“El desvanecimiento y el aire” por Adriana Mancini


Mundos en disolución de Pia Bouzas. Buenos Aires, Salta el Pez Ediciones, 2023, 108 páginas.     


El conjunto de relatos que Pia Bouzas entrega bajo el título de Mundos en disolución, marca un punto de inflexión con respecto a sus relatos anteriores. Inserta desde su título una intriga, o mejor, una inquietud que, lejos de asimilarse a la tan mentada frase del Manifiesto del partido comunista de Marx y Engels sobre la disolución de lo sólido en el aire [1], se sostiene –valga la paradoja– en el aire, con un arnés cuya configuración se sugiere en el epígrafe que introduce los relatos. La estrofa en cuestión, creación de la cantautora Anahí Rayén Mariluan, se expone en idioma mapudungun, lengua madre de esta artista mapuche, y se acompaña con la traducción al castellano rioplatense; y dice así: “Arriba la luz/ del cielo la luz/ luz en el oeste, luz en el este”.

La luz, desde Einstein –y por Einstein– hasta acá, sabemos, circunda el universo y además es un límite férreo de velocidad para la materialidad de los objetos. Asimismo, el aire, que bien la acompaña, nos asegura la protección necesaria para nuestra existencia; la del hombre, la de la vida en y de la naturaleza.

¿Qué mundos se disolverían, entonces, en la entrega ficcional de Bouzas? 

La literatura se nutre de todas las disciplinas sin entronizar ninguna, argumenta Barthes; a su vez, tendría el deseo, inalcanzable, de dar cuenta de todas las aristas de su referente. Por su parte, se ubica o “corrige la distancia” entre la bastedad de la ciencia y la sutileza de la vida [2]. Y si el fenómeno estético empieza a existir cuando un lector se encuentra con el texto, momento asimilable a cuando “el libro fue engendrado” [3], los relatos ficcionales de Bouzas –salvando que la experiencia de lectura es única e irrepetible– desencadenan el poder de la creación artística, su combinación con la naturaleza, su proyección al horizonte o su retrospección intuitiva a las ciencias duras, tal como se muestra en el epígrafe seleccionado. 

Son seis los relatos que conforman esta edición – “Principiantes”, “Tortugas marinas”, “El aire escasea aquí arriba”, “Diario de una pareja que toma sol en el balcón”, “Una felicidad instintiva, por qué no”, “Vidas”–. En ellos predomina la alerta y susceptibilidad de los sentidos para captar ruidos, olores, visiones, sueños, momentos aparentemente simples del devenir cotidiano y transformarlos en palabras. A veces, los sentidos parecieran ser los genuinos narradores de estos textos. Sin embargo, Bouzas entrega una prosa segura basada en descripciones minuciosas para definir situaciones sencillas que se van cargando de complejidad, hasta incluso de tenebrosa verosimilitud, ya sea en las relaciones de los personajes o en sus conflictos, y que se desvanecen sin previo aviso; por ejemplo, con la serenidad y el placer del estallido en la boca del sabor de las frambuesas silvestres. “Una felicidad ciertamente inestable, tal vez intuitiva, por qué no” (página 78).  

| Voces que se despliegan y se apagan señalando que las escenas de ficción son las que en realidad se disipan |

El relato que abre Mundos en disolución –“Principiantes”– podría pensarse, en su composición, análogo a la génesis que le atribuye Borges a El cuervo de Allan E. Poe [4], trasladado a una  prosa que tantea las posibilidades de una escritura creativa ligada al equilibrio corporal, conectada a la comunicación a distancia y hasta interceptada por entradas del paradigma naturalista. El texto deja paso a su repliegue sobre sí.

“Leo en la hoja de un cuaderno: Entender el sonido de la naturaleza y traducirlo a palabras. El cuaderno es mío, la caligrafía también, ¿y esa frase? A veces me molesta el verbo entender, el verbo traducir. El yo de la acción. Su intención inocultable. No me decido, pero sé que está mal formulada” (Bouzas, página 14, bastardillas en el original).

Nutricia imaginación, diversidad formal y de exquisitos materiales de composición argumental, superposición del tiempo y el espacio son factores y recursos que enriquecen los sucesivos relatos. Voces que se despliegan y se apagan señalando que las escenas de ficción son las que en realidad se disipan. Son ellas las que forman los “mundos en disolución”: “El aliento se elevaba sin dificultad corriendo entre los desfiladeros, cada vez más potentes, cada vez con más cuerpo, las laderas de un cerro y de otro repicaban la voz, una voz multiplicada. En disolución” (pág. 67). La escritura se apodera en la sumatoria de estas historias, la ficción sale de sí y se expande hacia la portada del libro, ignorando los atributos del escritor.  

La última entrega, la que cierra estas páginas de Bouzas es “Vidas”, una sucesión de personajes narran algunas experiencias vitales –viajes, relaciones afectivas, discriminación, recuerdos, etc.– que se desbaratan en aeropuertos, en sueños de casa propia, en una foto que recupera momentos idos. Pero hay en  el personaje final no solo un guiño de escritor sino también una línea de fuga que se concreta en un encuentro fugaz, cara a cara, de un ser humano con un ser gorila de una reserva, que garantiza otros mundos ficcionales, otras voces que se suspenderán en el aire. 

“Ella era escritora, se llamaba STELLA. Y no daba dos pesos por las historias que se ocuparan de personajes que fueran escritores” (página 102, resaltados míos). El gorila se llama Homero. “Homero extendió su brazo, la palma hacia arriba. Ella devolvió el saludo, como sabía que hacían en señal de respeto y obediencia, la palma hacia abajo rozando la de él. Homero aceptó e hizo una mueca con la boca, los labios, los dientes, se acercó más, la midió. Ojos como el ámbar, blandos. Ojos con vida” (107, resaltados míos).   



----

[1]  Cf  C Marx. F. Engels  “El manifiesto del Partido Comunista” (1848) en: Obras escogidas I,  Cap. I México Ediciones Quinto Sol, 1985 pp. 109-120.

[2]  Cf. R.Barthes. "La lección inaugural" (1974) en: El placer del texto y La lección inaugura. México, SXXI, 1982, pp. 124-125.

[3] Cf. J.L. Borges. “El cuento policial” en: Borges oral. Madrid, Alianza, 1998, p. 63.

[4] Ibidem pp.65-66.


Comentarios