“Ciclistas, abejas y memoria”, por Miryam Pirsch
Enjambre, de Joaquín Areta. Buenos Aires, Adriana Hidalgo editora, 2020, 210 páginas.
Así
también es protagonista el paisaje, que no podría ser más patagónico: la ciudad
de Neuquén, sus barrios periféricos, el puente que la une a Cipoletti; las
calles anchas, las avenidas, las rutas que los personajes recorren a pie, en
bicicleta o en camioneta son tan centrales como el viento, el calor seco y
sofocante, la espinosa bajada que lleva al río. Quienes atraviesan este paisaje
dan vida y voz a cada uno de los tres relatos, las tres grandes celdas que
conforman este panal narrativo. En “Flogisto”, Carlos intenta develar el motivo
por el cual las hormigas del jardín buscan y encuentran, persiguen cada a día a
su madre, una anciana perdida en las brumas de la senilidad; en “Rutas negras”,
el niño Bairon deambula durante el día entre la cancha con los amigos, las
tortafritas que vende en el barrio y la fascinación de observar a los grupos de
ciclistas que recorren las rutas; por último, Íñigo, el ingeniero agrónomo
especialista en genética de las abejas, es quien en “Revólver” descubre un
enjambre de abejas africanizadas que han invadido a las abejas productoras de
miel a medida que reconstruyen la memoria del ingeniero y unen, en su carrera
destructiva, los delicados vínculos entre las tres partes de esta historia.
Estos
personajes ponen gran parte de sus esfuerzos en leer, en encontrar sentido a
aquello que los rodea: Carlos, la estrategia de las hormigas; Bairon, las
placas en el monumento a los pueblos originarios; Iñigo, el pasado y sus consecuencias
sobre el presente, el vínculo con su padre y el padre de su mejor amigo de la
infancia y a quien visitará en la cárcel. En Enjambre se entrecruzan lo cultural y lo natural: las hormigas, el viento,
las abejas son imprescindibles para reconstruir la memoria, para entender las
marcas que la dictadura y el genocidio a los pueblos originarios siguen
escribiendo aun hoy.
Como
los ciclistas, estos episodios también circulan, trazan un recorrido como el
del vuelo de las abejas hasta que irrumpe la figura del “ciclista desaparecido”
y ese adjetivo, irreversiblemente, conduce a los años de plomo. Historia
argentina del pasado reciente pero que atraviesa hasta al niño quien conocerá
los hechos de boca de Olga, la vecina que hace posible su sueño de convertirse,
él también, en ciclista.
En Enjambre la metáfora es todo porque en
ella se antropomorfiza a los animales para entender, a través de ellos, la
imposibilidad de controlar lo que sucede… en los animales, en los vínculos. Por
eso, las abejas africanizadas, la industria automotriz china y el terrorismo de
estado son lo mismo, o al menos se necesitan para explicarse unos a otros en
este intento por entender, por controlar lo que estos hombres de tres
generaciones tan distintas sienten y piensan sobre la naturaleza y la cultura,
sobre la vida misma.
Comentarios
Publicar un comentario