“Voces federales”, por Javier Geist


El puente: cuentos de autores tucumanos compilados por Fabián Soberón. Tucumán, La Papa, 2020, 150 páginas.

 

A simple vista podría parecer que Buenos Aires concentra gran parte de los nombres que conforman el imaginario colectivo de la literatura argentina. Claramente esa aglomeración responde a cuestiones netamente mercantiles porque, como afirma Fabián Soberón en el estudio preliminar de El puente, “los escritores no tienen nada que ver con la geografía” (p. 9). Si bien la compilación surge como un intento de responder a una pregunta indagatoria por los narradores de Tucumán, el compilador aclara que no se trata de una literatura regionalista sino de un “canon”, ligado a la idea musical de la combinación de diferentes voces en una misma pieza, y remarca además que “la literatura no es una mímesis de la geografía política”, que “el paisaje no es obligatoriamente una condición determinante para la literatura” y que “para un escritor el desafío es formal: de qué modo trabaja el contrapunto de las voces” (p. 9). Todo esto haciendo hincapié en el concepto de zona propuesto por Juan José Saer y actualizando la idea centro/periferia. Desde esta última perspectiva, los escritores del noroeste argentino situados en las orillas de la literatura nacional (algo así como la periferia de la periferia) poseen mejores condiciones para asimilarla, premisa que al llegar a los cuentos notaremos la forma en que cobra sentido.[1]

Pasemos ahora a los cuentos. Anteriormente mencioné, en concordancia con lo expuesto por el compilador, que en ellos puede apreciarse la asimilación de una literatura nacional (y universal), desde el primer cuento: Así es mamá de Juan José Hernández. El cuento juega con la sutileza y la insinuación desde la voz narrativa de un niño, hijo de una madama, que se enfrenta a la posibilidad de ir a un colegio pupilo. Aquí el lector debe reconstruir el universo a través de la mirada infantil en la que lo grotesco es dejado a la inferencia como en el cuento de Silvina Ocampo “El pecado mortal”. Un ejemplo: “Al principio mamá me pidió que si alguien en la calle me preguntaba quiénes eran esas señoritas yo debía contestar: son mis primas. Sin embargo, como después de un tiempo las supuestas primas se iban y eran reemplazas por otras, ella juzgó conveniente llamarlas pensionistas” (p. 25). Pero el juego intertextual no se agota allí. Hacia el final del cuento encontramos una evocación lacaniana que podría emparentarse con la literatura desarrollada en la revista Literal de la mano de autores como Germán García o Luis Guzmán, surgiendo en frases como: “le voy a sugerir que me embadurne la cara con betún y me rice el pelo: me convertiré en el negrito de los mandados” (p.28).  Y no es sólo la asimilación de una tradición literaria nacional, porque en cuentos como “Regalofobia” de Daniel Dessein se aprecia un diálogo con la literatura universal, haciendo convivir en una historia que toma la forma de ejercicio narrativo a O. Henry, la Biblia, Oscar Wilde, Madonna, Fidel Castro y Cristóbal Colón en un humorístico choque multicultural basado en la búsqueda de un regalo. Y en esa clave humorística encontramos “El acta” de César Di Primio, quién en tono policial (literalmente el cuento adopta la forma de un acta labrada en una comisaría) y previniéndonos al inicio que: “es necesario aclarar que el Agente Enrique L. Pellegrini, redactor del presente informe, en sus horas de ocio ejerce una ligera aflicción por la literatura” (p. 80), narra un extravagante crimen.

Un elemento que aparece en varias obras de la literatura argentina desde mediados del siglo XX hasta principios del XXI fue la dicotomía peronismo-anti peronismo. Resulta interesante cómo en algunos cuentos aparece el trabajo con estas ideas. La primera muestra es “Una pistola vacía” de Gabriel Guanca Cossa, que pivotea entre “la contundencia de los cuentos de Saccomanno” (p. 10) –en palabras del compilador– y la precisión de Rodolfo Walsh: dos ex guerrilleros se encuentran después de mucho tiempo y un arma sin municiones es el elemento clave en un crimen de estado, el resto está en el cuento. Por otro lado, “El tren” de Jorge Estrella es una obra que se destaca por el tejido de referencias que labra con la tradición literaria. Si existe una forma de presentarla es sugiriendo que evoca perfectamente las malas interpretaciones de “Casa tomada” de Julio Cortázar. Entre el clima onírico y la ironía recrea el periplo de un campesino que, con el objeto de conocer al General, se sube a un tren cargado de militantes peronistas. La obra versa entre El matadero de Esteban Echeverría y el Diario de la guerra del cerdo de Adolfo Bioy Casares. El cierre de esta tríada lo da “Tiempos modernos” de Sebastián Ganzburg, donde una empleada de un call center enloquece y renuncia a su empleo al grito de “¡viva Perón, carajo!” (p. 74). Una obra que podría estar en diálogo cómodamente con Also spratch el señor Núñez de Abelardo Castillo y hasta con Relatos Salvajes de Damián Zifrón.

No puedo dejar de destacar la fuerte presencia del fantástico en algunos relatos de este volumen. Dando inicio con “La escopeta” de Julio Ardiles Gray donde la irrupción del elemento fantástico se da de manera sutil y logra transmitir la incertidumbre del protagonista hacia el lector en un párrafo final contundente. Por su parte, “La última ballena” de Horacio Elsinger se acerca a la cuestión ecocrítica a través de una anécdota pintoresca en el sentido estricto de la palabra, dando inicio con la frase: “No recuerdo con precisión la fecha en que la ballena llegó a Tucumán, entonces yo era un niño de nueve años” (p. 29). El fantasma blanco de Moby Dick de Hermann Melville acompaña el relato hasta la reflexión final mientras se narra detalladamente la vida en el pueblo. En “Deja vu” de Alejandro Nicolau y “Fantasmas” de Hugo Foquet el tiempo en la narración juega un papel fundamental: mientras el primero nos da un protagonista que posee el don de la clarividencia atrapado en un infinito bucle de tiempo, el segundo ofrece un diálogo entre marineros perdidos en un tiempo que no es el suyo.

Los veinticinco relatos que forman parte del volumen son un magnífico ejemplo de la potencialidad de la narrativa argentina en todas sus variantes. No pretenden ser catalogados por su procedencia geográfica sino por su calidad literaria. Los cuentos reunidos son un excelente punto de partida para explorar voces que no han tenido la suerte de alcanzar mayor difusión.

       



[1] Resulta imperioso remarcar que no se trata de la primera incursión de Soberón en la divulgación. Véase su trilogía documental compuesta por Luna en llamas (2018) sobre Inés Araoz, Alas (2019) acerca de Jacobo Regner y Groppa: un poeta en la ciudad (2020) sobre de Nestor Groppa. Las tres producciones audiovisuales y otras obras están disponibles en el canal de YouTube del autor: https://www.youtube.com/channel/UCCoBwBexIt6Ko1KboIscBwg/videos


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