“La memoria sin balcones”, por Adriana Mancini


Vivir entre extraños. Relatos de soledad y desarraigo, de Reina Roffé. Buenos Aires, Editorial Hugo Benjamin, 2024, 177 páginas.


La literatura es una casa donde vivir.

Adolfo Bioy Casares


¿No hay en esta casa una niña novia? ¿No hay ningún poeta bobo de ilusiones? 

Baldomero Fernández Moreno


Sin sorpresas, la novela de Reina Roffé, Vivir entre extraños. Relatos de soledad y desarraigo, entrega en los sucesivos relatos que la componen –tal como su título anticipa– los avatares del desarraigo, la soledad y la extranjería de un personaje femenino que, expresándose en primera persona, por coincidencias con la vida de la escritora, verosimiliza la cercanía entre ambas.  Sin embargo, si los recuerdos  son un ejercicio de ficción tal como afirma Silvia Molloy, la ficción que entrega Roffé pareciera exacerbar el desasosiego derivado de los recuerdos de la protagonista. Se alude a un exilio cuyo motivo no se precisa en la novela aunque sí queda explícita la época con la irrupción de la historia de la cruenta detención y posterior exilio del escritor Antonio Di Benedetto durante la dictadura militar argentina de 1976 (103). Los avatares del pasado de este personaje sin nombre se afirman en una confesión cuasi metatextual: “Nadie se imagina cómo le temo a las apariciones del pasado. ¿Lo habría soñado? Tenía una sensación de irrealidad que mitigaba el hecho concreto de mi dedo chico del pie izquierdo magullado y gordo como un salchichón. Vaya golpe que me había dado contra la base macisa de un perchero. Eso sí había sucedido, me dolía una barbaridad” (89).  

Las referencias a libros, autores, personajes e incluso películas atraviesan como un hilo conductor todos los relatos –Flanery O’Connor, Gregorio Samsa, Baudelaire, Virginia Woolf, La decisión de Sophie entre otras menciones.  Asimismo, los comentarios sobre viajes a ciudades españolas y la incorporación de variantes lingüísticas del español peninsular –“macarra”, “niñato”, “pies en polvorosa”, “mucho pitido”, etc.– determinan tiempo, espacio y costumbres de la experiencia de exilio del personaje. 

Los relatos se enmarcan en una de las visitas a su país natal, a la casa de la madre donde la protagonista se instala hasta alcanzar el texto final cuyo título anticipa el contenido –“Sueños nada más”– recomponiendo retrospectivamente la lectura de la novela: “Lo que sí le diré hoy a mi madre es que cambie el sillón: es muy incómodo, daña las cervicales y las cervicales dañadas producen mareos y reflujo. Esto sí se lo diré, suele tener sueñecitos exprés que ahora sé por qué la ponen de muy mala uva” (177). 

En el devenir de esta serie de textos que diseñan la novela de Roffé, hay que destacar el primer relato cuyo título (“Vivir entre extraños”) coincide con el del libro. Se detallan allí, alternando recuerdos del pasado y situación del presente del texto, sin solución de continuidad, los hechos de la infancia y adolescencia que marcaron a la protagonista; entre los que se subraya el alejamiento de su madre y el conflicto irresuelto entre ellas. Se puede afirmar que, de cierto modo, ya está anunciado en el epígrafe elegido por la escritora para esta primera parte de la novela: “Mi madre nunca me dio la mano” (de La asfixia de Violette Leduc).

Por su parte, el apego al resto de su familia con quien la protagonista vivía se ve frustrada por una situación de violencia que justificarían la “soledad” y el “desarraigo”, cuando los seres más cercanos se tornan “extraños”.  


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