es una viva muestra del pasado, y empieza a ser una reliquia para las
generaciones más nuevas.
En
una de sus cartas con Emiliano Bustos reflexiona sobre la dicha y la creación,
citando a distintos autores, e incluso a sí misma, acerca de la dificultad de
escribir desde la felicidad, tema controvertido que me parece importante
destacar ya que de alguna manera se relaciona con todo su universo creativo,
sus disputas internas y externas, al que alude a modo de “autocrítica” en el
capítulo que lleva ese nombre. Una de las citas sobre la que polemiza en su
carta a Bustos es de Borges: “la felicidad no necesita ser transmutada en
belleza, pero la desventura si”. Ivonne
confiesa que adscribió a este precepto, hasta sus sesenta años. Pero ahora nos
dice: “A los poetas jóvenes se les hace difícil creer que la dicha es
poetizable y crear con ello, entre otras cosas porque la felicidad es un hada
sumamente sutil y elusiva, y además, la tarea de saber sufrir es una de las
mayores tareas que se nos han dado a los humanos y a los poetas…” y continua más abajo: “En cuanto a mí, no sé
si me he vuelto una persona mejor, pero me consta que ahora soy más feliz”.
Por
estas frases y otras tantas a lo largo del libro, podemos afirmar que es también
un libro celebratorio. En palabras de Ivonne: “Aceptar que hay momentos
fugaces, escandalosos, maravillosos, en los que uno ha venido al mundo
solamente para celebrar”.
Les
sugiero especial atención a los pasajes sobre la vejez, son inspiradores, sorprendentemente
dan paz, dan alegría e incluso ganas de llegar a viejos. Y por otro lado, (no
podía ser de otra manera viniendo de una escorpiana sagaz), dan risa y un
cierto escalofrío; el sincericidio que caracteriza todo el libro tiene su
estallido en esta última parte, por ejemplo cuando habla de la vejez “inaguantable”
haciendo una crítica feroz de amistades llamándolas “lúgubres amigas” y a
muchos allegados y conocidos que pasada cierta edad se entregan a ser viejos. De
los escritores actuales de todas las generaciones, incluyéndose a sí misma dice
que somos “una mezcla de Narciso, Cáritas y Caín”. No por nada una amiga psicóloga
osó describirla como “Una Mafalda Rubia”.
Quiero
leerles algunos de los pasajes sobre la vejez que me parecen maravillosos:
“Vejez
es el placer enorme de pararse ante una vidriera llena de libros y pensar: ʻAhora
ya no me engañan másʼ y entrar a un lugar de luces, con toda gente interesante
y elegante y sentir ʻAhora ya no me engañan másʼ y ver el sol que se pone y
decir ʻEse sí que nunca me ha engañadoʼ
Y
este pasaje profundamente poético:
“Placer
que se extrae a la noche si se piensa que uno no está simplemente apoyado en la
cama sino que se va cayendo con todas sus células a través de un espacio sólido
compuesto de tibieza, sábanas, etc. Algo muy hermoso en la ley de gravedad
cuando la incorporamos sintiéndola dulcemente actuando en nuestro cuerpo.
Verdad de lo que dice Rilke ʻtodo caeʼ. Aceptarnos cayendo como forma de
felicidad”
Me
preguntaba mientras leía todo esto por qué durante toda la lectura, hablara de
la época que fuera, infancia, juventud o vejez, me daba una sensación constante
de presente continuo. Y es que al parecer, así como los jóvenes a veces caen en
el error de pensar que el tiempo es eterno, la gente mayor sabe que la
distancia entre la infancia y la vejez es muy breve, lo que explicaría la
vivacidad del relato al saltar del pasado al presente y del presente al pasado
como si todo fluyera en un mismo cauce para llegar a una misma desembocadura.
Bueno,
voy a ir terminando, es mejor que ustedes lean y descubran por su cuenta todos
aquellos fragmentos que tendría ganas de citarles (y me reprimo porque Ivonne
me pidió brevedad). Y aprovechen los capítulos literarios, especialmente aquel
que habla sobre sus lecturas, tan enriquecedor que inspira a comerse las
bibliotecas del mundo. Esta es quizás la parte de Ivonne que más conocemos, la
de crítica literaria, ensayista, sin embargo, hay una frescura nueva en la
forma de abordar estos pasajes, vinculada a la espontaneidad que tiene este
libro.
Ivonne,
una vez más, pelea por defender el lenguaje por sobre todas las cosas, y confiesa hacia el final que tal vez escribe
tanto y tan rápidamente: “para no oír el silencio ensordecedor que tantas veces
acoge a lo que escribo. Como si me resultara imposible conectarme con ese
silencio. Demasiado doloroso aprender de él”, nos dice. Sin embargo, por alguna
sabia razón tituló su último capítulo “tan callando”.
Como
te dije por e-mail, Ivonne, te
agradezco infinitamente por este regalo, no porque me hayas regalado el libro
como objeto, sino porque te hayas animado a escribirlo. Una hermosa ofrenda
para vos misma y para todos tus lectores y amigos.
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