“Y seré millones”, por Miryam Pirsch




Evita. Nacida para molestar, de Miguel Rep. Buenos Aires, Planeta, 2019, 205 páginas.


Eva Perón persona/Eva Perón personaje está fijada en la letra como mito arquetípico de la cultura argentina. Una serie de representaciones se organizaron alrededor de Eva en un abanico multicolor donde se entremezclan amores y odios, admiración y desprecio: Eva cadáver, Evita santa, puta, militante, madre de todos, estéril, eterna… Evita artefacto discursivo infinito. Tan compleja operación fue inaugurada con la publicación de La razón de mi vida (1951), texto fundacional y autobiografía descentrada para el trazado de una autorepresentación de la compañera de Perón.
El relato en torno a Eva ha acompañado los cambios sociales y culturales de la sociedad argentina que, inexorablemente, ha ocupado a propios y ajenos para escribirla una y otra vez, pero nunca ignorarla. Néstor Perlongher, Copi, Rodolfo Walsh, David Viñas, María Elena Walsh, Tomás Eloy Martínez,  Abel Posse, José Pablo Feinmann son solo parte de la amplia lista de autores que aportaron a este relato que también ha tomado el género en el que nos detendremos: la historieta. En 1970, Héctor G. Oesterheld, Alberto Breccia y Luis Alberto Murray compusieron Vida y obra de Eva Perón, una biografía lineal de Evita. Publicada por primera vez en la clandestinidad, secuestrada y destruida hasta su reedición en 2002, resulta una propuesta atrevida sobre todo si tenemos en cuenta su contexto: Perón en el exilio, militares en el gobierno y el cadáver con paradero desconocido.
Atrevida también es la mirada de Rep, autor de Evita. Nacida para molestar. Aunque se presente como una biografía es mucho más que eso, es la historia de una mujer-hito, con un antes, un durante y un después pero es también una declaración de amor que cuenta su origen en la niñez del autor. El humor, la elección de los momentos íntimos, las herederas y la genealogía de Eva son los ejes organizadores. Leer a Eva como un cuerpo no es una idea que inaugure Rep (la mayoría de los autores antes citados así lo hicieron) como tampoco que ese cuerpo sea sexuado (tema también largamente abordo por la crítica). Para Rep, contar a Eva es contar un cuerpo público desde la primera viñeta: Eva y Juan Domingo en la cama y una declaración de principios que antecede al Prólogo: “No te preocupes, Juan Domingo, a mí lo que me sobra son huevos”, le hace decir.
Eva es un ícono de la cultura argentina y Rep elige su característico y rubio rodete bajo (el de las obreras, nunca el alto de las señoronas o “copetudas”) como la constante, un guiño que reconocemos en Eva desde que aparece entre las piernas de mamá Juana el 7 de mayo de 1919 hasta el final en el cajón, desde el cielo, en la cruz “como Crista” o junto a sus herederas.
Como su Eva, Rep también elige “molestar” y lo hace a través de la irreverencia cuando elige contar a Eva no solo como cuerpo sexuado que desea y es deseado: mientras nace,  la primera menstruación, el acecho de los muchachos de clase alta para desflorarla en Los Toldos, masturbándose, acosada en el tranvía, dominando en la “tercera posición” durante el coito, en cueros mientras Paco Jamandreu le toma las medidas, las hemorragias que preanuncian el cáncer. La sexualidad aparece como el motor que empuja cada uno de los pliegues que conforman ese artefacto llamado “Eva”, un artefacto cuyas piezas se articulan a través de los títulos que organizan las partes del libro: María Eva Ibarguren Duarte, María Eva Duarte, Eva Duarte, Eva Perón, Evita, Evita por siempre. Así, el periplo de esta Eva resulta atravesado por alusiones y referencias literarias (Eva Quijote seguida por su escudero Perón Sancho Panza), pictóricas (“Los fusilados de Goya” le recuerda otros fusilamientos), sociales (Madres de pañuelo blanco se filtran entre las mujeres que se reconocen en su reclamo por derechos) y populares (“Votarán y serán millones”, “Visón, visón, qué grande sos”) que van, en cada imagen, más allá de la figura en cuestión.
Molestar ayer y molestar hoy: en las páginas 179 y 180, dos escenas representan el velatorio de Evita. En la primera se ve a sus descamisados llorando desconsoladamente mientras desfilan frente al cadáver y la finada dedica sus pensamientos a preguntarse quiénes asistirían a despedirla; en la segunda, el ataúd y la escena están casi cubiertos por las coronas florales y entre los asistentes que desfilan se ve a hombres y mujeres de otro sector social, algunos de ellos no lloran, como si solo asistieran para ver, para verificar y el texto dice “Según Copi, Evita no murió. Ella estuvo en su propio velatorio…” Al igual que Mirtha Legrand cuando dudó de que Néstor Kirchner estuviera dentro del cajón, esta escena parece decirnos que nada ha cambiado y que molestar es un don del que no cualquiera puede gozar.
Nota final: en noviembre de 2019, en ocasión de la presentación de este libro, Miguel Rep fue amenazado y repudiado por un grupo autodenominado “Nueva Resistencia Peronista”, un minúsculo grupo de derecha que con inscripciones como “Mazorca al zurdo Rep”, “Evita no se toca” y “Gorilas putos” no hicieron más que confirmar que Rep es uno de esos pocos privilegiados que cuenta con el don de haber nacido, también él,  para molestar.


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