“Permitido tirarse de cabeza” por Emilia Sofía Cotutiu



Baño de damas, de Natalia Rozenblum. Buenos Aires, Tusquets Editores, 2020, 160 páginas.

Pensemos en un típico baño de damas de un natatorio de barrio o de ciudad pequeña. La imagen invita a imaginar una sala un tanto oscura, húmeda por supuesto, con hongos salpicados en ciertas esquinas, cortinas antaño transparentes pero ahora amarronadas, y las puertas de los cubículos apolilladas y separadas de la lluvia de las duchas. Un cuadro en cierta manera rústico. No obstante, Natalia Rozenblum plantea la apacibilidad de este espacio: aquí, mujeres, señoras y/o viudas intercambian palabras, símbolos, diversiones, angustias y dolores luego de sus clases de natación y aquagym

A través de diálogos sencillos y a menudo sucintos, a veces entrecortados por breves distracciones o fallos de audífonos, la autora nos sumerge, como si del agua del natatorio se tratase, en las preocupaciones y pareceres de Ana Inés, y también de Beta, Silvia, Estela y Fanny, su grupo de amigas que ya ha padecido la pérdida de tres integrantes. 

La edad, el atractivo, la gula, el peso, la viudez, el envejecimiento, el vínculo con los hijos y las hijas ya mayores, los cuerpos, la muerte, el recato, los afectos, el romance en la llamada tercera edad, la sexualidad, las restricciones sociales y el goce: todo ello atraviesa a Ana Inés desde el comienzo de Baño de damas; el primer capítulo nos da la bienvenida con una escena de autoexploración en el escondite que supone para ella una de las duchas del baño. A partir de situarnos en el ambiente vaporoso y de recibirnos con este episodio, la autora propone el locus del natatorio como refugio para los personajes de su novela. En efecto, Baño de damas invita a pensar en la importancia de los espacios de socialización de las mujeres mayores. Los chistes juveniles en torno al aquagym y a su sombra desprestigiada aquí se pierden; los baños de mujeres de las piletas públicas son hogar para la sociabilidad femenina en la vejez.

| La novela invita a pensar en la importancia de los espacios de socialización de las mujeres mayores |

Al principio reticente, Ana Inés evita reflexionar sobre su sexualidad tras años de enviudar. De hecho, jamás la reconquistará con convicción y confianza, atravesada por los murmullos que la han inducido a creer en la incompatibilidad entre deseo y vejez. No obstante, Ana Inés enfrenta sus recelos al reencontrar a su viejo amante, Antonio. “¿Falta de deseo o más bien prohibición?” Eso se pregunta internamente la protagonista, eso invita a razonar Rozenblum; su invitación es suave y sencilla: sin hipérbole ni explicitación, a la autora le basta presentarnos pequeños episodios de la cotidianeidad de Ana Inés y su vida común y corriente; el lenguaje de Baño de damas es en efecto sencillo.

La imagen de cubierta de la ilustradora Agustina Lemoine nos presenta a una mujer de setenta y cinco años abriéndose paso ante la marea inversa; las aguas de una pileta podrán permanecer estancas, así tal cual el orden social que aparenta estabilidad, pero las brazadas pueden romper la corriente.


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